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Con las carpas renacen los mitos, muchos de ellos tan vívidos que hasta obligan a tomar recaudos.
4 DE Marzo 2019 - 06:39
Junto con los carnavales renacen cada año una serie de historias y creencias populares en el Valle de Lerma, muchas de las cuales son tan vívidas que hasta obligan a tomar “recaudos”.
En La Merced, por ejemplo, aseguran que “los calores que están haciendo por estos días y la llegada del carnaval atraen al Pata i’ Cabra”. Un sinfín de relatos de lugareños dan cuenta que se lo suele ver merodear la ruta 22 (camino que une La Merced con San Agustín), en inmediaciones de las antiguas cavernas de la finca La Cañadita, donde hoy se elaboran exquisitos quesos y yogures.
“Durante este tiempo de carnaval la gente, especialmente las mujeres deben tener especial cuidado cuando vayan a los bailes de no dejarse enredar por algún gaucho extraño y atractivo que no sea del lugar. El Gran Baile de Antaño de La Merced y el de San Agustín, como los de Rosario de Lerma, El Carril y Campo Quijano, lamentablemente, son el escenario perfecto para que el ‘Pata i Cabra’ haga de las suyas”, contó Maguya, un vecino del pueblo.
"Las mujeres deben tener especial cuidado cuando vayan a los bailes de no dejarse enredar por algún gaucho extraño y atractivo que no sea del lugar", aconsejan los entendidos.
En el campo aseguran que este personaje de la “mitología criolla” aparece en las noches sofocantes y se mezcla con el público en los bailes carperos. En las localidades del Valle de Lerma, no son pocos los vecinos que también advierten su presencia en lugares solitarios durante la madrugada, cuando “los changos y chinas vuelven enharinados y pintados hasta la ñascha después de la parranda”.
En todos los casos lo describen como un gaucho alto y elegante, con sombrero de ala ancha, sonrisa amplia y picaresca, cutis bronceado y que deja ver debajo de su bombacha criolla unas enormes pezuñas de cabra. “Sus piernas son como los cuartos traseros completos del rumiante, cuya leche dio fama a los quesos de Ismael Ortega, en La Isla”, recordó el veterano periodista carnestolendo Luis Borelli.
La versión urbana y rural
Existen dos versiones bien acabadas del ‘Pata i’ Cabra’, una urbana y otra rural. A la del campo se la relaciona con la visita de este personaje, que no es más que el propio mandinga, a las casas de los gauchos desprevenidos. Llega pidiendo comida y agua común o finamente gasificada, con el solo objetivo de engañar a los vecinos, entrar en sus viviendas y llevarse sus almas al mismísimo infierno, donde todo el año es carnaval.
La versión urbana da cuenta de un personaje más moderno y fachero, aggiornado al siglo XXI y de billetera generosa, que asiste por las noches a los boliches bailables en busca de las mujeres más bellas, aunque se dice que en los últimos años ha diversificado sus gustos sexuales.
Después que realiza su conquista en la pista de baile, contornándose como Piquín, lleva a la víctima a un descampado para hacerse de su alma y remitirla al infierno. Solo las castas y puras pueden visualizar a tiempo las patas de cabra de este personaje y son quienes suelen alertar al resto de los mortales sobre su presencia, al grito de “ahí ta”.
En todos los casos, solo la oración aleja y espanta al “Pata i Cabra” hasta la llegada de un nuevo carnaval.
Antecedentes
Hace algunos veranos, un grupo de jóvenes de Cerrillos que disfrutaba de una tarde a puro sol y reggeaton en torno a una pileta de natación, a la vera de la ruta provincial 23 (camino a Rosario de Lerma), entrecruzaron palabras con un gaucho que insistía en acompañarlos y darse un “chapuzón”.
Firmes en su postura, lograron persuadir al extraño de que se retirara del lugar, pero al verlo alejarse de la quinta pudieron observar que lo hacía con un trotecito corto y entrecortado, meneando los glúteos al igual que las cabras sus ancas. Fue entonces que divisaron las peludas extremidades inferiores del sujeto terminadas en pezuñas. “Es el ‘Pata i’ Cabra’”, alertó Santiago Joaquín, uno de los chicos, recordando las descripciones que del personaje había escuchado.
En la zona de la terminal
En 2012, las andanzas del Pata i Cabra llegaron al ámbito judicial. Según testigos, este personaje vestía elegante y se movía con frenesí rockero en uno de los boliches de la zona de la Terminal de Omnibus de la ciudad de Salta, cerca del cementerio de La Santa Cruz.
Una chica que se identificó como Pepa -según los relatos-, empleada de Tribunales, contó en dicha ocasión: ‘Bailaba con destreza y llamaba mucho la atención, porque era buen mozo y llevaba un ritmo rockero. Pero, mientras todo el mundo apreciaba y arengaba sus coreografías alguien gritó ‘miren’, señalando con el índice las peludas extremidades inferiores, terminadas en filosas y puntiagudas pezuñas del admirado danzarín.
Luego comenzaron los gritos ‘es el Pata i’ Cabra‘ y ‘changos‘ y ‘chinas‘ huyeron despavoridos, como almas que se las lleva el diablo.
A tener en cuenta
Entrado enero y hasta mediados de febrero con la llegada del carnaval, relatan los entendidos, el “Pata i’ Cabra” se pone más extrovertido y amigable. Gusta visitar los bailes carperos y recorre los desfiles carnestolendos mezclándose entre la gente en busca de sus víctimas. El escritor salteño Fabio Pérez Paz, autor del Duende Amigo, señala que “hay que evitar caer en las redes engañosas de sus encantos, que invitan a seguir la noche de manera lisonjera pero que, en la mayoría de los casos, tienen un final harto engorroso”.
Bajo ningún motivo hay que repetir - según los conocedores- “soltame carnaval” o “en estos días me posee el diablo”, como lo suele hacer Celeste, una salteña buenamoza fanática de las actividades carnestolendas, quien se expone así a caer en las redes del Pata i Cabra que la puede arrastrar a vivir un corso eterno.