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La familia Colina ayuda a los venezolanos que llegan. Jan Touzeau
Los venezolanos llegan en las peores condiciones económicas y de salud.
9 DE Julio 2018 - 02:09
Tienen incertidumbre sobre muchas cosas, pero ganaron certezas en un viaje que tuvo a Salta como destino elegido o forzoso. Del hambre, los reclamos y la tristeza pasaron a ser estrategas silenciosos, ahorristas y fervientes defensores del único sueño que les quedaba y al que se abrazaron contra todo: salir de su país. Ya no son los mismos, tampoco quieren volver a serlo. Afirman que son los primeros, y que no vienen de visita, sino que son refugiados. También advirtieron que "vendrán muchos más".
Recordar Venezuela los hace preguntarse, entre otras cosas, cómo hicieron para vivir durante todos estos años. Las cifras son inciertas, afirman que a las calculadoras ya dejaron de usarlas ante la lluvia de ceros.
Desde la comunidad de venezolanos recientemente creada en Salta afirman que son más de 350 los que residen en la provincia y que la mayoría llegó en los últimos meses.
La casa de Ciudad del Milagro de la familia Colina es un "búnker" en el que todo se mueve con intensidad. En cualquier madrugada el living puede transformarse en la habitación de una familia entera y la comida que era para 3 puede ser hasta para 10 cualquier mediodía.
Allí, dicen los recién llegados que al cruzar la puerta se sienten en su país. El aroma de la comida venezolana que tienta al que camina por la vereda es la prueba.
Ana Colina es la presidenta de Colectividad Venezolana y está casada con un salteño con el que tiene una hija y vive en el país desde hace diez años. Sacó un préstamo para traer a Isadora, su hermana, y sus dos sobrinos.
"Le dije que no me iba sin mis hijos, porque igualito me iba a morir allá por estar sin medicamentos y acá de la preocupación", contó a El Tribuno Isadora. Tuvo cáncer de mama y logró ser operada en su país, pero a pesar de las rifas, los bingos y los esfuerzos de familiares y amigos, no consiguió acceder a las medicinas que necesitaba. Entre tanta tristeza por contar, alza como un trofeo las felicitaciones que recibió hace unos días por el rendimiento académico de sus hijos en el IEM.
La familia Colina llegó de a poco. A la llegada de Isadora y sus hijos se sumó en noviembre la de su madre, hermano, cuñada y sobrina. Orlando Colina, de 37 años, cruzó 5 países casi sin parar durante once días con su madre, de más de 70 años, su mujer y su hija, de 13. La familia tenía un negocio de comida. Cuentan que almorzaban a las 16 para "saltear la cena".
"Fui a comprar harina. Me vendieron el kilo a 300. Subí a mi auto, hice unos metros y volví para llevar más para mi mamá y ya había subido a 350", ejemplificó Orlando sobre el ritmo de la inflación. La vida se volvía cada vez más cara. Vendió su auto por cien dólares, amontonaron los muebles en la casa de su mamá, cerraron todo y emprendieron el viaje.
Hoy se preocupan por sus casas. Afirman que el gobierno amenazó con expropiar las viviendas de los que se fueron.
El viaje puso a prueba a la familia. Transcurrió entre especuladores y "ángeles del camino", como los definieron. Con escaso dinero y comiendo lo que habían podido llevar, galletitas y conservas, cruzaron a Colombia.
Desde Salta su familia les enviaba dinero a los diferentes países por los que fueron cruzando. Los números no dejaban margen para errores. Orlando sintió impotencia cuándo un taxista le cobró de más para llegar hasta la casa de cambio, que estaba cerrada. Pero los ruegos de su esposa, que pedía por "un ángel" mientras contenía a su hija y su suegra, fueron escuchados. Un venezolano que iba camino a Perú no pudo ignorar la desesperación familiar y les prestó dinero.
El viaje de los Colina continuó, pero en Desaguadero, Bolivia, perdieron una valija con todos los papeles. "Hasta el título de mi esposa", recordó Orlando. Su esposa Margorie es ingeniera. La selfi familiar subida en el "novedoso" mototaxi, una "ayudita" monetaria, y el reclamo ferviente de Orlando fueron la llave para llegar nuevamente a la valija y los papeles.
Cruzar a Argentina no fue fácil, pero los esperaba otro "ángel". Ya en Villazón, una agente de Migraciones les preguntó si tenían dólares. "Le dije que no tenía, porque era verdad. Pero el hombre de la agencia de viajes interrumpió y dijo que sí tenía, que íbamos a cambiar y regresábamos", contó Orlando.
El hombre le prestó 500 dólares. "La mujer contó el dinero y me dijo que solo me alcanzaba para 30 días. Le dije que con eso me alcanzaba", relató divertido el padre de familia. La peripecia transcurrió en medio de un ACV del marido de Ana en Salta. "Cuando los vi, no lo podía creer. Estaban superflacos. A mi mamá no la veía hace ocho años", recordó, emocionada, Ana.