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Fotos: Jan Touzeau.
Exreligiosos confirmaron que el cura Agustín Rosa los obligaba a transportar dólares desde México a la Argentina. El capo narco iba a pagar la reparación del techo de un convento.
30 DE Julio 2019 - 10:21
Agustín Rosa Torino está acusado de abuso sexual reiterado y agravado: su creación, el Instituto Discípulos de Jesús de San Juan Bautista, investigado por el Vaticano, podría cerrar por haber recibido dinero sucio. El cura, que reside en una finca en las afueras de nuestraciudad y se mueve con libertad, fue beneficiado recientemente cuando el juez Adolfo Figueroa revocó la elevación a juicio por delitos sexuales. Dinero camuflado en una imagen de la Virgen de Guadalupe y vínculos con el Chapo Guzman, las nuevas denuncias.
El comisario pontificio que sucedió a Luis Stöckler, monseñor Martín de Elizalde no desmintió ante medios salteños el cierre de la rama masculina de la congregación si así lo decide el Vaticano. Entre las cuestiones que se investigan dentro de la Iglesia está el manejo de fondos dentro del Instituto, porque se sospecha que hay lavado de dinero y vínculos con el narcotráfico.
Consultado sobre el tema, un exreligioso integrante de la congregación, que vivió en México, donde el Instituto tiene varias sedes, confirmó que grupos de narcotraficantes del cartel de Sinaloa les pedían a Rosa y a los miembros de la congregación que los bendijeran antes de los operativos importantes y que un famoso jefe narco estuvo a punto de pagar la reparación del techo de un convento justo antes de ser arrestado en el 2014.
El exreligioso dudaba de algunos ‘buenos benefactores‘ a los que Rosa iba a visitar. ‘Sospechábamos porque no sabíamos de qué trabajaban y había mucho dinero, mucho lujo. Eran gente siniestra, decían que tenían empresitas, pero nunca a qué se dedicaban. Una vez, dos hermanos fueron a un lugar lleno de tipos armados y les dijeron que tenían que bendecir un campito de ovejas. Estaban aterrorizados, uno de ellos se dio cuenta enseguida de la situación‘, relata.
Después de que ladrones intentaran robar el convento, ‘uno de esos tipos me ofreció un cuerno de chivo, un arma mexicana muy poderosa que rompe las puertas para que yo pudiera defenderme‘. Se trata del fusil de asalto AK-47, uno de los preferidos por los carteles de la droga. ‘Yo le pedí una escopeta común, pero la superiora me dijo que no podía tener ningún arma. Entonces, el hombre me propuso ponerme dos muchachos para que me ’limpiaran el jardín’ si se volvían a meter los ladrones. Entonces empecé a tener el pálpito de que era un tipo que trabajaba con sicarios‘, recuerda.
‘Los narcotraficantes generalmente se meten en las iglesias, son muy creyentes, y piden la bendición antes de los operativos y las balaceras. Te besaban el rosario, y decían ’madrecita, padrecito’‘, refiere. ‘Una vez fueron al convento para que la superiora los bendiga, porque no estaba el cura del pueblo. Estacionaron muchos autos. Era imposible decirles que no, eran como 30 monos armados‘, se estremece.
‘Otro hombre nos pagó la construcción completa de una casa de retiro. Nos daba las facturas que decían cero peso. Cuando volvimos, para pedirle que nos donara sillas, nos encontramos con que la policía federal mexicana había allanado su casa y se lo había llevado‘, afirma.
‘Un señor estuvo a punto de hacernos el techo del convento que se vino abajo por una lluvia. Lo que nos iba a regalar era una locura, la reparación entera salía como U$S50.000. Un día nos iba a entregar la plata y el anterior lo detuvieron. Y ahí me enteré de que el señor, que tenía visto porque venía a la iglesia y las monjitas lo conocían, eran un jefe narco muy importante, con pedido de captura. Parecía un tipo rebueno‘, se sorprende.
‘Yo viajé a la Argentina llevando U$S30.000, y juré que nunca más lo iba a hacer. Otros hermanos llevaban dinero escondido adentro de una imagen de la Virgen de Guadalupe, en los bolsillos, en la ropa interior. Siempre estaban trayendo plata‘, se indigna.
Dinero negro
Otro exintegrante, Cristian Contreras, hijo de una familia acomodada de México, ingresó a la congregación del padre Agustín Rosa en México a los 14 años. Denunció haber sido víctima de abuso sexual por parte de un sacerdote del Instituto, Roberto Morán, en una casa en las afueras de Coahtepec Harinas.
En Metán, Salta, adonde había viajado, Rosa le revisó los genitales con la excusa de verificar si tenía alguna enfermedad pero el no lo tomó como un abuso. Cerró los ojos y dejó que ocurriera. ‘Yo lo consideraba un padre, tenía mi propia habitación, era un privilegiado. Es una cortina psicológica que me impide verlo como el delincuente que realmente es‘, dice desde Canadá, adonde ahora reside.
Contreras, de 35 años, era novicio, y después de haber sido abusado por su superior Morán, conocido como el padre Moisés, abandonó la vocación y le habló de los abusos a Rosa. ‘Nadie hizo nada, todo el mundo lo sabía‘, sostiene.
Con respecto a la relación de Rosa con los narcotraficantes y el lavado de activos, cuenta que una vez viajaron más de 50 integrantes del Instituto a la Argentina desde México, y cada uno traía en el avión un monto de dinero. ‘A mi me dieron entre 18 mil y 20 mil dólares, probablemente más que a otros porque me tenían más confianza y además yo tenía recursos de familia. Si me paraban, podía justificar el origen de los fondos‘, explica. ‘En total, era una cantidad muy importante, algo que que una persona común no podía donar‘.
Cristian lo sabe bien por que la familia de Contreras, de buen pasar, era donante del Instituto. ‘Mi abuela recibía una llamada de Rosa cada vez que viajaba a México, que eran unas diez veces por año, y le pagaba los hoteles, la comida, los autos para los traslados. Todo era bastante caro, pero no se acercaba al dinero que podían recibir de otras personas‘, expone. Además, la procedencia oscura de los fondos que transportaban constantemente a la Argentina le fue confirmada por un hermano ‘que había sido ecónomo del Instituto‘.
Cuando el exnovicio decidió hacer las denuncias por abuso sexual en la justicia canónica y penal en México, lo único que encontró fueron trabas. ‘Todo coincidió con la aparición de alguien cercano a la comunidad del Instituto mexicano, que empezó a obtener datos sobre mi. Entonces, entraron a robar tres veces a mi casa en Playa del Carmen y mi negocio fue visitado por el crimen organizado para exigir que pagara protección‘.
‘Dejé todo y me vine a Canadá, donde vivo tranquilo y estoy a salvo‘, asegura. Consultado sobre si vincula los ataques mafiosos con Agustín Rosa, responde ‘No puedo decir ni que si ni que no, porque no estoy totalmente seguro‘, alega.
Fuente: TN