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Cuando una persona necesita que le cedan el asiento en el colectivo todos miran para otro lado: ¿mala educación o falta de solidaridad?
24 DE Octubre 2012 - 17:24
Dar el asiento en el ómnibus a una mujer embarazada, a un anciano o a un discapacitado parece que es una costumbre del pasado. Antes, y no estoy hablando de muchos años atrás, no solo los hombres eran educados. También lo eran los jóvenes de ambos sexos, que se incorporaban como un resorte de sus asientos para cedérselos a alguien que los necesitara.
Eran otros tiempos en los que nadie se hacía el “opa” mirando por la ventanilla o haciéndose el dormido para zafar de la responsabilidad.
En los casos extremos en que eso sucedía, el chofer, que además de trabajador era por lo general un hombre con autoridad, hacía cumplir la normativa y exigía a los que están sentados en los primeros asientos a que se incorporaran y cedieran el suyo a quien lo precisara ya sea por razones de salud o de edad.
Pero, eso quedó en la historia.
En la Salta machista
En nuestra ciudad es un caso excepcional ver a pasajeros amables, aunque tampoco es habitual encontrarlos en ningún lado, lo que no es disculpa ni cabe en el famoso dicho “mal de muchos consuelo de tontos”.
¿Qué ha pasado con el respeto y el don de gente?
¿Donde están esos chicos que se peleaban en el ómnibus para hacer su buena obra diaria?
¿Tendrá esto algo que ver con las estadísticas que colocan a Salta a la cabeza de los femicidios en el país?
Las palabras del exsecretario de Seguridad, Maximiliano Troyano, quien justificó la violación de una turista japonesa en su exceso de confianza frente a un guía diaguita-calchaqui de Cafayate y que culpó a dos francesas de ser víctimas un toqueteo impúdico y robo cuando salían de una peña, diciendo que a esa hora no debían andar caminando por ahí ¿no constituyen una mirada hacia otro lado que se contagia hasta en el interior de un colectivo?