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Para quienes el 21 de julio de 1969 alzaron la vista hacia la Luna y se estremecieron pensando que en ese momento allí había seres humanos caminando, fue una sensación irrepetible.
19 DE Julio 2019 - 08:26
Para quienes el 21 de julio de 1969 alzaron la vista hacia la Luna y se estremecieron pensando que en ese momento allí había seres humanos caminando, fue una sensación irrepetible, porque en los años siguientes, la exploración del cosmos fue perdiendo magnetismo.
A ello contribuyó que ninguna misión tripulada regresara al satélite desde la partida del Apollo 17, en diciembre de 1972. Tampoco mejoró las cosas la promesa de un pronto retorno, formulada en 2004 por George Bush Jr., que nada hizo por cumplirla. La humanidad se ensimismó en su planeta natal mientras la radiación solar y el frío nocturno blanqueaban las seis banderas dejadas por los astronautas en la superficie selenita.
Pareciera que aquellos formidables logros no tuvieron el menor efecto en la vida cotidiana. Los políticos siguen prometiendo la Luna, los enamorados continúan besándose bajo el plenilunio, los fotógrafos persisten en retratar su disco de plata, los astrónomos aficionados no se cansan de apuntar sus telescopios contra su cara visible. Nada cambió, aparentemente.
Y, sin embargo, a poco que rasquemos en la cultura popular encontraremos la impronta de la carrera lunar. Su impacto es visible en la estética cinematográfica, la imaginación futurista y la conciencia ecológica, así como en los universos hedonistas del pop, el turismo y la moda. Lejos de haber sido borrado del mapa, el alunizaje se ha incrustado en la memoria colectiva como un recuerdo disponible a ser utilizado cuando convenga.
El primer impacto fílmico del desembarco en el Mar de la Tranquilidad se anticipó quince meses a su consumación: 2001: Una odisea del espacio, de Stanley Kubrick ( aunque ya había múltiples películas que imaginaron un alunizaje antes de 1969).
Como parte de la trama se desarrollaba en la superficie lunar, era crucial ganar de mano a la retransmisión televisiva dispuesta por la NASA. De ahí que Kubrick cuidara al mínimo detalle el realismo de los aspectos técnicos mediante una revolución en los efectos especiales.
Después vinieron películas como Capricorn One (EE UU, P. Hyams, 1976), Apollo XIII (EE UU, R. Howard, 1975), Transformers: Dark of the Moon (EE UU, M. Bay, 2011) y el biopic First Man (EE UU, D. Chazelle, 2018), la animación española Atrapa la bandera (Enrique Gato, 2015), cuyo héroe pretende recuperar la enseña dejada en la Luna por el Apolo XI; y el recientemente estrenado documental Apollo XI (EE UU, T. D. Miller, 2019). La película que hizo popular la frase "Houston, tenemos un problema" refiere a la misión del Apollo 13.
Ninguna igualó al filme de Kubrick en cuanto a influencia en el público, en la ciencia ficción y en el modo de visualizar el futuro.
Antes del alunizaje, la exploración espacial solo cautivó el ojo de los ilustradores de las revistas de ciencia ficción, semanarios de actualidad y folletos de la NASA. La proeza de julio de 1969 atrajo el interés de dos artistas plásticos que, no casualmente, militaban en el arte pop, siendo como tales muy receptivos a los iconos de la cultura de masas.
Uno era Robert Rauschenberg, que inmortalizó la saga del Apollo 11 en una serie de 33 litografías tituladas The Stoned moon series.
En 1987, el inefable Andy Warhol hizo lo propio con la que sería una de sus últimas obras: Moonwalk Portfolio, una serigrafía con una combinación de la archiconocida imagen de Buzz Aldrin en traje de astronauta y del selfie que se sacó Neil Armstrong, bandera incluida.
La música es uno de los ámbitos de la cultura popular que más acusó el impacto de la Era Espacial. Con el instinto comercial que le caracterizaba, David Bowie lanzó su canción Space Oddity al mismo tiempo que el alunizaje. Y se marcó otro tanto cuando la BBC la eligió como banda sonora de su cobertura de la hazaña (a pesar de que su letra habla de un astronauta víctima de un desastre mortal).
El 20 de julio de 1969, Pink Floyd tomó el testigo en la jam session organizada por la misma cadena para celebrar el gran evento, con un tema de cinco minutos de duración, Moonhead, melodía atmosférica que transmite una sensación de ingravidez y desconexión de la Tierra. Después vino el álbum Dark Side of the Moon, cuya relación con el alunizaje no es tan directa.
También Elton John se subió al tren o, mejor dicho, a la cosmonave, con su canción Rocketman (1972), donde las rutinas y miserias de un astronauta reflejan la pérdida de glamour de este endiosado oficio. La lista no puede obviar el hit de The Police, Walking on the Moon (1979), con la caminata lunar como metáfora del sentimiento amoroso, o Whitey in the moon (2003), en la que Scott Heron contrasta la hazaña tecnológica y la miseria de los barrios negros contando que a su hermana la mordió una rata mientras Whitney paseaba por la Luna.
Por último, destacar los premios MTV Video Music Awards, instituidos en 1984 por la MTV para los mejores videoclips del año y representados por la estatuilla de un astronauta plantando una bandera.
La carrera a la Luna no pasó desapercibida a la gente de letras. Norman Mailer, el gran escritor estadounidense, se marcó un largo reportaje que publicaría en formato libresco con el nombre Un fuego en la luna (1971). Esta joyita recrea el "verano de locura lunar" desde la óptica de un periodista acreditado en Cabo Cañaveral.
En el terreno de la ficción, el alunizaje serviría de telón de fondo a El palacio de la luna de Paul Auster (1989), o de tema de los cuentos melancólicos y desencantados de Memories of the Space Age (1988), la recopilación hecha por J. G. Ballard.
Si los narradores se mostraban ambivalentes en su valoración del evento, los poetas no vacilaron en poner el grito en la luna al ver invadido su tradicional dominio. Allen Ginsberg se quejó en su poema What Comedy's this Epic del contraste entre la parafernalia tecnológica y la hambruna en Biafra y la matanza en Vietnam; y W. H. Auden arremetió en su pieza Moon Landing contra lo que tachaba de "triunfo fálico".
En sus Scritti corsari, Pier Paolo Pasolini exclamaba horrorizado: "¡La Luna ha sido consumida!", porque a sus ojos la NASA y su circo mediático habían cometido un crimen de lesa poesía.
Los Mad Men de la época no perdieron un nanosegundo en sacar partido del "gran salto de la humanidad". Que el Omega Speedmaster Professional se tornara el primer reloj de pulsera en marcar el tiempo lunar dio pie a memorables anuncios.
Otro tanto ocurrió con la marca Tang, los jugos en polvo cuyas ventas despegaron tras ser incorporados a la dieta astronauta por la facilidad con la que se mezclaban con el agua disponible a bordo.
La prueba de que el alunizaje no desapareció del radar de los creativos la pone el anuncio de los bolsos Louis Vuitton de 2009. En esa ocasión Annie Leibowitz fotografió a Sally Ride, la primera astronauta estadounidense en el espacio, junto con Aldrin y Jim Lovell, el comandante del Apolo 13, contemplando la luna con nostalgia desde un descapotable.
Cierto, todavía los publicitarios no alcanzaron su ambición máxima: colocar gigantescos carteles de neón en la superficie lunar visibles desde la Tierra con prismáticos. Todo se andará.
Los trajes espaciales se tornaron chic cuando el modista André Courreges presentó a principios de los años '60 varias colecciones inspiradas en la astronáutica. Después del alunizaje llegaron las botas para la nieve de Giancarlo Zanatta, elaboradas con fibra de nylon e inspiradas en el calzado de los astronautas. En 1992, Ralph Lauren lanzó la chaqueta Spaceman: de inmaculado blanco, lleva una capucha que imita el casco espacial y en la manga tiene cosida la bandera estadounidense.
Nike se sumó con su zapatilla Air Max L Lunar 90 Moon landing, cuyo color plateado evoca la luna. Y en ocasión del 40º aniversario del alunizaje, Louis Vuitton diseñó un baúl de viaje espacial, Malle Mars. Ovoidal y con varias compuertas, sus compartimentos son ideales para los artículos esenciales para un viaje a Marte, silla plegable incluida.
Al escenificar con años de anticipación las primeras andanzas de los terrícolas en su satélite, los álbumes de Tintin Objectif Lune (1953) y On a marché sur la Lune (1954) pusieron el listón muy alto y no hubo historieta que los superase.
Tintín llegó a la Luna 15 años antes que Neil Armstrong Tintín llegó a la Luna 15 años antes que Neil Armstrong
En este páramo solo destacan un episodio de Futurama ( The Series had landed) y ¡En la Luna!, aventura de Mortadelo y Filemón publicada en coincidencia con el 40º aniversario del alunizaje, donde los personajes de Ibáñez llegan más alto que nunca con un objetivo muy acorde a los tiempos que corren: recoger evidencias con las que tapar la boca a quienes se obstinan en negar que el hombre estuvo allí en 1969.
El álbum de Tintin On a marché sur la Lune se publicó entre 1952 y 1954, quince años antes del alunizaje. Para crear esta aventura de la manera más realista posible, Hergé llevó a cabo una extensa investigación sobre la posibilidad de viajes espaciales humanos.
La primera nación en acuñar una moneda conmemorativa del alunizaje fue la madre del invento, Estados Unidos. En 1971, emitió un dólar de plata que rendía un doble homenaje: en la cara figuraba la efigie del expresidente Dwight Eisenhower, y en el reverso el águila imperial descendiendo sobre la superficie lunar con una rama de olivo en sus garras.
Este año, la numismática se enriquecerá con emisiones conmemorativas por parte de diversos países, todas ellas en plata como corresponde a la temática lunar: una moneda de un dólar australiano; una de 20 euros en Austria, una de un dólar en Estados Unidos; de 5 euros en Italia; otra de similar valor en Grecia; y una de 20 francos suizos en Suiza, por citar algunos casos.
Las monedas han sido ilustradas con representaciones del módulo Eagle, la estación de seguimiento espacial de Australia y la pisada lunar de un astronauta, entre otros motivos alusivos.
La dimensión internacional de las celebraciones corrobora que el alunizaje no es visto como el patrimonio exclusivo de una nación sino como un éxito de la especie humana, a la altura del vuelo de los hermanos Wright o el descubrimiento de América.
Una estampilla conmemorando la llegada del hombre a la Luna Una estampilla conmemorando la llegada del hombre a la Luna Crédito: USPS
La astronomía, los cohetes, la exploración espacial sirvieron de motivo a un conjunto de sellos que los coleccionistas bautizaron "Astrofilatelia". Previsiblemente, en esas emisiones las dedicadas al alunizaje ocupan un lugar destacado. Arrancan con el sello de 10 centavos de dólar emitido el mismo 1969 en Estados Unidos, conocido como First man in the Moon, que muestra a un astronauta bajando de la escalerilla del Eagle.
En ocasión del 20º aniversario, se añadió un sello de 2,40 dólares con dos astronautas plantando la bandera de la barra y las estrellas. Y cuando llegó el 30 aniversario se emitió el sello Man Walks on the Moon, con la pisada de un astronauta en la superficie lunar.
Recientemente, el US Postal Service anunció dos sellos conmemorativos, First Moon Landing Forever. Uno reproduce la célebre fotografía de Aldrin posando para su colega Armstrong; el segundo, una vista de la Luna desde Estados Unidos con un punto amarillo marcando el sitio donde se posó el Eagle.
Coreografía lunar
Se hablaba de las misiones Apolo como de una perfecta coreografía entre vehículos espaciales. Pues bien, también existe una coreografía real e individual que alude al alunizaje: el paso de baile llamado moonwalk. Deslizando un pie sobre el otro sin levantarlo del suelo se produce el efecto óptico de un movimiento hacia adelante mientras en realidad el bailarín retrocede, un desplazamiento aparentemente aberrante que de inmediato fue asociado a la caminata lunar.
Aunque su creación se atribuye al grupo The Electric Boogaloos, quien lo popularizó fue Michael Jackson en 1983 mientras interpretaba el tema Billy Jean. Gracias al rey del pop, este paso de baile es mucho más conocido por los jóvenes que los andares de Armstrong y sus colegas.
La Tierra vista desde la órbita lunar, según la fotografió el astronauta William Anders en el Apollo 8 (1968)
La famosísima foto de la Tierra sacada en la Nochebuena de 1968 desde el Apollo 8 fue catalogada por la revista Life entre las 100 fotografías que cambiaron el mundo. Titulada Earthrise (Tierra naciente o Salida de la Tierra), animaba a ver nuestro planeta como un globo pequeño y frágil de recursos limitados y suspendido en el vacío cósmico.
Para ser exactos, la primera vista desde la Luna había sido obtenida dos años antes por la sonda Lunar Orbiter 1. Por otra parte, los siguientes vuelos tripulados y no tripulados enviaron imágenes más nítidas y estéticas, pero ninguna tuvo el impacto de Earthrise. Para muchos, esta postal del espacio funcionaba como un espejo en el que la humanidad podía mirarse desde un punto de vista antes restringido a Dios. Con esta imagen como bandera, el activista John McConnell promovió el establecimiento del Día de la Tierra, una fecha de concienciación ecológica.
El veraneo en la Luna ha sido un tema recurrente en las portadas de las revistas de ciencia ficción y los folletos propagandísticos de la NASA. Ahora ha vuelto a resurgir, si bien de una forma más modesta.
Elon Musk, junto a Yusaku Mawzawa, en la presentación de la iniciativa de turismo espacial, en Los Ángeles Elon Musk, junto a Yusaku Mawzawa, en la presentación de la iniciativa de turismo espacial, en Los Ángeles Fuente: AP
La compañía Space X del empresario Elon Musk ha anunciado su intención de llevar a un millonario japonés a circunvolar la luna en 2023. El billete de ida y vuelta, que costará cientos de millones de dólares, incluye meses de entrenamiento. Sin alunizaje, en resumidas cuentas, y nada que ver con las estancias en bases permanentes soñadas en los días álgidos de la carrera espacial.
El anuncio ha motivado que la NASA, temiendo perderse el negocio, anunciase su decisión de abrir al turismo la Estación Espacial Internacional. Quizás estas iniciativas vuelvan a poner la luna de moda, pero difícilmente despertarán un entusiasmo masivo con un cariz tan elitista. Fuente: La Nación