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Los asalariados del país sudamericano son los encargados de poner de pie la infraestructura de cara al Mundial que se viene.
23 DE Febrero 2012 - 16:54
No fue una decisión difícil para Chiquinho, un ladrón de banco convicto: Pasarse el día en su celda o ganarse dinero trabajando al sol, ayudando a construir un estadio para la Copa del Mundo de fútbol a jugarse en Brasil en 2014.
Nivaldo Inacio da Silva, quien estaba siendo explotado en un trabajo en el que se lo trataba casi como esclavo, tuvo una decisión igualmente fácil: Recoger algodón por dos dólares al día o ganar ocho veces más como albañil en otro estadio de la Copa del Mundo.
Los dos están aprovechando la oportunidad de trabajar en los preparativos para el torneo, cuyos organizadores han sido acusados de incurrir en gastos excesivos y malversar de fondos públicos. Silva y Chiquinho, cuyo nombre es Francisco das Chagas Queiroz, son algunos de los beneficiados por la celebración de la Copa del Mundo al recibir oportunidades laborales con las que no contaban.
Son parte de programas para ayudar a quienes no tienen perspectivas en el mercado laboral, aprovechando las oportunidades que abre la Copa del Mundo. "Esto es lo mejor que me ha sucedido", dijo Chiquinho, de 52 años, en una entrevista telefónica con The Associated Press. "Este tipo de trabajo nos da dignidad, algo para el futuro. Si hago un buen trabajo aquí quizás la compañía quiera emplearme cuando salga en libertad".
Chiquinho ha estado en prisión desde los años 80 tras ser convicto de robo de bancos en el estado de Minas Gerais. Tendrá derecho a libertad bajo palabra este año, en parte porque su sentencia ha sido reducida gradualmente gracias a su trabajo en la renovación del estadio Minerao en Belo Horizonte. Chiquinho trabaja como supervisor de limpieza en el Minerao, donde otra veintena de presos están trabajando.
Además de colocarles en la fuerza laboral, el programa del Consejo Nacional de Justicia ofrece capacitación para facilitar su acceso al mercado laboral una vez salgan de la prisión. El programa ya ha ayudado a 2.200 reos en el país y actualmente 59 trabajan en algunos de los 12 estadios de la Copa.
Chiquinho y los otros prisioneros se levantan a las cuatro de la mañana todos los días de la semana para un viaje de dos horas desde su penal hasta el Mineirao, trabajando hasta tarde en el día antes de regresar. Pero no se quejan.
"Nuestra vida está mejorado gracias a esta oportunidad", dijo Chiquinho, que anteriormente trabajaba dentro de la prisión y que actualmente incluso es autorizado a estudiar en la universidad. "Voy a poder decir que fui parte de esta Copa del Mundo, voy a enorgullecerme de ello. Esto va a ser parte de la historia".
A unos 1.600 kilómetros, en la ciudad occidental de Cuiaba, Silva tiene una oportunidad similar. Silva trabajaba en una granja de algodón bajo condiciones que el gobierno describe como de esclavitud. Muchas veces tuvo que dormir en el campo, no tenía acceso a baños ni agua limpia y recibió comida sólo esporádicamente. Silva dijo que tenía que recoger algodón y limpiar campos por dos días antes de recibir paga.
Pero cuando Silva y una decena de trabajadores fueron rescatados de la granja _ luego que uno de ellos se escapase y alertase a las autoridades _ fueron enrolados inmediatamente en un programa creado por el ministerio de trabajo en el estado de Mato Grosso que capacitó a esos trabajadores para encontrar empleos en la región. Silva tuvo entonces la oportunidad de trabajar en la construcción del estadio Arena Pantanal, que será sede de cuatro partidos del mundial.
"Hablamos con el consorcio de compañías que construyen el estadio y las convencimos de que podían emplear a esos trabajadores una vez fuesen entrenados apropiadamente", dijo Valdiney Arruda, quien está a cargo del programa del ministerio de trabajo. "Ellos sabían que era una buena oportunidad y abrieron puestos para los trabajadores. Estos estudiaron y ahora tienen albergue y comen bien gracias a ello".
Silva es uno de 25 individuos que trabajaban en condiciones de esclavitud empleados por el Arena Pantanal. Comenzó como ayudante de albañil, ganando más dinero que lo que hizo previamente en su vida, y se está preparando para encontrar una mejor posición en el futuro cercano. "Mi vida es completamente diferente", expresó Silva, de 44 años, a la AP. "Mucho ha cambiado. Ahora gano buen dinero, estoy contento. Estoy ayudando a construir uno de esos estadios y con suerte podré un día mostrárselo a mis hijos".
Las compañías que emplean a los ex esclavos dicen que fue una decisión fácil aceptar a esos trabajadores, porque el sector de construcción civil está teniendo problemas para atraer mano de obra.
"Gracias a este programa ellos van a poder seguir trabajando en la construcción civil en el futuro", dijo Simone Ponce, portavoz del consorcio Santa Barbara y Mendes Junior. "El legado social va a ser tremendo".