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Por Luis Borelli
6 DE Abril 2013 - 20:16
Aproximadamente en 1850 arribó a la Argentina un inmigrante alemán. Era don Otto von Klickx, nacido en 1826 en la ciudad de Magdeburgo, a orillas del Elba y a unos 200 kilómetros de Berlín. Allí pasó sus primeros años hasta que se fue a estudiar, primero a Baviera y más tarde a la Universidad de Leipzig, donde se licenció en filosofía y letras.
Enamorado de la historia universal, Klickx se fue a Francia para especializarse en la Universidad de París. Después de dos años de perfeccionamiento decidió consagrarse enteramente a su vocación. Fue entonces cuando se planteó escribir un “Resumen de la historia del mundo”. Y para ello planeó establecerse en algún país de sudamérica. Dicen que al principio pensó en Brasil, pero al final rumbeó para la Argentina donde, según consejos recibidos de compatriotas suyos, encontraría la paz y el sosiego que tanto necesitaría para poder concretar su obra cumbre. Dispuestas así las cosas, don Otto reunió en Alemania todos sus papeles, archivos, documentos y libros, y se embarcó rumbo a Buenos Aires. Por entonces la ciudad puerto comenzaba lentamente a crecer a los cuatro vientos, aunque todavía sus calles empedradas eran escasas y las veredas angostas e irregulares.
Ya en la Argentina, don Otto se quedó unos días en Buenos Aires. Luego iría a Córdoba donde residían compatriotas suyos, entre ellos don Pedro Sylvester, un bávaro que había llegado al país en 1843 y que llegó a tener diecinueve hijos.
En la “Docta” Klickx pensaba dedicarse a la docencia y conectarse con académicos y científicos de aquella ciudad.
El malón
Y así fue que con todos sus bártulos don Otto tomó una galera y partió a Córdoba, ignorando, por supuesto, que a mitad de camino un malón atacaría su carruaje y cambiaría su destino. De milagro el alemán salvó el pellejo pero papeles y documentos terminaron en una gran hoguera avivada por indios pirómanos y mal entretenidos. Fue en esa circunstancia que don Otto fue auxiliado y socorrido por un salteño que casualmente hacía el mismo camino. Era don José de Uriburu quien, además de darle una mano en la ocasión, lo convenció para que se radicara definitivamente en Salta.
Y así fue que Otto von Klickx vino a parar a nuestra ciudad.
Aquí plantó bandera, se puso a trabajar y casó con doña Manuela Salas de Castro, sobrina del presbítero Francisco Claudio de Castro, primer rector del Colegio Nacional de Salta.
Como no podía ser de otra manera para un alemán, don Otto fundó aquí la primera fábrica de cerveza del norte argentino.
Y por supuesto, dada su formación académica, también se dedicó a la arqueológica. En esta materia, hay quienes sostienen que fue él quien fomentó la vocación científica de Juan Martín Leguizamón, que en 1853 comenzó a investigar los yacimientos arqueológicos de la provincia. Con el tiempo, la actividad industrial cervecera le posibilitó a von Klickx amasar una importante fortuna, a punto tal que en 1870 le donó a la Curia de Salta los terrenos sobre los cuales el obispo Buenaventura Rizzo Patrón hizo construir el Seminario Conciliar. Es la manzana actualmente delimitada por las calles Mitre, Alsina, Zuviría y Necochea.
Y mientras don Otto desarrollaba la industria cervecera, también se daba tiempo para dedicarse a la docencia. Dictó clases ad honrem de historia universal, latín, griego y materias afines en el Seminario Conciliar. También hizo periodismo en “La verdad católica”, órgano oficial del extenso obispado de Salta. Publicó varias obras y opúsculos sobre historia y religión, mientras mantenía correspondencia con personalidades de la época, entre ellos Felix Frías y fray Mamerto Esquiú.
Don Otto Klickx falleció a los 64 años en nuestra ciudad el 10 de julio de 1894. Tiempo después, sus descendientes modificaron el apellido original por Klix, una familia muy conocida en nuestro medio.
Otro germano
Otro alemán que arribó al país en la segunda mitad del siglo XIX, y que luego recaló en Salta, fue don Josep Heinrich Theodor Rauch, (José Enrique Teodoro). Había nacido en 1846, en Bisingen, plena Selva Negra. Llegó al país contratado por el gobierno de Nicolás Avellaneda para asesorar en materia ferroviaria. En nuestra provincia participó de los primeros estudios que se hicieron sobre el trazado del Trasandino del Norte (Huaytiquina) y, al igual que otros profesionales ferroviarios de entonces, levantó su casa en Cerrillos, (ingenieros Macaferri, Rossi, etc), lugar de nacimiento del ramal trasandino. Rauch también calculó la construcción de los campanarios de las iglesias de la Viña y de San Francisco, por entonces los más altos de Latinoamérica. Proyectó las trazas de los ferrocarriles de Salta a Oruro y a Cafayate (C-13), ramal éste que quedó inconcluso justamente en la estancia Alemanía.
Enrique Rauch se caso en Salta en 1886 con Celina Rudecinda Zorreguieta Hernández, hija del historiador salteño Mariano Zorreguieta y falleció en Cafayate el 16 de enero de 1900, cuando relevaba datos técnicos para el ferrocarril a San Juan.