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Chicos y grandes se amontonan para vender los mangos.
Ante la falta de trabajo genuino, las familias se sostienen con la venta de mangos al costado de la ruta 50.
13 DE Enero 2019 - 00:50
La ciudad de Hipólito Irigoyen está ubicada a 15 kilómetros de la ciudad de Orán, y en esta época del año, cuando el ingenio entra en receso por el final de la zafra, los vecinos se sienten muy golpeados por la crisis económica.
Se ubican en varios puntos de la ruta nacional 50 que atraviesa la localidad de Yrigoyen, allí se puede observar a familias enteras a la vera de la autopista ofreciendo bolsas de mangos a los vehículos que pasan.
Daniela, una joven madre, cuenta que ella deja al cuidado de su hermana dos pequeñas hijas discapacitadas para pasar el día entero vendiendo bolsas de mango. "Con este calor no las puedo traer conmigo", expreso muy angustiada.
A unos metros se puede ver un vehículo que estaciona y a muchos chicos y grandes que se amontonan sobre la ventanilla para conseguir la suerte de vender una bolsa de esta deliciosa fruta norteña.
Facundo, de apenas 10 años, cuenta que cada bolsa trae alrededor de 5 mangos y cada bolsa sale $50 pesos, cuando le preguntamos cuántas horas pasa a la orilla de la ruta, contesta: "Estamos desde las 11 de la mañana hasta las 9 de la noche muchas veces, hasta que terminamos de vender todo".
Por otra parte, conmueve ver la imagen de Carolina, una joven madre con una toalla en la cabeza para mitigar el calor, que asciende a más de 45 grados, y una beba en los brazos intentando vender las frutas para llevar algo para comer a su casa.
¿Qué van a almorzar hoy? Fue la pregunta. "Si logro vender lo que traje comeremos un guiso, si no almorzaremos mangos, como casi todos los días", respondió resignada ante la pobreza que le toca vivir.
Vecinos solidarios
Estos vecinos comentaron que son más de quince familias que subsisten de la venta de esta fruta, pero el trabajo no comienza con el empaquetado de la misma.
Cada uno de los miembros de las humildes familias recorren las calles de la localidad golpeando las puertas de las casas que tienen plantas de mangos y se ofrecen a limpiar los patios y jardines a cambio de que le regalen las frutas, entonces las lavan, clasifican según el tipo: "Acá vendemos mangos patito, bombón, brasilero, mechudo, solo pedimos que nos dejen pasar a cosechar", cuentan.
La mayoría de estas familias viven en las 62 hectáreas o en el pasaje 16 de abril, conocido como la cloaca. Sus casas son de cañas de bambú y plástico.
"Las personas que paran a comprarnos son generalmente turistas que llegan a Orán o pasan a Bolivia, también algunos feriantes llevan para la reventa", cuenta Daniela.
Mucha gente para a dejarles algo para comer, agua o hielo para refrescar la jornada de estas personas se ganan la vida dignamente.
Ellos buscan ganarse la vida dignamente. Carolina, otra de las madres de familia, dijo que apenas termina la época de los mangos comienza la temporada de las paltas, y realizan exactamente el mismo trabajo de recolección para poder seguir subsistiendo. Mucha gente para a dejarles algo para comer, agua o hielo para que se refresquen e hidraten.