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14 DE Junio 2012 - 05:05
Desalín Salazar combatió hasta último momento en uno de los regimientos más reconocidos de la guerra, el BIM5, Batallón 5 de Infantería de Marina. Protegían los terrenos altos desde la primera línea. “No pensábamos en la rendición. Nosotros fuimos a la guerra convencidos de la victoria. Uno no claudica hasta último momento y la noticia fue un golpe de impotencia, de bronca. Lo que más me afectó fue ver llorar de impotencia, de amargura por no poder seguir combatiendo”, dice Salazar, que era cabo primero y tenía 23 años entonces.
“El tiempo pasó rápido y el recuerdo de nuestros compañeros que quedaron en las islas se mantiene. En estos 30 años cambió mucho el tratamiento que se le da al excombatiente. Los veteranos de guerra, cuando terminó la guerra, no tenían el reconocimiento social que por suerte tenemos hoy. Había mucha indiferencia y hoy este gobierno nos dignificó. Pero el reconocimiento no llegaba sin los 30 años de lucha de los veteranos”, contó Salazar.
Para el salteño, las tropas inglesas sufrieron más bajas que los argentinos. Dice que a su comandante Carlos Hugo Robacio lo sigue llevando “en las entrañas”. Para Salazar, “la guerra fue una ganzada de la Junta Militar”. Desde su punto de vista había buenos recursos humanos, pero pocos medios. “Hoy tenemos el apoyo regional y muchas condiciones para conseguir el internacional. Eso está bueno”, dijo. “En Puerto Argentino los ingleses quedaron bastante resentidos porque le dimos una buena paliza y combatimos hasta después de la rendición. Nos decían que habían tenido que replegar a los gurkas, mercenarios de Nepal, porque habían pedido degollarnos a los del BIM5. El batallón fue el último en salir de Malvinas porque nuestro comandante no permitió que nos trasladen en un buque inglés”, dijo.