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El DT Daniel Ramasco observa con atención los movimientos del plantel albo. Pablo Yapura
Tras marcharse siete jugadores en el receso, al albo no le sobra nada para su pelea más dura y aún sigue la búsqueda de su segundo refuerzo.
11 DE Enero 2019 - 01:10
En la primera mitad del torneo Federal A y en los umbrales de una etapa definitoria, Gimnasia y Tiro se encuentra pagando los altos costos de una frustrante primera ronda que arrancó mal, continuó torcida, pero que se intentó enderezar en el final de la mano de Daniel Ramasco como entrenador. Primera ronda en la que el albo terminó sexto entre nueve equipos, a una abismal distancia de nueve puntos de puestos de clasificación a la zona campeonato y, lo que es peor, a solo una unidad de un hipotético desempate por el descenso: perdió casi la mitad de los partidos que jugó (acumuló siete derrotas), solo sumó cuatro victorias y cinco empates.
Como agravante, no ganó nunca en condición de visitante, perdió casi todo lo que jugó fuera de Salta, allí donde es necesario cocinar puntos clave si se aspira a una clasificación a play offs o mínimamente a una salvación. Y de no ser por el envión adquirido tras la llegada del “Gato” (ganó 2 partidos, empató otro y perdió solo uno), el panorama sería aún más complicado y el descenso una realidad más que un fantasma.
Para colmo de males, Gimnasia y su estratega, en estos tres meses que será clave para el futuro del millonario, deberán remar contra la estrechez de un equipo corto en números y en variantes.
Siete futbolistas se marcharon del albo en este receso, tres por decisión dirigencial y del cuerpo técnico (Sergio Salto, Matías Rosso y Juan Manuel Cobelli) y dos decidieron pegar el portazo en busca de continuidad y un mejor porvenir (el arquero Damián Cebreiro) y por problemas personales (Marcos Benítez). Con estas bajas, sin contar a los prescindibles Federico González y Dylan Leiva, Ramasco perdió a dos ocupantes de la banda izquierda, un arquero de consideración para pelearle el puesto a Mauro Leguiza, un delantero de área y un marcador central. A cambio, solo sumó como refuerzo a un generador de juego (Pablo Motta), por cierto, necesario por su capacidad de elaboración con la pelota, por experiencia en instancias difíciles, por contagio y personalidad.
Sin embargo, las gestiones por el ocupante del segundo cupo para incorporar fracasaron ante la negativa de Nicolás López Macri por litigio e inconvenientes en la liberación de Juventud Unida de San Luis, ya que el error de la dirigencia también fue depositar todas sus fichas en un nombre sin contemplar un Plan B.
Pero en el medio estuvo el “plantón” de Benítez y la lesión en la rodilla de Pablo Agüero, que modificaron el orden de prioridades. Y tras la pretemporada del plantel en Perico, Ramasco y la subcomisión de fútbol coincidieron en que falta un marcador central que otorgue garantías. La necesidad de un defensor hoy es tan real como la de un delantero de fuste, posición en la que al técnico no le quedará otra para pelear la permanencia en la categoría que arreglársela con lo que tiene, que no es mucho, producto de las deserciones, pero también de la herencia recibida.