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Los efectivos detuvieron a uno de los delincuentes, pero minutos después, y aunque había sustraído una bicicleta, lo liberaron.
20 DE Junio 2012 - 21:22
Un profesor de biología, Marcelo Zambrano (28), fue despojado violentamente por dos motochorros de una costosa bicicleta de descenso ($5.000), que había adquirido en la ciudad de Ushuaia, donde residió varios años hasta que decidió regresar a Salta, su provincia natal.
El hecho ocurrió el martes pasado en el pasaje Uriundo e Independencia a las 3, cuando el docente, que es angloparlante, regresaba de una peña donde presta servicios.
Pese a la violencia del ataque, Zambrano logró reducir a uno de los sujetos, aunque el otro escapó con el costoso rodado al hombro.
Al llegar los efectivos policiales, inexplicablemente dejaron ir al delincuente, quien se marchó en su motocicleta, a pesar de que la patrulla fue informada de que el cómplice del que se estaba yendo se había llevado la sofisticada bicicleta importado. “No sé si estoy indignado o decepcionado, o ambas cosas a la vez”, dijo Zambrano a El Tribuno. “Quiero que sepan que durante 20 minutos me defendí como chancho del monte para evitar ser despojado de mi bicicleta. Eran dos motochorros que se desplazaban en una Motomel 125 rojinegra y otra de 110 negra. Me dieron entre los dos una verdadera paliza. Aun así no permitía que levantaran mi bicicleta, hasta que en un descuido uno de ellos arrancó la moto y se la llevó al hombro. Cuando el cómplice quiso encender su Motomel, me le tiré encima, se cayó, le quité las llaves y comencé a luchar con ayuda del vecindario, hasta que quedó fuera de combate. Los testigos llamaron al 911. El motochorro tenía un revólver en la cintura y amenazaba a todos. Le sacamos el documento y leímos en voz alta su identificación: Mario Acosta, de villa Ceferino. Este bravucón vociferaba a cada rato: "Ya van a ver, soy compadre de Corbata', pero no sé a quién se refería. Luego llegó personal del 911, después de la comisaría 2. Me hicieron devolver la llave y el documento. A mí me trasladaron al hospital y allí me enteré de que el sujeto arrancó la moto y se fue. Después me vio el médico de Policía y, tras ello, me llevaron a la comisaría 2 a radicar la denuncia. Menos mal que no terminé en la Alcaidía”, dijo.
“Si no sos turista, olvidate chango”
“Con todo lo que pasé, sería suficiente como para que me olvide del puesto de trabajo que me ofrecieron en Salta y me vuelva a Ushuaia, de donde parece que nunca debí salir”, comentó, apesadumbrado, el profesor Manuel Zambrano. “Pero la gota que rebalsó el vaso y me hizo recapacitar para que hiciera público lo que me pasó fue lo que me dijo un oficial en la comisaría, luego de que hiciera la denuncia: "Mirá, no andemos con vueltas, si no sos turista y no te robaron un mínimo de $ 50.000, olvidate chango, nadie va a mover un dedo por tu bici'. Me quedé perplejo, pensaba, al menos, que me iban a decir que ya habían identificado al segundo motochorro y que me llamarían para que lo reconociera, pero, por al contrario, recibí la peor de las noticias: saber que para robos menores no está la policía y menos cuando los ladrones son compadres de ese tal "Corbata'. Basta ya!, dónde caí, me pregunté. Salí de la comisaría con la boca larga como oso hormiguero de tantas piñas que me comí, en defensa de mi preciada bicicleta de descenso, que finalmente perdí. Apenas podía balbucear, encima estaba "a pata' y en medio de la madrugada. Esa es la razón por la que me acerqué a El Tribuno a relatar lo que me ocurrió, para que esto mejore. La policía es un servicio y tal parece que esto está mal entendido por algunos funcionario,s que piensan que es un poder en sí, que se maneja con sus propias reglas y códigos.
Si este tal Mario Acosta me mataba, seguramente el pendenciero iba a ser el profesor Zambrano y a punto estuvo esto de ocurrir, porque en medio de la refriega, el cómplice alzó mi bicicleta y le gritó: "Metele un cuetazo y rajemos!'; gracias a Dios no ocurrió, pero yo quedé sin la bicicleta, herido, amenazado y todo sigue como entonces, porque el compadre de "Corbata' hoy se pasea por la plaza de villa Ceferino con la impunidad propia de un gángster”, denunció el joven docente, profundamente amargado.
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