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Mancha posa junto a su dueño frente a la Riviera Maya, en México; más fotos, en Facebook De Ushuaia a Alaska.
En 75 días, Miguel Lerma recorrió 15 países con su compañera de dos ruedas.
7 DE Agosto 2017 - 00:00
"El sueño de mi vida, el sueño de muchos". Así caracterizó Miguel Lerma a su viaje de 32 mil kilómetros desde Ushuaia hasta Alaska, que realizó a los 58 años. "Nunca dejé de pensar en él. Solo tuve que esperar a que se dieran las condiciones y a estar preparado física y psicológicamente. Un emprendimiento así demanda una planificación al detalle, a conciencia de que las contingencias pueden aparecer y, entonces, habrá que sortearlas", relató a El Tribuno este salteño que emigró a Buenos Aires a los 18 años.
Mancha se llama su moto, en honor a uno de los caballos -el otro era Gato- que recorrieron 21 mil km desde Buenos Aires hasta Nueva York en 1925. El vehículo es una BMW modelo Adventure con cilindrada de 1.200 centímetros cúbicos. "Se portó magníficamente bien, marchando entre 500 y 600 km todos los días. Hice dos cambios de neumáticos y tres servicios en las concesionarias oficiales", contó.
La travesía de Miguel con Mancha comenzó el 9 de abril en Bahía Lapataia, último punto de la Argentina al que se puede llegar por carretera. Desde entonces hasta su objetivo final, la Bahía de Prudohe, en Alaska, viajó durante 75 días -con un parate de 15 días en el medio- y llegó el 14 de julio a destino. "Fue muy acertada la fecha de inicio de la marcha, a pesar de las condiciones desfavorables que he debido soportar en nuestra Patagonia. Debía llegar en el verano del norte para tener chance de alcanzar el Ártico por carretera", analizó.
El recorrido lo llevó por 15 países, cada uno con características particulares. "Disfruté, mas allá de los exuberantes paisajes, del enriquecedor diálogo y trato con los originarios. Aprendí sobre sus costumbres y degusté sus comidas y bebidas típicas, aunque presentasen un aspecto extraño".
En su trayecto Miguel unió los extremos sur y norte del vastísimo continente americano. Atravesó los países de Sudamérica por la costa pacífica rumbo al norte. "Destaco la sensación de seguridad que me produjo pasar Chile, la belleza de la costa del Perú, el placentero paso por Ecuador, admirando sus bananales, y transitar por regiones de Colombia donde hace nada estaban controladas por las FARC", explicó.
En Bogotá tomó un vuelo rumbo a Panamá, desde donde comenzó a recorrer Centroamérica. "Fue una experiencia extraordinaria: todos los sentidos en alerta, con la sensación de no saber qué es lo que viene, tanto al cruzar sus fronteras como al transitar los países".
Después fue el turno de América del Norte, que lo recibió con "las bellas playas mexicanas del Atlántico y del Pacífico". Luego, Estados Unidos y Canadá, "enormes territorios con muy buenas carreteras, donde todo es ordenado y funciona". "Disfruté de transitar por su histórica "ruta 66', la "carretera 1' en la costa de California y la mítica autopista Alaska Norte, que me llevó a este territorio, increíble y difícil por donde se lo mire".
Si bien conoció mucha gente en el camino, Miguel destacó "la oportunidad de formar parte de la fraternidad de aquellos que hacen rutas en moto, con una predisposición especial para ayudar y solidarizarse con quien puede tener algún problema en su camino. Para alcanzar la Bahía de Prudohe, la parte más difícil del recorrido, me uní a un grupo integrado por brasileños y un guatemalteco, con los que avancé en grupo hasta conseguir el objetivo", valoró.
"Concluir con éxito un viaje así me dejó una satisfacción plena. Si me preguntas si lo volvería hacer, te digo que claro que sí y aprovecho para hacer llegar el mensaje a aquellos que piensen en hacer algo similar que nunca se lo saquen de la mente. En general, las barreras para no lograr el objetivo las pone uno mismo. Como dice un querido amigo, "las metas están hechas para cumplirlas", animó Miguel, quien ya sueña con su próxima aventura en otro continente.
El momento más crítico
Miguel reveló que el lugar que más le gustó fue Canadá, a pesar de que allí le tocó sobrellevar un gran desafío climático. “En British Columbia tuve los momentos de mayor adrenalina del viaje. Me vi enredado en los incendios forestales de la segunda semana de julio que produjo 17 mil evacuados en la zona”, relató.
El motociclista veía que se cerraban las rutas a su paso, incluso los caminos alternativos. Oía el ruido de los aviones hidrantes que sobrevolaban la zona. La gente huía como podía, las colas en las estaciones de gasolina eran larguísimas. Por el humo había poca visibilidad y la temperatura se acercaba a los 40º C.
“Estaba al límite con mi combustible pero un señor, que trasladaba su lancha, se solidarizó con mi empecinamiento de cruzar la región hacia el norte. Me regaló nafta, con la que pude avanzar y llegar a Prince George. Ese día conduje por 16 horas para dejar atrás el sector de riesgo”, recordó Miguel.