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La llegada del portaaviones G. Washington, aportó algo de esperanza
15 DE Noviembre 2013 - 02:05
Tacloban comenzó a enterrar ayer en fosas comunes a las víctimas del tifón Haiyan, muchas sin identificar, una tarea macabra pero esencial para sanear esta ciudad arrasada por la catástrofe que azotó Filipinas, donde los sobrevivientes siguen implorando ayuda. La llegada del portaaviones George Washington, con 5.000 marines a bordo, aportó algo de esperanza a los que sobrevivieron, a los que les falta de todo. El portaaviones y su flota de aviones y helicópteros, escoltado por dos cruceros y un destructor aportan una ayuda logística indispensable para el transporte de víveres, medicamentos y vestimentas y, sobre todo, una gran capacidad de producción de agua potable.
“Se va a posicionar a lo largo de la isla Samar para empezar a evaluar los daños y entregar apoyo logístico y de urgencia”, incluido material médico y de agua, declaró en un comunicado el comandante del buque, el contra-
almirante Mark Montgomery. Cuando ha pasado casi una semana tras el paso de Haiyan, cuyo balance debería cifrarse en miles de muertos, la ayuda llega demasiado lenta. “Tengo el sentimiento de que hemos abandonado a la gente”, admitió simplemente el jueves el jefe de las operaciones humanitarias de la ONU, Valerie Amos, al día siguiente de una visita en Tacloban, capital de la isla de Leyte, especialmente sacudida. “La gente necesita ayuda desesperadamente. Debemos traerles ayuda ahora. Dicen que tarda demasiado en llegar. Asegurar una distribución más rápida es nuestra (...) prioridad inmediata”, añadió.
El jueves en Tacloban, al día siguiente del aplazamiento de un entierro colectivo debido a los disparos, decenas de cuerpos envueltos en sacos mortuorios fueron depositados en el fondo de una inmensa fosa común. “Sigue habiendo tantos cadáveres en tantos sitios. Da miedo”, comentó el alcalde Alfred Romualdez, cuando flota en el aire un olor persistente a descomposición de los cuerpos que yacen todavía por las calles de la ciudad.