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Entrevista al artesano Rubén Blanco
3 DE Febrero 2019 - 10:26
A pocos metros de la entrada al barrio San Nicolás, en la localidad de Vaqueros, se encuentra el taller de artesanías del “Gaucho” Blanco. Olor a cuero y melodías de herramientas que doblegan el metal, marcan el camino hacia el refugio de Rubén. Allí, desde hace varias décadas se fabrican cuchillos artesanales, monturas y todas las “joyas” que el hombre de campo gusta de lucir en los desfiles, fechas patrias y religiosas, y las que necesita en su diario trajinar en los potreros salteños.
¿Hace cuánto que dedica su tiempo a las artesanías gauchas?
Comencé desde chico por un gusto personal, por una profunda pasión por las cosas de campo. A los 15 o 16 años ya fabricaba alguna cosas para mí y mis amigos. Luego, profesionalmente me volqué por completo a los 24 años, es decir hace cuatro décadas largas. Actualmente realizo trabajos en cuero, lonjas sobadas, en hierro, cuchillería, monturas completas, damasquinados, platería, orfebrería y reparaciones en general. Me dedico con mucha pasión a mi trabajo, lo hago como el primer día. Cada obra me entusiasma de igual manera.
¿Tuvo algún maestro en ese largo camino?
Me adentré en el oficio como autodidacta, pero después me acerqué y aprendí mucho de plateros como Juan Pablo Pallarols, sobrino del platero argentino de renombre internacional, Juan Carlos Pallarols. Incursioné en la talabartería con un maestro de la antigua La Bola de Oro. Así que fui ampliando mis conocimientos e ilustrándome un poco. Pero este es un arte de prueba y error. Es la forma de ir descubriendo secretos de los materiales, perfeccionandose en lo que se hace. Me gustaría poder buscar un día todo lo aprendido a quienes deseen continuar este camino apasionante.
En la actualidad, ¿se hace difícil conseguir insumos? ¿El nivel de demanda de artesanías se mantiene?
En cuanto a los insumos, los cueros gruesos, por ejemplo, son difíciles de encontrar desde que se terminaron los mataderos que solía haber en Salta. Para el resto de los artículos, como cuchillería o platería no hay problemas de abastecimiento. Gracias a Dios los clientes se mantienen, al menos en mi taller. Tengo gente de Salta, Tucumán, Córdoba, Buenos Aires, Corrientes. El espectro es amplio. Mis trabajos son solo por encargo, totalmente personalizados y a pedido de los clientes. Lo que más demandan son los cuchillos tipo criollo, de entre 15 a 20 cm, con cabos de madera, plata, alpaca, etc. El precio de este tipo de artículo va desde 2.500 o 3.000 pesos hasta 8.000 o 10.000, depende lo que quiera el cliente, de los materiales. Yo trabajo todo el día. El horario me lo marca cada pedido. No tengo ayudante y cuando me embarco en un proyecto, las horas pasan sin darme cuenta en el taller donde puedo estar 12 o 13 horas. Cuando uno hace lo que gusta, no te das cuenta. Un cuchillo trabajado puede llevar entre 4 o 5 días.
¿Cómo ve las nuevas generaciones de artesanos?
Cada vez hay menos artesanos de calidad. En general, ni a los artesanos y tampoco a muchos consumidores les importa mucho la calidad. Lo que quieren es que las cosas salgan -se vendan- rápido y barato. Yo dicte muchos cursos y se ve gente que realmente quiere aprender, para dedicarse a fabricar cosas de calidad y otra quiere saber solo lo básico, para rápido dedicarse a comercializar. Sin embargo las cosas de calidad tienen su público. Mi taller tiene una clientela constante. Se puede vivir de este oficio. Un buen trabajo es la mejor publicidad. La gente comenta y se va pasando el dato de boca en boca. Mis trabajos fueron mencionados, por ejemplo, por el recordado Dr. Armando Frezze en su libro Puñal Salteño. Hice trabajos para exgobernadores de la provincia y para el actual, cuyo destino fue un presente para el magnate suizo Donald Hess, propietario de Colomé. En 2003, por encargo del coronel Marcelo Liendo, hice 16 hebillas con el logo del C5, que se entregaron como regalo de fin de año a los oficiales de ese regimiento.
¿Los jóvenes gauchos y sus caballos, se visten bien en estos tiempos?
El gaucho ya no es el de antes. Años atrás le gustaba salir -desfilar o participar de eventos- bien puesto. La gente lo hacía más de corazón. Si se participaba de eventos, se lo hacía bien, con orgullo, mucho entusiasmo y luciendo lo mejor que se podía. Ahora se ve mucho que los changos salen por salir nomás. No saben ni poner el lazo en la montura, ni lo que es un retobo. Usan atuendos industriales, desde el poncho hasta el cuchillo, como que no importa nada. Es que falta dirigencia en las agrupaciones tradicionalistas que sepa realmente y enseñe, y jóvenes que quieran aprender. La juventud tiene que estar, pero tiene que capacitarse. Así todo andaría mejor. Y puedo hablar de esto con autoridad. Yo estuve muchos años al frente de un fortín en el Gallinato. Allí me crié y tenía una pequeña finquita donde criaba hacienda. Hoy mucha gente grande y experimentada en Salta, sería lindo que se acerquen los jóvenes para aprender y continuar así la tradición.