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Durante noviembre se clausuraron 38 fiestas clandestinas en las cuáles se detectó presencia de menores y hasta en algunos casos cobraban entradas. Los propietarios de boliches piden abrir sus locales como un aporte a la Salud. El COE, no cede.
4 DE Diciembre 2020 - 16:26
Divertirse en tiempos de pandemia plantea dos escenarios: hacerlo clandestinamente y sin miedo a contagiarse de coronavirus.
Las fiestas no permitidas se multiplican cada fin de semana pese a los controles, las advertencias de las autoridades y las consecuencias sanitarias que conlleva la aglomeración de personas, aún con la estabilidad de la situación epidemiológica y la merma de casos positivos en las últimas semanas.
Esta problemática, una de las tantas que acarrea la pandemia, va en aumento a lo largo y ancho de la provincia. No hay otra alternativa para quienes quieren salir de fiesta en la actualidad. Bailar hoy es sinónimo de lo prohbido.
La situación se agrava con el correr de los fines de semanas: en el último mes se detectaron 38 fiestas clandestinas en la provincia, según datos oficiales.
Estos encuentros sociales a todo ritmo, con música de alto volumen, con ventas de entradas en algunos casos, mucho alcohol y, lo que es peor, presencia incontable de menores, se registran principalmente los viernes y sábados y son alertados al sistema 911 por los vecinos.
"Son entre 7 y 10 fiestas clandetinas por fines de semana que se detectan por llamadas o denuncias. Son multados los que concurren y los que organizan", le dijo a El Tribuno el Secretario de Seguridad, Benjamín Cruz.
"Creo que las personas le perdieron el miedo al COVID-19 y hay una necesidad de socialización, ahora deciden arriesgar más que quedarse en casa", opinó por su parte el sociólogo Agustín Pérez.
"Las fiestas clandestinas son algo que venimos sosteniendo desde hace tiempo, el hecho de limitar tanto, incluso la cantidad de personas en un local gastronómico, hace que proliferen este tipo de fiestas", advirtió por su parte Juan Chibán, propietario de un local bailable y tesorero de la Cámara de Gastronómicos.
Precisamente, desde este sector solicitan a las autoridades que se contemple la posibilidad de permitirles abrir los boliches, que permanecen cerrados desde marzo.
Ellos aseguran que sus locales son lugares seguros y están bajo control, lo cual sería lo más conveniente desde el punto de vista sanitario y de seguridad.
Pero no hay un solo indicio de que el Comité Operativo de Emergencia, el cuerpo de habilita o restringe actividades desde el inicio de la pandemia, pueda ceder. Por ahora, los boliches no regresarán.
"Las fiestas clandestinas son una preocupación para Gobierno. Por eso, desde el Ministerio de Seguridad se vienen desarrollando fuertes operativos de control tendientes a la aplicación de sanciones para aquellos que realicen o participen de estos eventos no autorizados. Esta semana estamos intensificando los controles ante las denuncias que circulan. Insistimos en la responsabilidad y conciencia social e individual porque la pandemia continúa", expresó a su turno Matías Posadas a El Tribuno.
"En lo que respecta al funcionamiento de boliches o locales bailables continúan prohibido por Nación, estableciendo expresamente la prohibición de eventos recreativos en espacios cerrados públicos o privados con concurrencia mayor a 10 personas", agregó.
Posadas destacó que muchos boliches en Salta se reconvirtieron al sector gastronómico con espectáculo artístico o cultural. “Así también pedimos a los responsables de las actividades que se comprometan en hacer cumplir estrictamente los protocolos vigentes”, cerró el funcionario.
Por más fiestas clandestinas que surjan los fines de semana y el insistente pedido de los dueños de los locales bailables, estos seguirán inhabilitados como tales. Para el COE, no es momento de salir a bailar.
"El degaste que hace la policía para encontrar este tipo de fiestas es enorme, que mejor que dar una solución en un lugar concentrado, controlado, con protocolos, donde se sabe el nombre del propietario, más teniendo en cuenta que se vienen las fiestas y la gente sale", expresó Chibán.
"Se viene la época de las carpas, las fiestas de fin de año y si hay fiestas clandestinas ahora, a fin de año va a ser peor. Van a aparecer más y va a ser incontrolable”, aportó Darío Gómez, otro de los propietarios.
"No podemos empujar a nuestros jóvenes a que tengan como una opción de entretenimiento la sombra, clandestinidad y precariedad de medidas. Llamamos a las autoridades a encontrar soluciones urgentes en conjunto para evitar un total desmanejo de esta situación", completó el empresario José Molina, dueño de dos reconocidos boliches de la Capital.
El ministro de Gobierno, Ricardo Villada, sostuvo hace tiempo que “bailar en un lugar cerrado será posible únicamente cuando haya inmunizaciones. Si no, no va a ser factible” y recordó que las reuniones familiares y sociales solo son permitidas hasta las 1 y con un máximo de 20 personas.
El 80% de las infracciones que realiza la Policía los fines de semana, en el marco de los operativos COVID-19, corresponden a las fiestas clandestinas.
Luego de la actuación de la Fuerza de Seguridad, los multados deben rendir cuenta en el Ministerio Público Fiscal, a donde van a parar todas las infracciones, más precisamente a la Unidad Fiscal de Contravenciones, a cargo del Dr. Pablo Paz.
El Tribuno intentó obtener más detalles sobre las diligencias de la fiscalía con respecto a este tema, como estadísticas, situación de los menores que se reportan en las fiestas y el precio de las sanciones, pero no recibió respuestas.
"La multa depende la fiscalía de contravenciones, son ellos los que se encargan de aplicarla", reforzó por su parte Benjamín Cruz.
Se supo, por ejemplo, que en Cafayate un infractor fue sancionado con la compra de elementos de bioseguridad para ser entregado a la Policía de la zona.
"Las fiestas clandestinas tienen que ser reguladas porque las personas la van a seguir buscando. Se termina criminalizando por un evento que no es nada de otro mundo, de gente que solo quiere bailar con música fuerte", dijo el sociólogo Pérez Marcheta.
Para las autoridades, bailar implica un inmenso riesgo de contagio y esto no se condice con el esfuerzo que hizo y hace la mayor parte de la sociedad.