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En el medio oeste norteamericano, se han abierto centros de refugio contra el frío y los vientos polares provenientes del Ártico forzaron el cierre de las escuelas y las universidades. Al mismo tiempo, del otro lado del planeta, una ola de calor que superó todos los registros desató incendios en Australia.
31 DE Enero 2019 - 11:27
En Chicago, los funcionarios alertaron sobre el riesgo de congelamiento instantáneo durante el que podría convertirse en el día más frío de la historia de la ciudad. En el medio oeste norteamericano, se han abierto centros de refugio contra el frío. Y los inauditos vientos polares provenientes del Ártico forzaron el cierre de las escuelas y las universidades de toda la región.
Al mismo tiempo, del otro lado del planeta, una ola de calor que superó todos los registros desató incendios en Australia. Los sindicatos reclamaron leyes que exijan el cierre de empresas cuando las temperaturas alcancen niveles peligrosos, como los casi 47°C de la semana pasada en Adelaida, la capital de Australia Meridional. También la Argentina sufrió el calor extremo, con sensación térmica cercana a los 45°C.
Así es la era del clima extremo, que se produce como una sumatoria de eventos extremos de todo tipo y en todas partes del planeta.
"Cuando sucede algo -ya sea una ola de frío, incendios forestales o huracanes- tenemos que pensar más allá de lo visto en el pasado y admitir que hay una alta probabilidad de que sea peor que todo lo que hemos conocido hasta ahora", dice Crystal A. Kolden, profesora asociada de la Universidad de Idaho, especializada en incendios forestales, y que actualmente trabaja en Tasmania, mientras se desata uno de los peores incendios estacionales en la región.
Tengamos en cuenta estos ejemplos recientes: el año pasado se rompieron récords de calor desde Noruega hasta Argelia. En Australia, la sequía se prolonga desde hace tanto tiempo que un niño de preescolar difícilmente haya visto alguna vez la lluvia. Y California sufrió en 2018 los incendios forestales más ruinosos de su historia, que esta semana condujo a la quiebra a la empresa de servicios públicos más importante del estado, Pacific Gas and Electric.
¿Estamos hablando de cambio climático ? Los extremos de calor y de sequía son coherentes con el consenso de los científicos: cuanto mayores son las emisiones en la atmósfera de gases de efecto invernadero, más probabilidades de temperaturas extremadamente altas. Y en términos generales, los científicos también dicen que cuanto más aumente la temperatura del planeta, el clima extremo se volverá más frecuente y más intenso.
Las cifras de la vida real confirman esos modelos climáticos. Las concentraciones de dióxido de carbono en la atmósfera son las mayores de los últimos 800.000 años, y la temperatura promedio global ha aumentado. Según la Organización Meteorológica Mundial, los últimos cuatro años fueron los más calurosos de los que se tenga registro, y los 20 años más calurosos tuvieron lugar en los últimos 22 años. Además, las temperaturas de los océanos rompieron récords.
Respecto a las temperaturas extremadamente bajas que se registran esta semana en algunas partes de Estados Unidos, marcan un contraste con la tendencia hacia inviernos más calurosos. Por más extraño que parezca, también pueden ser la consecuencia del calentamiento global. Las investigaciones más recientes sugieren que el calentamiento del Ártico está causando cambios en la corriente en chorro y empujando el aire polar hacia latitudes inusuales que no suelen estar preparadas para soportarlo. De allí el atípico frío en grandes franjas del nordeste y medio oeste de Estados Unidos.
Friederike Otto, meteoróloga de la Universidad de Oxford que estudia el rol del calentamiento global en la intensificación de ciertos fenómenos climáticos específicos, dice que si bien no todos estos fenómenos extremos pueden atribuirse al cambio climático, los profundos cambios en la atmósfera de la Tierra "aumentan la probabilidad de que se multipliquen los fenómenos extremos".
"Eso significa que ahora se volvió fundamental entender bien dónde es vulnerable cada comunidad y eso es algo que no estaba en la agenda sin el cambio climático", dice Otto.
Tomemos como ejemplo Chicago . En el verano de 1995, la ciudad sufrió las calamidades de las altas temperaturas, cuando una ola de calor de cinco días dejó un saldo de centenares de muertos. La ciudad puso en marcha un plan de acción para paliar el calor. Plantó miles de árboles, abrió centros de refugio y creó un sistema a través de mensajes de texto para que los vecinos pudieran alertar a las autoridades sobre las personas en situación vulnerable.
Ahora que para la noche de ayer pronosticaron una caída de la temperatura a -31ºC (el récord más bajo de la ciudad es -32ºC, registrado en enero de 1985), llega un período de frío que toda una generación de habitantes de Chicago nunca vivió. La ciudad anunció que cinco ómnibus recorrerán las calles para ofrecer centros móviles de refugio contra el frío para las personas sin hogar, y dio a conocer instrucciones para evitar que se congelen las tuberías.
Desde la década de 2000, los récords de calor en Estados Unidos se rompieron el doble de veces que los de frío. Un estudio de la revista científica PLOS Medicine proyectó una quintuplicación del número de muertes por calor en Estados Unidos para 2080. Los pronósticos para los países menos ricos son peores.
El calor también afecta el valor nutricional de muchos cultivos. Hasta algunos de nuestros placeres más preciosos, como el café, están en peligro por las altas temperaturas.
Este año, el calor es un problema tanto en el hemisferio norte como en el sur. En Alaska, las temperaturas más elevadas de lo habitual obligaron a cancelar las carreras de trineos tirados por perros, mientras que en algunas ciudades de Nueva Zelanda donde por lo general el clima suele ser templado y las casas no necesitan calefacción ni aire acondicionado se rompieron los récords de calor.
Parte de la prevención tiene que ver con hacer las ciudades más resistentes al cambio climático.
The New York Times