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MATIAS POSADAS INTERVENTOR DEL INSTITUTO PROVINCIAL DE LA VIVIENDA.
Por Luis Andolfi, El Tribuno
15 DE Junio 2014 - 01:02
Si un señor, o una señora (no vaya a ser que me acusen de discriminación de género), decide romper su alcancía y repartir sus ahorros entre los necesitados del barrio, con seguridad que no acudirá para que lo, o la, ayude en esa tarea a una persona que sostiene que el mencionado dinerillo tiene que ser distribuido entre todos los vecinos sean estos pobres o ricos, argumentando, por ejemplo, que los ricos “también son ñatos, y quieren oler”.
Ese engañoso razonamiento pierde de inmediato validez, no sólo por su falsía sino también al conocerse que dicha persona es solvente y que sus amigos y familiares son igualmente pudientes.
Y resultaría ocioso suponer a dónde iría a parar el contenido de la nombrada alcancía.
Pero esta hablilla que acabo de exponer no fue tenida en cuenta por nuestro gauchito gobernador que, ante los vergonzosos y vergonzantes sucedidos en el Instituto Provincial de la Vivienda, conocido como el IPV, resolvió intervenir ese organismo, sin duda antes que el techo se le venga encima. Prevenir es curar, dicen. Intervenir, ¿también?
A esa ocurrencia, le siguió la de nombrar interventor al conocido veleta político José Matías
Posadas, el mismo que aseguró, como si nada, que “no sólo la gente de escasos recursos tiene derecho a una vivienda social”.
Las familias que necesitan de verdad un techo propio vayan sabiendo.
A nadie escapará que dijo eso en inequívoca justificación de las adjudicaciones a funcionarios, amigos y familiares de casas en el barrio Lomas de Medeiros, maniobra que se concretó en perjuicio de decenas de salteños necesitados de un techo propio.
No se detuvo en ese punto. Hace pocos días, ya posesionado al frente del IPV, emitió otra frase antológica: “Ningún funcionario está avergonzado por lo que pasó”. El tampoco, por lo que se aprecia.
Y no, pues, si posee una casa en una urbanización de la zona norte construida por medio de
instituciones intermedias, pero con financiamiento público.
Así es la cosa.
Como cantaba un señor (¿o era una señora?) que espera, hasta ahora en vano, desde hace un cuarto de siglo que le adjudiquen una casa: La esperanza es de nosotros, las casitas de los funcionarios. Qué cosa! El gauchito no tiene suerte con sus funcionarios.