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Florencia Arias es escritora, fotógrafa y feminista.
16 DE Junio 2018 - 22:08
Bombas en el aire y pañuelos verdes en las calles por el debate sobre el aborto, un mundial que quedó en segundo plano, el día de los periodistas con nuevas formas de comunicar en el trasfondo, el día de los escritores y las escritoras que redireccionan la mirada de la consagrada poesía salteña para intentar darle un sentido más urbano y más comprometido. Son algunos de los signos que marcaron los últimos días.
Florencia Arias tiene una paleta de colores del otoño en el pelo y anteojos inmensos para su cara pequeña, marcada por las emociones de una semana que quedará para la historia.
Ella es una mezcla etérea de fotógrafa y comunicadora pero, principalmente, escritora. Al menos, quizás sea eso lo que más satisfacciones le deja entre todas sus experiencias.
“Yo básicamente soy una autodidacta. Leo a los nuevos y a los viejos sin rumbo alguno. A Fernanda Álvarez Chamale y a Juan José Saer, a Mario Saravia y a Paco Urondo, a Fernanda Agüero y a Kuky Herrán. Entonces, la poesía se transforma en una herramienta para denunciar las desigualdades entre hombres y mujeres, entre los ricos y los pobres, entre los que tienen y los que no tienen.
Es joven. Con 30 años, ya es reconocida en el ambiente artístico, entre los trabajadores de prensa y entre aquellas personas que toman las calles como herramienta de lucha para las causas humanas.
“Mi arte es político”, dijo y plantó posición. Lo debe ser porque desde hace un año comenzó a ser parte del equipo de comunicación de Hijos Salta, “con puntitos”, en todas las acciones que realiza esa agrupación de derechos humanos.
La militancia le dio una de esas experiencias que le hicieron temblar las piernas y le templaron el espíritu.
El pasado 7 de junio fue protagonista con Teresa “Kuky” Herrán en un homenaje a los desaparecidos por el terrorismo del Estado durante la última dictadura cívico militar. El encuentro se hizo en la Universidad Nacional de Salta, organizado por Adiunsa.
“Fue la primera vez que me pasó, me impresionó mucho el peso específico de Kuky Herrán. Fue demasiado para mí, las impresiones, su estampa, sus palabras, la forma de leer, de pararse ante todos y ante la vida. Estaba inmóvil, muda y me temblaban las piernas al ver cómo ella se hizo cargo de lo que escribió. Yo pensé que yo ya no tenía nada para decir (ríe)”, contó.
En ese momento le pasó toda su vida por delante como en una cámara rápida. Ese recorrido la llevó a la mitad de su infancia en Cerrillos, en un pueblo, y en pocos segundos la trasladó a Villa Urquiza, en Buenos Aires, en una casa bien peronista en donde los olores de una parrilla de domingo se mezclaban con una tarde de resaca, mates y transmisiones de partidos de fútbol por la radio.
Para leer más de Flor Arias se puede visitar su blog: bajounanube. blogspot.com . También editó dos libros. En 2015, “Cumulonimbus”, de editorial Killa. En 2017, “Desabrigada”, de editorial Cuaderno de Elefantes.
Parte de su trabajo, su visión y sus impresiones se pueden ver en Twitter. Su cuenta es “@aminube” y en su perfil solo usó cinco palabras: “A la gilada ni poesía”.
Pensó en su papá biológico y en su papá de la vida. En su mamá Virginia luchando, siempre luchando. En su embarazo a los 20 años, de Aimeé. En su otro embarazo, de Lola, que ahora tiene 8 años. En que tuvo que salir a laburar y desde ese día se tiene que levantar temprano con una sonrisa, para darles un poco de alegría en este mundo que tiene muy poco de eso. Todo eso pensó en ese instante en el aula virtual de Ciencias Naturales.
“Yo básicamente soy una autodidacta. Leo a los nuevos y a los viejos sin rumbo alguno. A Fernanda Álvarez Chamale y a Juan José Saer, a Mario Saravia y a Paco Urondo, a Fernanda Agüero y a Kuky Herrán. Entonces, la poesía se transforma en una herramienta para denunciar las desigualdades entre hombres y mujeres, entre los ricos y los pobres, entre los que tienen y los que no tienen. Por eso siempre digo que mi poesía es arte y política. No se puede escribir algo que no está comprometido con la realidad que se vive porque nuestra patria es el útero. Todo lo que escribo es autorreferencial, sucede en el día a día, escudriño lo cotidiano de la realidad conservadora salteña”, dijo y la mirada la llevó a todas esas mañanas en que toma los silenciosos colectivos del Corredor 3 A con rumbo al Grand Bourg, donde trabaja. Va mirando la rutina de la gente, las ventanillas de lluvia, zonda o frío que se van configurando como la materia prima de sus poesías, que son como armas cargadas de realismo, de palabras que se leen con pasión y que espera sean eternas.
“El otro día leí ante un determinado público el poema Señores Monstruos Amarillos, de Roberto Santoro, y me di cuenta de la actualidad que tienen algunos textos porque están pegados a la realidad. Eso quiero yo de mi poesía. Y así hago con mi fotografía, con mi militancia, con mi forma de ver la vida”, dijo Flor.
De alguna manera, ella fue configurando una nueva forma de ver la vida, y sobre todo la familia. Así, ensambló personas en su familia, a los padres de sus hijas, y a sus respectivas parejas, con su pareja. Todo está centrado en las nenas, en que sean felices, en su cuidado, en su atención.
Y por ese camino pudo lograr constituir una nueva concepción de familia, quizás más comunitaria, humana, comprensible y consecuente con su escritura.
Solo habrá que esperar entonces que esa nueva luz, de escritura revolucionaria y militante, sea lo que le depare el camino, que luche por las poesías inclaudicables, por el contenido político y porque la tradición de la Salta poética sea cada día más feminista.
Flor Arias fue una de las protagonistas de la jornada que terminó, en la madrugada del jueves, con media sanción para la despenalización el aborto. Con su participación en las manifestaciones, sus fotos y una crónica especial para “FemiNacida, periodismo con mirada feminista”, la joven se plegó a las horas que quedaron en la historia social y política.
“El sol pegaba de lleno y se sentía un calor diferente al de todos los días en la plaza, que se tornaba verde con la salida de los y las estudiantes de los colegios secundarios. Hacia las 16, el número de personas ya era una locura para esta provincia que solo se moviliza en septiembre ante el Señor y la virgen del Milagro”, reseñó en un fragmento de su texto.
Sus párrafos reflejaron con claridad las razones de las miles que pasaron el día frente a la Legislatura provincial, mientras se debatía en el Congreso. “En una ronda de mates, una mujer junto a su hija compartían el momento y el relato que expresaba esa necesidad de tener la ley. ‘Quedé embarazada de mi hija a los 19, estaba estudiando en la universidad y mi novio no tenía trabajo. Pensamos en abortar. Fui sola a un lugar desconocido a visitar a un doctor que supuestamente te llevaba a Rosario de Lerma (localidad a 40 minutos de la capital salteña) y te hacía un aborto por 5 mil pesos. Llegué a la dirección que me anotaron en un papel y golpeé la puerta. Efectivamente era ahí. Un señor de delantal y ojos que me miraron con desprecio me metió en un consultorio, me revisó y me dijo que mi embarazo estaba muy avanzado, me pidió 1.500 pesos solo por hacerme un tacto. El tipo me dijo que la próxima vez no abra las piernas o vuelva antes de la semana 6 y me sacó de ahí. Tardé horas en volver a mi casa sin que se me note la cara de espanto de haberme cruzado por primera vez en la vida con la realidad. Yo no sabía cuidarme, nunca nadie me lo explicó. Tampoco sabía que mi embarazo estaba tan avanzado. Iba ensayando cómo decirle a mi novio que me mandó a abortar sola con un médico violento que íbamos a tener que enfrentar un embarazo no deseado y que no había vuelta atrás’, contó la mujer”, relató.