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Abel Pintos revolucionó el predio. También Los Izkierdos de la Cueva, Los Diableros y Nacho y Daniel y Guitarreros.
26 DE Enero 2013 - 22:15
La Fiesta Nacional del Poncho tuvo el viernes su primera jornada en Molinos y se vivió a puro baile popular hasta pasadas las 6 de la mañana, cuando el sol ya dibujaba los perfiles azulados sobre los cerros del alto Valle Calchaquí. Un clima familiar y de cercanía se fue contagiando entre la gente y los artistas en una comunión con los músicos que tiene el poder de un gualicho.
“Se superaron todas las expectativas. No solo por la convocatoria, sino por la verdadera fiesta que se vivió”, dijo Walter Chocobar, intendente de Molinos y anfitrión del festival que cumplió 30 años y convocó a más de 3.500 personas que pagaron entrada, en un pueblo donde viven cerca de mil habitantes.
Arrancaron los Diableros de Orán y aparecieron los primeros pañuelos blancos en el aire. El dúo Nacho y Daniel agarró la posta. Después llegó el Ballet Poncho Salteño, de Molinos.
Con el baile ya desencadenado, llegaron Guitarreros, de impecable traje gris, y luego Los Izkierdos de la Cueva, que arrasan en todo el país.
Cerraron ya de día los Diableros de Jujuy. La fiesta fue total hasta la salida del sol.
El chango Abel
Abel Pintos. El chango flaco y tranquilo despierta una revolución entre los espectadores con su sencilla presencia, sus palabras cansinas, sus frases simples pero fuertes y sus melodías pegadizas. En la platea, Susana, su mamá. La familia es devota de la Virgen de la Medalla Milagrosa. Cuando está por Salta no dejan de visitar al Señor y la Virgen del Milagro. Llegó a Molinos con donaciones que el joven cambió por autógrafos en las grandes ciudades.