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“¿Viste la emoción que se siente cuando Argentina mete un gol en el mundial? Bueno, eso mismo sentí el día que me llamaron para trabajar en la sala de 4 años, en zona sur", recordó el profesor de Educación Inicial.
7 DE Abril 2020 - 10:11
Pablo Rodrigo Vidaurre (30) es uno de los pocos maestros jardineros que tiene Salta e integra el 5 por ciento de los docentes que ejercen en salas a nivel país. Si bien el ejercicio de esta profesión por parte de varones no es nueva, aunque si reducido, el ingreso a la carrera está prácticamente vedado para los hombres en muchos establecimientos educativos privados de Salta.
“Cuando me decidí a estudiar el Profesorado de Jardín de Infantes comencé a indagar dónde podía estudiar la carrera. En los institutos privados religiosos me rechazaron por ser varón. Es más, una secretaria me dijo que la carrera es solo para mujeres. Otra me aconsejó que fuera al público que ahí aceptaban a todos”, recordó Vidaurre. Y así lo hizo. Cursó y se recibió a fines de 2017 en el Profesorado de Jardín de Infantes y Educación Especial N° 6.006, y en 2018 empezó a trabajar en un jardín privado en zona sur.
Pablo es inquieto y está constantemente en la búsqueda de formarse. Es también psicopedagogo. Justamente, durante el ejercicio de esta profesión sintió el llamado de la docencia. “Durante los primeros años llegaban a consulta familias con niños de 2 años, incluso bebés de 3 meses para solicitar ayuda en cuanto a estimulación temprana. Si bien a nosotros nos forman en esa área, yo desconocía cómo se trabajaba desde lo pedagógico y desde lo estrictamente curricular. Desde allí pensé en seguir formándome y me decidí por el Profesorado de Jardín”, recordó.
El año pasado ingresó como suplente a la escuela Cuchi Leguizamón, de zona oeste. Luego pasó a sala de 3 años en el Jardín Pinturitas, de barrio Ciudad del Milagro.
Respecto a sus sensaciones en el aula fue contundente: “¿Viste la emoción que se siente cuando Argentina mete un gol en el mundial? Bueno, esa misma emoción sentí el día que me llamaron para trabajar en la sala de 4 años, en zona sur. Lloré de emoción porque al margen de ser un trabajo para mí era un sueño cumpliéndose”. El joven salteño asegura que nunca olvidará la cara de sus alumnos. “Hoy los cruzo en la calle y los papás, mamás e incluso los abuelos me saludan y me dicen hola profe Pablo, ¿cómo le va?"... Para mí es mucho. Es muy gratificante”, aseguró.
“Con los peques es una cosa increíble. El año pasado tuve un buen grupo de alumnos, eran 25 en total. Noté que es más fácil decir ‘seño’ que ‘profe’, porque me decían ‘trofe’, ‘pofe’, ‘Pablo’ o simplemente ‘seño’ “, contó el joven salteño.
En cuanto a la relación con los padres o tutores, dijo no haber experimentado rechazo alguno. “Al principio siempre es una sorpresa. Luego, con el tiempo los papás acercan más. No digo que no tuvieran en un primer momento un cierto resquemor, por las noticias que circulan por ahí, pero luego ven que es otra cosa y la relación se va afianzando. Yo les hago ver otra cosa”.
La experiencia con sus colegas, en un ámbito tradicionalmente femenino, es muy variado. Pablo dice haber sentido en no pocas ocasiones un marcado rechazo, hasta le han llegado a decir: "Ahora que las mujeres están empoderadas los hombres quieren nuestros trabajos".
Pero aclara que no está en su ánimo cuestionar ningún tipo de opinión. “Solo pienso que es una frase cargada de confusión. Otras veces me dijeron que seguro, por ser hombre no sabía cambiar pañales”, contó.
Sin embargo, el “Profe” reconoció que también existe otro sector mayoritario de docentes que rompiendo todo tipo de barreras y prejuicios, lo hacen sentir parte del equipo.
De lo que no cabe duda es que Pablo va abriendo caminos en Salta, en un área de la docencia poco explorado por los hombres. Es el “profe” que cada tarde se sentará con sus alumnitos, una vez que concluya la cuarentena, a “enseñar y aprender jugando”…