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26 DE Marzo 2013 - 20:09
País curioso, muy curioso Japón. Es la tercera potencia económica del mundo. Y hasta hace poco tiempo fue la segunda, durante más de dos décadas. Tiene una superficie 20% superior a la de la provincia de Buenos Aires, pero es totalmente insular, poblada por 6.848 islas. Tres de ellas, Honshu, Hokkaido y Shikoku, albergan el 97% de la población. A pesar de que Tokio, su capital, es la ciudad más poblada del planeta con 34 millones de personas, todo el país suma apenas 128 millones.
Japón es el sexto exportador del orbe, pero sus productos son notablemente superiores a los chinos en calidad. Este país sin fronteras, equiparable en este sentido a Nueva Zelanda y Australia, tiene una producción nominal de 5,4 billones de dólares al año.
Sus reservas superan el billón en moneda estadounidense. Lo que solamente supera China, con una población once veces mayor, ya que su caja sobrepasa los tres billones de dólares. Un ejemplo más cercano: nuestro vecino Brasil alcanza los 450.000 millones.
Tolerancia y educación
Cuando estuve hace unos años en la nación del sol naciente quedé sorprendido por varias costumbres inusuales para occidente. Para empezar, el grado de tolerancia y educación es insuperable. La reverencia es común para cualquier relación, ya sea cliente, amigo o turista. Esto quedó plasmado mientras viajaba en el tren bala, a más de 300 kilómetros por hora, cuando el empleado que vende con su carrito alimentos y bebidas saludó a todos y cada uno de los pasajeros no solo con la reverencia, sino además con un agradecimiento que por estas latitudes desconocemos. Esto sucede en un país que por ley prohíbe recibir propinas, cualquiera sea la actividad que se desempeñe.
Hay más rarezas: en la tierra del emperador Akihito nadie puede comprar un auto, ya sea usado o cero kilómetro, sin demostrar al concesionario que posee una cochera. Esto es a raíz del escaso espacio de la isla, comparativamente con su población. Por eso está terminantemente prohibido estacionar en la calle y las playas de estacionamiento son insuficientes.
La dificultad para moverse en automóvil, sobre todo en ciudades multitudinarias como Tokio, Osaka o Kyoto, genera que existan decenas de miles de ciclistas, que circulan despreocupadamente porque saben que no le tocarán bocina para apurarlos. Otro ejemplo de tolerancia y respeto.
Lo que más me sorprendió de esta nación sucedió en el ámbito económico, mientras observaba las pizarras de los bancos. No lo podía creer: la tasa interbancaria es cero, el plazo fijo es bajísimo, ronda el 2 por ciento anual, y ¡oh sorpresa!... si se quiere obtener un crédito para construir o comprar una casa, el interés es del 1% anual!
Y sin embargo...
Tres décadas atrás los gurúes económicos afirmaban que debido al ritmo de crecimiento de Japón, desde fines de la Segunda Guerra Mundial, era tal que pasaría a ser la primera potencia. Pero... ¿por qué se equivocaron? Por varios motivos: el Banco Central manejó muy mal la circulación de los yenes y la especulación financiera más la burbuja inmobiliaria hizo que el 15% de la deuda resultara incobrable. Esto generó un gasto de la deuda pública superior al veinte por ciento, cifra que se mantiene aún hoy.
Todas estas cuestiones -y algunas cosas más- originaron recesiones a tal extremo que en los últimos quince años hubo cinco de ellas. Otro dato: los inmuebles llegaron a bajar al setenta por ciento de su valor.
Por todo ello se generó una deflación generalizada, lo que significa, en otras palabras, precios y servicios congelados, sin intervención del estado, porque la oferta en estos casos es superior a la demanda. Además, los precios bajan porque el stock acumulado causa grandes pérdidas en las empresas.
Los japoneses, actualmente, ansían que vuelva la inflación. Son tan moderados que apenas pretenden un aumento del 2% anual, ya que hoy está por debajo de cero. Y desde hace mucho tiempo. El yen ha perdido más del veinte por ciento de su valor con respecto a la moneda estadounidense, y las exportaciones, claves en el éxito económico entre 1960 y 1990, cayeron significativamente.
¿Qué hacer? El Gobierno acaba de lanzar hace pocos días un plan gigantesco para construir obras públicas. Exactamente, en apenas doce meses invertirán US$ 120 mil millones, es decir tres veces las reservas de la Argentina.
El maestro, primero
Otra de las características de este país insular, que no olvida pese a la crisis, es su dedicación obsesiva con respecto a la educación. Es la nación del mundo con mayor cantidad de días de clases en la primaria y en la secundaria: 240, ya que también se dictan los días sábados. En Japón el 94% termina el secundario, y un tercio de ellos ingresa a la universidad. El horario de clases es de 8 a 17 y, al terminar ellas, el profesor está obligado a limpiar los pasillos y su aula de trabajo.
El salario promedio mensual de un japonés es de 3.010 dólares. El sueldo de un maestro es más del doble del salario promedio, ya que gana mensualmente 7.200 dólares. Esto solo es superado por Suiza, que le paga a los educadores primarios unos 8.000 dólares. Por su parte, en la primera potencia del mundo, Estados Unidos, el maestro alcanza los 5.000 dólares.