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6 DE Julio 2014 - 12:42
Pablo Alabarces es sinónimo de fútbol dentro del universo de la academia: magister y futbolero, sus clases en la Universidad de Buenos Aires y en otras casas de estudio revisan y analizan el ámbito de la cultura popular, pasando por los híbridos y mezclas musicales del rock nacional, el género gauchesco, el peronismo o la parodia, entre otras cuestiones.
Formado entre Argentina e Inglaterra, Alabarces se describe “futbolero” y en una atractiva conversación con El Tribuno asegura, sin embargo, que el deporte que se juega en los “potreros” y las canchas de todo el mundo no tiene una influencia sociológica, aunque sí tiene cierta repercusión en el campo de la emotividad.
Por otra parte, Alabarces criticó a los relatores de Fútbol para todos y señaló “dichos patrioteros y violentos” en la Televisión Pública. Es la opinión de un especialista a pocos días del cierre de un campeonato mundial que conjuga pasiones y polémicas, donde los fanáticos argentinos no pasaron desapercibidos.
¿El Mundial influye en el estado de ánimo de la sociedad? ¿de qué manera?
La cuestión de los humores sociales es muy difícil de rastrear y de validar. Uno no puede saber si hay un buen humor o mal humor colectivo. Sociológicamente, no es cuantificable. Es más una cosa de lo que olés. En general, lo que está probado es que los mundiales no tienen gran influencia social, político, cultural, si no meramente momentánea. Esto es, si hacías una encuesta en los 15 minutos posteriores al partido del martes, te iba a dar una cosa. Si la hacés hoy, te da otra. Eso sí está probado: no hay influencia en las situaciones sociales, políticas o económicas. Los mundiales no producen eso.
¿Qué sucede con la agenda de las personas? Algunos eligen priorizar el Mundial y olvidan a los fondos buitre, al vicepresidente procesado o el aumento de la nafta...
Cada persona y cada grupo social lo hace como puede, no necesariamente como quiere. Algunos con más libertad, otros con menos. Las agendas mediáticas son otra cosa. Y tampoco son estables: no es lo mismo la agenda mediática de La Nación, que la de Clarín o Página 12, para hablar solo de medios gráficos. Si en este momento hacés un zapping por todos los canales de noticias, vas a ver que todos están hablando de cosas distintas. O, si hablan todos de lo mismo, están hablando del Mundial. Pero no hay “una” agenda mediática, sino que estas se construyen en función de intereses, trayectoria, etcétera.
Las agendas personales -no hay agendas colectivas- porque también eso nos llevaría a decir que, por ejemplo, no hay ningún tipo de diferencia. La agenda de mi hija de cinco años no es la de mis hijos de veintipico. Y la de los hombres, y la de las mujeres. Yo tengo una agenda, no metafórica, una agenda real que me dice exactamente dónde tengo que estar el domingo 13 de julio a las 16 horas, que es viendo un partido de fútbol, pero no todo el mundo tiene esa misma agenda. La noción de agenda es compleja. ¿En qué estamos pensando? En estos momentos yo estoy mucho más preocupado porque en la universidad tenemos congelados los salarios. Y lo dice un futbolero. Mi mañana se desarrolló editando textos de colegas latinoamericanos para los cuadernos del Mundial de CLACSO ¿Se entiende? Soy futbolero, estoy trabajando en el tema por razones profesionales y, sin embargo, mi preocupación central es que, en este momento, con lo que la universidad y el Conicet me pagan, no llego a fin de mes.
Pensar que el fútbol copa las mentes de las personas ¿es una falacia?
Es una falacia, es un mito. Todos aquellos que afirman que el fútbol desplaza cualquier otra cosa de la agenda cotidiana sostienen ese mito que, además, es muy etnocéntrico. “A mí no me pasa, pero a los otros sí”. Ojo, eso no quiere decir que no ocurra: mis hijos veinteañeros que no trabajan, que son músicos, que viven de changas, tienen su vida pura y exclusivamente organizada en función de los partidos del Mundial. No es que no haya sectores que no lo hagan. Eso no los transforma en tarados.
¿Esto de que ciertos sectores priorizan el Mundial, tiene que ver con un estereotipo de clase?
Fijate el público argentino que está en Brasil es todo de clase media alta.
¿El prejuicio triunfa por sobre la realidad?
Claro. Leés los comentarios en La Nación de algún disturbio que hubo en Belo Horizonte, San Pablo o Porto Alegre y los comentarios son “estos negros de mierda”. Ahora, los que están en Brasil no son “los negros de mierda”. Los que están absolutamente fanatizados y han gastado ingentes sumas de dinero son los sectores medio-altos, es decir, los sectores presuntamente conscientes de la sociedad argentina. En este momento están cometiendo locuras económicas. Esto es, gastando sumas ingentes de dinero exclusivamente en función de “una pasión”. Y eso no implica que sean alienados, sino que cada sector, cada grupo, hace lo que puede y lo que quiere con lo que tiene a su disposición. Y si inclusive, y esto lo afirmo en el grado máximo de condicional, hubiera sectores de la población que prefieren dedicarse al Mundial para olvidarse un poco de lo mal que les va en la vida cotidiana, también es legítimo. Pero insisto: esta idea de que hay sectores alienados y manipulados por el fútbol, siempre la dice alguien que no se considera a sí mismo ni alienado ni manipulado. Entonces esto se vuelve absolutamente elitista.
En algún momento, afirmó que el fútbol influía más en la conformación del identitario colectivo argentino que organizaciones como el Estado o los partidos políticos ¿sostiene esa hipótesis hoy?
Eso cambió. Hoy el fútbol sigue siendo una gran máquina de identidad, pero local, a nivel de los clubes, no a nivel nacional. Esto es: hoy, lo que se ve es fanatismo futbolero. Esto es un Mundial, ocurre cada cuatro años. Que ayer a la una del mediodía no volara una mosca por la ciudad era absolutamente previsible. Eso no habla de identidad nacional. No está hablando de un relato de la Patria: los argentinos somos de esta manera, igual que Messi, Di María y Lavezzi. No, porque eso cambió. Porque estamos en una etapa nacional popular. Esto yo lo decía en el año 2002, cuando salíamos de la etapa neoliberal.
¿Entonces, a partir de la salida del neoliberalismo, operó un cambio en el identitario nacional?
Cambió porque vuelve a aparecer el Estado diciendo “somos nacionales y populares”. Es la voz del Estado. Eso se ve clarísimo en las publicidades de Fútbol para todos: es el Estado el que está diciendo “esta es la Patria”. No son los hinchas ni la cerveza Quilmes. Esa es la novedad. Esto ya estaba claro en el 2010. Ese cambio del lugar del fútbol que vuelve a ocupar un lugar “desplazado” tiene que ver con que el Estado argentino vuelve a ser una gran máquina de nacionalidad.
Este discurso interpela a personas que adhieren a este Estado nacional y popular, pero también a los opositores...
Tiene razón Perón: son todos peronistas. La mitad del país puede hablar mal del Gobierno, pero finalmente son todos peronistas y esta idea de lo nacional y popular sigue siendo un discurso eficaz. Es el discurso más eficaz que ha tenido la Argentina desde la segunda mitad del siglo XX hasta la actualidad. Se discuten los detalles: si más nacional o más popular, pero es un discurso muy eficaz. Entonces el clivaje, la línea de corte en este momento no es a favor o en contra del Gobierno. No es que el antikirchnerismo quiere que la Selección pierda y el kirchnerismo quiere que la Selección gane. Ese corte no está. Durante el Mundial solo hay fútbol. Esto no es política, esto es fútbol. Eso es lo que está diciendo en este momento la sociedad: esto es fútbol. No nos jodan. La nafta aumenta, los salarios están congelados, la inflación avanza, tenemos a los fondos buitres y un vicepresidente pelotudo. Bárbaro, pero esto es fútbol. Entonces, juguemos con el fútbol, con el cuerpo de los jugadores, con si Sabella es un inútil o no.
Además hay un poco de patoterismo, que en algunos casos se pone excesivo: creo que a Fantino hay que deportarlo de Brasil, enviarlo de nuevo a la Argentina y amordazarlo, por ejemplo.
Ahí ya entramos en otras sutilezas. Estoy muy enojado con las transmisiones de Fútbol para Todos, pero esa es otra discusión.
¿Cuáles son sus desacuerdos con las transmisiones?
Cuando los que transmitían los mundiales eran Torneos y Competencias, Fox y toda esa gente, me parecía una barbaridad, pero era problema de ellos. Ahora, en cambio, me parece la misma barbaridad, pero como voz estatal. Entonces, cada cosa que dicen es infinitamente más peligrosa. Cuando Sebastián Vignolo dice: “Va el negrito a patear” hablando de una selección, no recuerdo si africana, latinoamericana u holandesa, es el Estado argentino el que usa un lenguaje racista. Cuando los relatores dicen: “la Selección sale a ganar o morir” es el Estado argentino el que usa un lenguaje violento. Y cuando Vignolo se la pasa diciendo: “Vamos Argentina, que somos más grandes, que vamos a ganar” es el Estado argentino el que usa un lenguaje patriotero.
Habla de lenguaje violento. Es su momento, usted afirmó que la violencia en el fútbol se inició con la dictadura ¿Cree que hoy esa violencia se trasladó a los relatores?
Claro, es el aguante como lógica que ordena toda la cultura futbolística. Están todos dentro de esa lógica: los hinchas, los dirigentes, la policía, la dirigencia política. Todos están capturados en la red del aguante. Hay algunos que, dentro de esa red, hablan y hay otros que además pegan.
¿Cuál es su opinión sobre el accionar de la FIFA? Se ha hablado de finales arregladas por conveniencia comercial...
En general, no me gustan las hipótesis conspirativas. La FIFA es la organización más corrupta de la galaxia y de la historia de la galaxia, pero al mismo tiempo esto sigue siendo fútbol. Esto es: sigue habiendo una dosis de lo lúdico, de lo imprevisible, ejemplificado con el travesaño en el que pega la pelota de Pinilla en el partido entre Chile y Brasil. Si esa pelota entraba, no había manera de solucionarlo. Faltaba un minuto. Brasil no podía empatar. Insisto, eso no significa ser inocente: la FIFA es la institución más corrupta de la historia de la humanidad, una gran fabricante de mercancías, clave en el desarrollo del capitalismo mundial. Tiene que vender de la mejor manera posible sus mercancías. Eso no se vende con una final entre Costa Rica y Bélgica. Y sin embargo, puede haber una final así.
¿En manos de la FIFA el fútbol se convirtió en una mercancía?
Sí, por supuesto. Siempre lo fue. La FIFA lo que hizo fue transformarlo en una mercancía fantástica, exitosísima.
Muchos brasileños se manifestaron en desacuerdo con la realización del Mundial en su tierra ¿cuál es su opinión?
Es largo de discutir. Personalmente, creo que los países pobres, como los nuestros, no tienen que organizar este tipo de eventos. No tienen que hacerlo básicamente porque los requerimientos de la FIFA y la dinámica de corrupción y de sobreexigencia, que ejemplifica el famoso padrón FIFA, es superior a nuestras fuerzas.
Mientras tanto, los brasileños han hecho lo más digno que pudieron. Y eso está muy bien, porque un Mundial que, teóricamente, no iba a empezar porque no podían terminar los estadios, hoy es un Mundial perfecto en términos organizativos. Ahora bien, ¿tenía Brasil que gastar lo que gastó, de esa manera, en ese tipo de actividad? Yo creo que no.
¿Cómo influye sociológicamente que Argentina haya ganado el partido de ayer?
Sociológicamente no influye. Influye emotivamente. Los futboleros con el triunfo de Argentina, que por primera vez en veinticuatro años vuelve a jugar una semifinal, celebran un hecho deportivo fantástico ¿Eso cambia en algo la política, la cultura, la economía, la sociedad, el presente y el futuro de la Argentina? Tajantemente no. Hasta el martes pasado, no hubo festejos en las calles después de los triunfos. Luego de esa victoria hubo festejos ¿Eso significa algo? No. Estamos celebrando un resultado deportivo. Nada más.