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Las paredes del merendero ubicado en La Ciénaga se levantaron con botellas de plásticos. Javier Corbalán
Solo falta terminar el techo, armar el baño y la mesada. Las paredes se levantaron gracias a la campaña Tu botella, mi ladrillo. Pronto estará lista la nueva cocina.
15 DE Agosto 2017 - 00:00
La zona de La Ciénaga no deja de crecer. Mientras que por algunos sectores de allí proliferan los barrios privados, en las márgenes del río Arias se multiplican los asentamientos. Las casitas precarias y los niños jugando con sus mascotas callejeras son la imagen de todos los días.
La expansión va acompañada del crecimiento de las necesidades. Y es por eso que la familia Chocobar no para de recibir nuevos invitados a su merendero, que lleva el nombre de su hijo Gabriel. Allí asisten a 70 niños de lunes a viernes. Hace tres años un grupo de boy scout se acercó al merendero para darles una mano. Así surgió la idea de levantar una cocina amplia. La única piedra en el camino era juntar todos los materiales. El Tribuno conoció a este grupo hace un año atrás, cuando luchaban por la donación de materiales y principalmente botellas descartables. la campaña se llamaba Tu botella, mi ladrillo.
A un paso
Hoy ese sueño de tener la cocina grande para los chicos del merendero Arcángel Gabriel está a un paso de concretarse. Las paredes de botellas descartables rellenas con arena, ya forman el salón de 10 metros por 7. El contrapiso también está listo, solo falta armar el baño, colocar la mesada y la bacha de la cocina y techar.
"Estamos terminando la última etapa y estamos muy contentos porque hay mucha gente que nos está colaborando con algunos materiales que faltaban", contó Cristian Morales.
Casi en su totalidad, la obra de la construcción cayó en manos de Lucas Romero.
Sin hogar ni trabajo, este hombre encontró en la casa de los Chocobar un hogar. Allí se encontró con este proyecto y se puso manos a la obra.
Colaboración
Durante la producción del material para levantar las paredes, el proyecto contó con el aporte de cientos de manos. Más de 300 jóvenes pasaron por el patio de los Chocobar para dar una mano en el llenado de las botellas, y luego para colaborar en el armado de las paredes.
David Kutipa, es líder scout y fue quién acompañó en los primeros pasos a los voluntarios que, hace tres años, apenas superaban los 16 años. "Es muy gratificante ver el compromiso de los chicos y de los vecinos. Además siempre contamos con don Néstor que es el motorcito que no empuja", cuenta Kutipa.
Si bien la obra está en su etapa final, todavía faltan algunos materiales como bolsas de cal, cemento, caño estructural, tirafondos, un juego de baño y la cañería para la cocina y el baño.
Cada mes somos más
Néstor Chocobar junto a su esposa decidieron abrir las puertas de su casa, luego de la muerte de su hijo Gabriel. Hoy, don Néstor cuenta que cada día son más los chicos que visitan el merendero.
"Nunca son los mismos, siempre hay una carita nueva. Nosotros no tenemos problemas porque gracias a Dios, los ingredientes para las meriendas no faltan", contó.
Pioneros
Alvaro Romano tiene 21 y es boy scout. Fue uno de los primeros que se sumó al proyecto y sigue firme, "hasta verlo terminado".
Durante su experiencia en este trabajo solidario contó el apoyo de muchos salteños. "A través de la página de Facebook que tenemos de la campaña Tu botella, mi ladrillo recibimos muchos aportes.
Corralones, vecinos, familiares y conocidos pusieron su aporte para que esto se concrete", contó Alvaro.
Lucas “Chirirí” Romero, el albañil solidario
Lucas tiene 50 años y aprendió el oficio de albañil desde pequeño. Conocido de don Néstor, se acercó al merendero en busca de una mano amiga. Este hombre no tiene vivienda ni familia, y en aquel momento tampoco tenía trabajo. En la casa de los Chocobar encontró refugio y viendo las necesidades de los chicos no dudó en poner a disposición su experiencia. “Nosotros no tenemos dinero, pero le pedimos a la gente que nos colabore si puede hacernos llegar alguna ayuda para Lucas. Él está haciendo todo este trabajo sin cobrar un peso, pero él también tiene sus necesidades”, expresó el joven Álvaro Romano.
Lucas, el albañil, recibió a El Tribuno, en el espacio donde se siente como pez en el agua: la obra.
Allí mostró cómo está terminando el contrapiso del salón, y se animó a enseñar cómo se pasa el fratacho. “Lo que sigue es hacer el revoque, con concreto de cemento y arena. Y vamos a dejar las tapas de las botellas al ras, para que se vean”, dijo Lucas, contento de compartir el proyecto al que ya siente como propio.
Mostrando los pasos que siguen en el salón en el que se proyectó la cocina del merendero, Lucas analiza que la pared exterior no podrá quedar solo con un emboquillado. “El sol va a romper las botellas y se irá la arena. Hay que hacer un “chicoteo” y luego pintar con compresor. Queda muy lindo así”, expresó Lucas mientras mira la pared, toca las botellas y ya visualiza cómo quedará terminado su trabajo.
Consultado sobre si el alzado de las paredes con un material no convencional, como son las botellas, fue muy complicado, Lucas reconoce que sí. Sobre todo porque le gusta dejar la obra prolija.