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Compañero de juegos, confidente, cómplice y amigo... Los niños toman a su papá como modelo a imitar. Los hijos construyen la confianza en sí mismos en base a la admiración que le profesan a su progenitor.
12 DE Junio 2013 - 01:32
El próximo 16 de junio se festeja el Día del Padre. La fecha es para muchos sinónimo de festejo, almuerzo en familia y regalos, pero también es un momento que se presta para reflexionar sobre la importancia del rol paterno. Por ello, lo principal es destacar que un buen padre es aquel que transmite alegría a su hijo en la convivencia diaria. Y le transmite también el mensaje de que lo quiere y disfruta cuando está junto a él.
Algunos consejos para tener en cuenta para ser un buen padre, son:
Pasar tiempo con los hijos
Las horas de la comida, cuando preparan la mochila para el colegio, mientras juegan... Sencillamente, hay que encontrar tiempo para estar con ellos. Aunque tengamos muchas obligaciones y estas sean muy absorbentes y agobiantes, estar presentes en la vida de los chicos es prioritario.
No nos engañemos con eso de que no importa la cantidad de tiempo sino la calidad; por muy buenos que seamos, quince minutos no pueden dar mucho de sí. En cuanto a la calidad, la personalidad de los hijos se desarrolla a partir de la relación con los padres, de lo que reciben de ellos y de lo que aprenden a su lado. Por eso cuando estamos con los niños, debemos estar entregados en cuerpo y alma, con ganas, no leyendo el periódico, hablando por teléfono o pensando en nuestras cosas.
Querer y respetar a la mamá
Si los padres terminaron su relación, el papá debe tener al menos una relación amistosa con la madre de sus hijos. El buen trato entre los padres es indispensable porque muestra los sentimientos que existen entre ellos. La relación entre los padres crea una atmósfera en la que el niño crece y va formando su identidad. No es lo mismo que haya confianza y armonía entre los padres a que papá y mamá se contradigan y descalifiquen entre sí.
Ser un buen ejemplo
Los hijos se fijan en el padre. Cuántas veces hemos dicho o escuchado de alguien: “De tal palo, tal astilla”. Los padres son sus modelos, los chicos copian modos de ser, de afrontar y resolver, de relacionarse con las cosas, con los demás y consigo mismos. Y muchas veces nos muestran nuestros propios defectos. Si al verlos, en vez de enojarnos, intentamos corregirnos y educar con el ejemplo, les enseñaremos a corregirse y mejoraremos nosotros también.
Estar en las buenas y malas
Los niños necesitan a su papá en todo momento y para muchísimas cosas. Lo necesitan para que los arrope, los ayude a trepar más alto, a dejar los pañales o a hacer los deberes. Un padre ayuda a crecer. Por eso es necesario que papá diga tanto “sí” como “no”. A veces, los padres, conscientes de que pasan poco tiempo con los hijos, priorizan una faceta y se convierten en papás que solo juegan o miman y desatienden los conflictos o, por el contrario, en papás ogros que solo saben reprender. O se interesan nada más por algunas de las actividades del hijo y desatienden las otras. Un padre tiene que poder ser amigo, compañero, protector, sabio... y estar en todos lados!
Regalar alegría
Una infancia feliz es casi una garantía de una vida feliz, por lo menos favorece que en el futuro el niño tenga integridad emocional y buena salud mental. Llegar a casa y planificar una excursión, hacerles chistes, jugar al escondite, contarles historias... este tipo de acciones los chicos las reciben como algo más que un gesto, para ellos representan “lo bueno de la vida”. Y estas cosas buenas son las que les fortalecen, les hacen más valientes y les dan armas para afrontar las dificultades propias del crecimiento o las circunstancias adversas.
Darles prioridad
Cuando el niño es relegado en los intereses del padre, se refugia en la madre y se vuelve muy dependiente de ella. La principal función del padre es ayudar al hijo a sentirse seguro en el mundo más allá de mamá, y para eso el pequeño debe sentir que es importante para papá. El vínculo con los hijos no es genético, es ético. Es el resultado de una decisión amorosa que hay que sostener día a día.
Escuchar
Estar atentos a lo que dicen y no dicen y animarles a expresar lo que piensan y sienten es la forma de conocerles. Los niños tienen creencias y fantasías que sorprenden al adulto. Para enterarnos de lo que pasa por sus cabecitas hay que escucharles con atención. Escuchar es un acto de amor, cuando les prestamos atención se sienten importantes para nosotros. Además, les damos la posibilidad de escucharse a sí mismos, ser capaces de hablar para defenderse, dar una opinión, plantear lo que no entienden, resolver conflictos, contar sentimientos o emociones e inventar historias. Y si comparten con nosotros sus temores, quedan aliviados.
Educar con cariño
Disciplinarlos es una de forma de amarlos. Si les marcamos límites, si les negamos algo que nos piden pero no les conviene o nos oponemos a sus deseos porque no son razonables, será siempre por su bien, para ayudarles. No les educamos “para que no molesten a los mayores”, sino para que sean felices.
Cuando les enseñamos a usar la cuchara, a ser responsables con los deberes del colegio o a no gritar dentro de casa, no lo hacemos para que no se ensucien o no molesten, sino para ayudarles a desarrollarse como seres independientes. La disciplina adecuada une amor, razón y respeto por el niño. Si unimos esas tres cosas, ya podremos enojarnos sin miedo: sabremos corregirles sin agredirlos y hacerlo solo cuando lo necesitan.
Contar cuentos
Contarles cuentos a los niños es fundamental. Ellos necesitan los relatos para aprender a hilar situaciones, a comprender que primero pasa una cosa y luego otra y para entender el tiempo (cuando es ayer, mañana o después). No hay nada tan interesante y entretenido como escuchar las cosas que les pasan a los demás y ver cómo resuelven sus problemas desde el lugar más seguro del mundo: al lado de papá. Pero los cuentos no tienen solo un valor intelectual: la voz de papá los envuelve y los reconforta y les da ánimo para enfrentarse a los monstruos de la noche.
Estar al tanto de “sus cosas”
Los “asuntos de chicos” son importantes, sobre todo si se trata de los hijos. Sean serios o banales, como tienen importancia para el niño, también tienen que tenerla para papá. Sin agobiarlos ni atosigarlos, hay que estar cerca de ellos para encauzar conductas, asistir a las reuniones del colegio, acompañarlos al médico, estar al tanto de las notas, de qué hacen en el tiempo libre o cómo les va con los amigos. Aunque no existen recetas, hay una fórmula básica que consiste en acostumbrarles desde pequeños a que nos cuenten sus cosas, sin presiones y con respeto. Si estamos a su misma altura y podemos mirarles a los ojos, mucho mejor.