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2 DE Septiembre 2018 - 00:00
Alejandro Szanto anda por estos tiempos con sentimientos encontrados. Tiene callos en el alma por las ingratitudes de trabajar para un Estado que despide a gente y por otro lado se llena de satisfacciones por la aceptación que con el tiempo va ganando su cerveza artesanal Qolqa.
Sí, el hombre es cervecero, fabrica la bebida milenaria en su casa, y El Tribuno salió a buscar la historia de su vida.
Tiene toda la pinta de un tano, pero su papá tiene origen húngaro.
"Mi papá hoy debería tener más de 100 años. Él se vino de Europa porque vivía en la frontera misma entre el comunismo y el fascismo. Ya sabía de algún modo que se venían tiempos sangrientos por los enfrentamientos entre los regímenes totalitarios y así fue que decidió venirse para estos lados", dijo Alejandro.
Ese hombre se llamaba José y se casó con María. Su mamá vive aún en su casa de la zona de la plaza Gurruchaga. "Yo soy un gringo de barrio, donde la plaza fue el centro de mi niñez y en donde la casa de mis viejos fue el eje socializador. Por parte de mi mamá tenemos esa impronta bien tana de juntarnos todos para las reuniones especiales; somos muchísimos. Yo tengo 25 primos y me acuerdo que antes juntaban las comuniones o los cumpleaños de a 2 o 3. Al día de hoy si alguno se casa nos juntamos unos 150 familiares aproximadamente", relató.
Tiene muchos hermanos. Parece que José anduvo por muchos lados y tuvo tres parejas por lo cual Alejandro es el menor de un grupo de 10 hermanos.
Cuando era niño estudió en la escuela pública de su barrio, la gloriosa Armada Nacional, ubicada en la calle Orán. El secundario lo hizo en la Escuela Agrícola y de alguna manera ya se iba perfilando para sus futuros trabajos. Se metió en la carrera de Agronomía, pero por diferentes circunstancias no pudo terminar.
Sucede que entró a trabajar para el Estado bajo la órbita de Bienestar Social de la Provincia. Allí se desempeñó durante 5 años y conoció a Adriana, su compañera de vida. Juntos trabajaban asesorando a huertas escolares y entre las lechugas y los tomates se enamoraron. Ya lo tenían a Elías de 8 meses cuando vino el despido masivo de 5 mil estatales. El hombre contiene las lágrimas, quizás su imagen, su recuerdo de tan jóvenes lo perfora.
"Estuvimos 6 meses sin trabajo fijo. Yo changueaba porque tengo mucha habilidad con las manos y entonces hacía de todo, lo que venga. Mientras seguíamos asesorando a Apadi, tarea que desarrollábamos cuando trabajábamos y que continuamos porque también se nos convirtió en una fuente de ingreso para la mesa familiar", dijo.
Seguir adelante
Así comenzó a trabajar para otras fundaciones y se hizo monotributista. En el año 1997 ingresó a trabajar en el antiguo Plan Social Agropecuario, una idea de Felipe Solá que se venía desarrollando desde 1993, como un plan de acciones concretas para asistir a pequeños productores. Más adelante llegó Magdalena que hoy tiene 19 años.
"Yo entré a trabajar como técnico en terreno en Iruya y luego en Nazareno asesorando proyectos de autoconsumo, en huertas y en granjas con las organizaciones campesinas y aborígenes. También trabajé en proyectos del INAI (Asuntos Indígenas) y la principal tarea fue la de trabajar para otorgarle valor agregado a las producciones de los pequeños productores andinos. Trabajamos en conservación de productos como mostaza, ketchup, chacinados, vinos, sidras y cervezas. De ahí salió Qolqa (la cerveza de Alejandro) en 2005", recordó el emprendedor.
Las variedades
Comenzó experimentando con rubias y negras. El gusto andaba tan bien que se presentó en un concurso organizado por la Provincia y se sabe que ganó no el primer puesto, pero el dinero para comprar un equipo, que aún lo tiene, para producir 150 litros, más un préstamo para arrancar.
"Primero no era tan fácil. Yo comencé con la cebada haciendo la malta y luego elaborando la cerveza. No se conseguía materia prima. Hoy hay malta con solo levantar el teléfono y te la mandan", dijo.
La PSA se convirtió luego en la Secretaría de Agricultura Familiar, hubo un lapsus de 2 años y luego volvió a trabajar con los campesinos en la conservación de productos artesanales, todo en su universo encajaba.
"En esos momentos (hace unos años) había un retroceso en cuestiones alimentarias y se utilizaban conservantes artificiales, una serie de químicos que facilitaban la producción. Nosotros íbamos por otro lado, por fabricar productos sin químicos. Y nos pusimos a estudiar, investigar, recolectar información y experimentar con los lugareños. A pesar de ser yo el técnico, creo que es más lo que aprendí que lo que enseñé. Todo ese saber ancestral de los andinos lo volqué a la cerveza", dijo el chango que un día recibió un fondo para viajar a Perú a capacitarse y que cargó su auto con productores de Iruya y Nazareno y encararon para La Quiaca rumbo al norte. En ese viaje descubrió las construcción de silos circulares de adobe y paja con circulación de aire para mantener frescos los tubérculos y las semillas que los incas la llamaba "Qolqa".
La mira a la historia y se ríe. El pasado 23 de abril fue despedido de ese trabajo por el que puso su sangre. Él dice que la "perversión que avanza" lo hizo dedicarse a la cerveza a tiempo completo.