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23 DE Abril 2017 - 01:03
Desde hace tres semanas los medios de comunicación internacionales se hacen eco de las violentas protestas motivadas por la polarización política en Venezuela. Mientras, en Salta, tres corazones venezolanos laten entorpecidos por la pena. Rafael Calanche (18), su madre Nora Calanche y su abuela Nora Ramírez residen en nuestra ciudad desde hace tres años. Para ellos las noticias acerca del racionamiento de alimentos, la escasez de medicamentos y la inseguridad no son hechos abstractos, sino los padecimientos que inciden directamente en la vida cotidiana de familiares, amigos y conocidos cuyo bienestar los inquieta. Rafael cuenta que allá residen las hermanas de su abuela, dos hermanos de su mamá y sus primos. “Ahora el país está pasando por una verdadera crisis. Se está desarrollando un estilo de guerra civil, los civiles contra el Gobierno y con el Gobierno están los militares. La verdad es que está muy feo y no es como se ve acá, porque las televisoras no te pueden mostrar todo, ya sea por represión o por otra cosa”, señaló Rafael desde el mostrados de Mooma, local gastronómico del que está encargado. Agregó que organizaron una colecta para acopiar alimentos con su fundación: Venezolanos de Salta, que tiene un año y medio de conformación.
A falta de un centro de residentes, son ellos quienes acogen a los ciudadanos que buscan establecerse en el norte de nuestro país. Los recién llegados pueden recibir alojamiento e incluso auxilio para la tramitación de documentos y la búsqueda de empleo de alguno de los más de treinta venezolanos que ya llevan un tiempo en la provincia.
“Cuando llega alguien lo tratamos de ayudar hasta que pueda desenvolverse solo. Hubo casos en los que intentaron deportar gente, pero esto ocurrió porque tratar de sacar documentación en Venezuela es difícil. Acá para hacer el DNI necesitás los antecedentes penales y eso es costoso allá y a algunos les llega a los quince días y a otros en cuatro meses”, detalló.
La situación de los Calenche resultó diferente porque Nora hija conoció a un salteño durante unas vacaciones aquí y pasado un tiempo se casó con él. Acerca de las oportunidades de empleo, Rafael señaló que la mayoría de sus compatriotas trabaja en el sector gastronómico, siguiendo una senda que él mismo trazó. Otros estudian en la universidad pública y se mantienen con trabajos de medio tiempo.
Vida en el interior
Rafael llegó a Salta y su mundo quedó patas arriba. A la compleja transición adolescente debió sumarle un cambio radical de costumbres. “Estaba acostumbrado a otra forma de vida. Vivíamos en Bolívar, a dos horas de la playa. Yo nunca había tenido la preocupación de qué vamos a comer hoy o si llegaremos a mañana. Tenía la vida hecha y de eso me di cuenta al llegar acá”, reflexionó. Sin embargo, lo que no logró con su capacidad de adaptación lo consiguió con su calidez caribeña, exteriorizada en una sonrisa plena. “Tengo un muy buen grupo de amigos que me ayudó muchísimo y todos aquí siempre me parecieron muy amigables”, señaló.
Durante el primer año vivieron en General Güemes, donde participó como columnista deportivo en un programa de televisión. “Eso me ayudó muchísimo a desenvolverme, si bien nunca fui una persona tímida”, dijo. Resulta llamativa su juventud en relación con las responsabilidades que un encargado de bar debe asumir. El rubro lo atrapó desde que trabajó en un bar en Tres Cerritos, Grizzly. “Allí trabajaba como mozo, pero después me llamó la atención la preparación de tragos y empecé a estudiar coctelería. Por una cuestión de tiempo no pude seguir trabajando en Grizzly y me llamaron del Club del Ocio. En este negocio se conoce a mucha gente y conocí al dueño de Mooma, donde estoy ahora, y la verdad es que tengo muy buena relación con él”, señaló. Aclaró que si bien tiene un cargo “acá todos hacemos de todo: atendemos mesas, pasamos a la cocina y hacemos sándwiches y tragos, un trabajo en conjunto”.
Nueva perspectiva
Ahora que está en una plaza que comparte con la turística el conocimiento de la diversidad de las gentes entiende el porqué había juzgado mal el carácter de los argentinos en el pasado. Venezuela es una gran receptora mundial de visitantes atraídos por sus paradisíacas playas y en esos contactos -efímeros- Rafael tenía la visión de que los argentinos “eran agrandados y que esto y que el otro, pero eso lo vi más en Buenos Aires, donde si bien estuve dos días entendí que la vida es más agitada”, señaló, ahora consciente de que aspectos culturales más fuertes que un acento separan a la argentinidad del NOA respecto de otros sitios del país.
Sumamente entusiasta Rafael hace planes para el corto plazo porque su foco está puesto en estudiar gastronomía, pasando por todos los procesos desde bartender hasta chef. “Me gustaría tener mi propio bar y sacar al salteño de su zona de confort, sacarlo del asado, de las empanadas, del ferné. Si bien acá tienes muchas variedades de licores, como mixólogo puedes hacer muchos inventos. Sí, quiero una barra con tragos extravagantes y comida cosmopolita”, dijo, soñando despierto y se sabe que la materia de los sueños cumplidos son los decretos.