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La postal recordada por todos: la ceremonia inaugural de Argentina 78. Archivo
Un día como hoy se inauguraba el Mundial en Núñez. A metros de allí reinaba el epicentro del horror y las torturas en el centro clandestino de torturas de la ESMA.
1 DE Junio 2020 - 02:55
El 1 de junio de 1978 a las 15, Alemania Federal -campeón vigente- y Polonia, con el arbitraje de Ángel Coerezza, le dieron inicio al Mundial de fútbol organizado por Argentina, que había recibido la sede 12 años antes. El escenario fue el estadio Monumental, de River Plate. Unas cuadras más allá, la sangrienta dictadura cívico militar encabezada por el genocida Jorge Rafael Videla convertía a la ESMA en el símbolo de la noche trágica en la que había hundido al país.
Esa contradicción, la de la fiesta y el horror separados por unos metros y profundizada 25 días después con la coronación del seleccionado de César Luis Menotti, es una herida que se mantiene abierta en la memoria colectiva de los argentinos.
"Cuando la Junta de Comandantes abrió la ceremonia, decenas de detenidos desaparecidos escuchaban los gritos del festejo mientras convivían con el horror de las salas de tortura", sintetizó el Museo de la Memoria (ex ESMA) en su publicación "Historias sin Olvido".
La ESMA fue uno de los más de 700 centros clandestinos de detención que existieron entre 1976 y 1983. Por la ESMA pasaron más alrededor de 5.000 detenidos-desaparecidos, muchos de ellos arrojados vivos al mar o al río.
Fue el propio Videla quien dio el discurso de apertura del torneo. Un discurso cargado de impunidad y de cinismo: "Señoras, señores, hoy es un día de júbilo para nuestro país (...) Es la confrontación en el campo deportivo y la amistad que nos permiten afirmar que es posible, aún hoy en nuestros días, la convivencia en unidad y en la diversidad. Única forma para construir la paz (...)".
"Esa paz que todos deseamos para todo el mundo y para todos los hombres del mundo. Esa paz de cuyo marco el hombre pueda realizarse plenamente como persona con dignidad y en libertad".
Antes, en la ceremonia inaugural, más de 1.500 alumnos de escuelas de Buenos Aires, al ritmo de marchas militares, habían formado distintas palabras y figuras con sus cuerpos sobre el césped. Los acompañaba un locutor, José Mentesana (el mismo que leía los comunicados oficiales del proceso), que narraba sus coreografías: "La alegría inunda el espacio en una verdadera manifestación de un país que recibe al mundo. Rápidamente, con el orden y la disciplina de la conciencia y el accionar, una palabra se dibuja en el campo de juego. Argentina 78".
Videla llegó al estadio en helicóptero, acompañado por los otros integrantes de la Junta: el brigadier Orlando Agosti y el almirante Emilio Massera. Se sentaron en el palco oficial junto al presidente de la FIFA, el brasileño Joao Havelange, y el titular de la AFA, Alfredo Francisco Cantilo.
"Bienvenidos al magno certamen del fútbol mundial y bienvenidos a esta tierra de paz, libertad y justicia", dijo Cantilo.
"Aquí encontramos en el fútbol una fuerza insuperable de atracción popular. Es esa fuerza que nosotros, la FIFA, deseamos colocar al servicio de la comprensión y de la paz entre los hombres y es este el sentido de la competición que vamos a iniciar", dijo Havelange.
A otros pocos kilómetros, pero hacia el sur de Buenos Aires, las Madres de Plaza de Mayo daban su habitual vuelta en reclamo de los miles de desaparecidos mientras las entrevistaba la televisión holandesa. Era jueves.
Después sí, fue el momento del primer partido. Alemania y Polonia, por el grupo 2 que, salvo ese choque inaugural, se desarrolló en Rosario y Córdoba y completaron México y Túnez.
Las otras zonas fueron la 1 (Buenos Aires y Mar del Plata), con Argentina, Italia, Francia y Hungría; la 3 (Buenos Aires y Mar del Plata), con Brasil, Suecia, Austria y España; y la 4 (Córdoba y Mendoza), con Holanda, Escocia, Irán y Perú. El Mundial 78 fue el último con 16 seleccionados: en España 82 ya serían 24.
Alemanes y polacos empataron cero a cero en un partido aburrido, sin emociones. Pero el trabajo estaba hecho.
"El clima reinante, con todo el público cantando el himno argentino en una fase de la ceremonia, fue de tranquilidad absoluta, como se esperaba, y los gritos, así como las banderas argentinas ondeando por todas partes dejaron bien claro el apoyo que su selección va a recibir en su debut ante Hungría -escribió Juan José Fernández, enviado especial del diario español El País-. En Argentina, si hay problemas, ahora es el peor momento para detectarlos".