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El 17 de octubre de 2015 un sismo de 5,9 en la escala de Richter dejó destrozos, heridos y una mujer fallecida en El Galpón. Javier Corbalán
El terremoto de San Juan reavivó una inquietante pregunta. Dos geólogos de la UNSa y el Conicet describieron la naturaleza de los sismos y la zona donde tienen mayor probabilidad destructiva.
24 DE Enero 2021 - 01:30
El fuerte sismo que sacudió a San Juan el lunes último, con más de 50 réplicas que se sintieron hasta en Salta, renovó el interés por estos fenómenos y una pregunta: ¿Estamos preparados?
Ante la inquietud, los geólogos José Viramonte y Carlos Peralta refrescaron algunos conceptos sobre la naturaleza y los mecanismos básicos que los producen en distintas zonas de nuestra provincia, que en 2020 tembló más de 900 veces, aunque en muy pocas se los sintió. Sus claras explicaciones, al igual que las que siempre comparte Ricardo Alonso como columnista científico de este diario, seguramente ayudarán a estar mejor prevenidos.
Un planeta vivo
Los terremotos, así como las erupciones volcánicas, son la expresión más visible para el hombre de la energía que alberga nuestro planeta, especialmente en su núcleo, a unos 6.000 grados centígrados.
Esa energía, por distintos mecanismos trata de disiparse hacia el espacio exterior, siendo una de sus principales consecuencias la generación y el movimiento de las placas litosféricas en que está dividida la superficie del planeta. "Estas placas en movimiento interactúan entre sí, algunas veces separándose, otras deslizándose o bien, en muchos casos, chocando unas con otras. Esta interacción es el principal motivo de la producción de los movimientos sísmicos", resumió Viramonte.
El investigador superior del Conicet detalló que las placas que intervienen en la región son, por un lado, la que forma el fondo del océano Pacífico (más conocida como Placa de Nazca) y, por el otro, la que constituye el continente sudamericano (denominada por ende Placa Sudamericana).
El movimiento en sentido opuesto de las placas de Nazca (hacia el Este) y Sudamericana (hacia el Oeste), a unos 8 centímetros por año, produce una enorme colisión que es la responsable del levantamiento de la cordillera de Los Andes. "Cuando observamos en detalle cómo es la estructura de ese choque, vemos que la placa que forma el piso del Pacífico, por ser más delgada, más densa y menos rígida que la que forma el continente Sudamericano, se hunde por debajo de este con una inclinación de unos 30 grados", indicó.
La placa Sudamericana, debido a ese enorme choque, se deforma, pliega y eleva formando la cordillera, dando lugar en su interior al fundido de las rocas que originan la aparición de innumerables volcanes. "Muchos recordarán la erupción de 1993 del Lascar, volcán localizado cerca de la frontera con Chile, cuyas cenizas taparon Salta y llegaron también hasta Buenos Aires", rememoró el referente de los institutos de Bío y Geociencias del NOA (Ibigeo) y Geonorte de la UNSa.
Viramonte señaló que el enorme choque de las placas, con las múltiples roturas y deformaciones de las rocas, provoca una gran cantidad de sismos en distintos lugares, a diferentes profundidades, con variable intensidad y por diferentes mecanismos. "Esto es lo que hay que entender a la hora de evaluar la verdadera peligrosidad y riesgo que entrañan los sismos en las distintas zonas de la provincia", subrayó.
Por su parte, Peralta recalcó que los sismos "se producen por la rotura repentina de las rocas por efectos de la presión, generalmente en zonas de debilidad conocidas como fallas geológicas". Esa rotura, dependiendo de su importancia, produce una liberación de mayor o menor energía, la que se manifiesta como una vibración y se propaga por el interior de la Tierra como "ondas sísmicas". "Estas ondas son las que producen cuando llegan a la superficie el movimiento del terreno y que conocemos, según su magnitud, como temblores o terremotos", especificó el investigador de la UNSa.
La velocidad en que se propagan esas ondas sísmicas depende de la densidad del terreno por donde pasan. A mayor densidad, más veloces son, alcanzando varios kilómetros por segundo. "Al lugar exacto en el interior de la tierra donde se produce el sismo se lo llama hipocentro, mientras que su proyección vertical sobre la superficie es conocida como epicentro", diferenció el doctor en ciencias geológicas de la universidad pública de Salta.
Un dato clave
Los sismos producen varios tipos de ondas de distinta frecuencia y velocidad. Primero llegan las ondas de compresión (también conocidas como "ondas P"), que son las más rápidas, y luego las ondas transversales ("ondas S"). Viramonte y Peralta advirtieron que estas últimas son las más lentas, pero también las más destructivas". Afirmaron que "es muy necesario tener en cuenta este detalle, ya que siempre que se sienta un sismo, se debe estar preparado porque, segundos después, llegará otro mucho más potente y destructor, por lo que se debe actuar en consecuencia".
Indicaron, además, que algunas ondas sísmicas se propagan tanto en sólidos (roca) como en líquidos, mientras que otras solo se propagan en materiales sólidos y al llegar a una zona líquida o pastosa de roca, desaparecen o son mitigados. Por esta característica, bajo la línea de volcanes Salta tiene una importante barrera de amortiguación sísmica.
Sierras Andinas, una zona con alto riesgo que exige especial atención
En las sierras subandinas, sistema de cordones donde se localiza el frente de deformación de los Andes, los sismos son de dos tipos: unos están relacionados al proceso de hundimiento de la Placa de Nazca y son muy profundos (más de 600 kilómetros). Otros son mucho más superficiales (20 a 30 kilómetros y se vinculan, justamente, con las tensiones del frente de deformación cordillerano.
Los geólogos José Viramonte y Carlos Peralta recordaron que a estos últimos, que son los más destructivos en la provincia, se asocian a los terremotos que asolaron a Esteco y Salta en 1692, de magnitud 7 en la escala de Richter, y que dieron origen a las festividades del Señor y la Virgen del Milagro.
El que devastó a Orán en 1871, de magnitud 6,4, similar al que hace pocos días sacudió la provincia de San Juan en la zona de Media Agua, también se originó en el frente de deformación de los Andes, al igual que el de Trancas (1826) y tantos otros, como el que golpeó a la comunidad de El Galpón en 2015. En todos los casos se localizaron a no más de 30 kilómetros de profundidad.
Sobre este punto los investigadores de la UNSa y el Conicet resaltaron que las mencionadas localidades de Tucumán y Salta están alineadas en sentido Norte-Sur y se corresponden con la zona de deformación actual de los Andes. Por tanto, esa zona se presenta como la más crítica de la provincia desde el punto de vista del riesgo sísmico, ya que los movimientos se producen a escasa profundidad.
Viramonte y Peralta aclararon que, si bien toda la provincia pertenece a la zona de grado 3 de riesgo sísmico, en una escala de 4 que incluye a San Juan y Mendoza, en la línea de Trancas, Rosario de la Frontera, Metán, San Pedro de Jujuy, Calilegua, Orán y Tartagal debe ponerse particular atención respeto de las normas de construcción antisísmica.
A la par, recomendaron una prolija educación de la población por parte de los organismos de Protección Civil de la Nación, la Provincia y los municipios, como también en los establecimientos escolares, sobre la manera en que se debe actuar ante eventos de esta naturaleza.
Intensidad y magnitud
Sobre los dos aspectos que se tienen en cuenta para valorar los sismos, y que muchas veces suelen confundirse, los investigadores del campo geológico también dejaron en claro las diferencias.
La intensidad se utiliza para cuantificar los daños personales y materiales que produce un sismo, y la más utilizada es la escala de Mercalli, que tiene 12 grados. Viramonte y Peralta pusieron en claro que “esta intensidad varía según los daños producidos en distintos sitios” y que, además, “depende de la ubicación del lugar respecto al epicentro del sismo”. “Aquí es importante la profundidad del hipocentro y la distancia al mismo”, puntualizaron, para indicar que “va desde el grado I, en donde la sacudida casi no es percibida por las personas, hasta el grado XII, en donde se produce una destrucción total de las casas y obras de infraestructura, aparecen grietas, ondulaciones del terreno y emisiones de chorros de agua”, entre otros efectos visibles.
La medición de la magnitud, a su vez, se realiza mediante un cálculo numérico a partir de los registros de los sismómetros, instrumentos específicos que ayudan a determinar y cuantificar la cantidad de energía liberada durante un sismo. La escala más usada en este caso es la de Richter, que va de menos de 3,5 (rango en el que los sismos casi ni se perciben) a más de 8 (magnitud en la que la destrucción es total).
Volcanes, una singular barrera de roca fundida
Los sismos que se generan en distintas zonas y profundidades de la Cordillera están mayoritariamente asociados al hundimiento de la placa del fondo del Pacífico por debajo del continente sudamericano. Por ello, en la costa pacífica (Antofagasta, Iquique) son superficiales y poco profundos (5 a 20 kilómetros). “En consecuencia, su efecto en superficie es muy grande, como quedó evidenciado a lo largo del tiempo con destructivos terremotos que asolaron a la hermana república de Chile”, aclararon los geólogos José Viramonte y Carlos Peralta.
Indicaron que hacia el este el límite cordillerano argentino-chileno está marcado por una cadena de grandes volcanes resultantes de la fusión de rocas causada por el choque de las placas de Nazca y Sudamericana. Asociados a esos fenómenos de fusión y ascenso del magma, se producen sismos menores.
Los investigadores de la UNSa resaltaron que en esa zona, de roca parcialmente fundida, las ondas sísmicas que no se propagan en los líquidos desaparecen o son mitigadas. Por ello, los sismos producidos en Chile difícilmente pueden cruzar esa “barrera” y, si logran hacerlo, llegan con muy poca potencia a Salta.
Desde la región andina hacia el este los sismos se profundizan a la par de la zona de contacto de las placas.
“Cuanto más avanzamos hacia el este, más profundos son los sismos. A la altura de San Antonio de los Cobres los más frecuentes se producen a unos 100 kilómetros de profundidad y debajo de Salta, a unos 200 kilómetros”, acotaron.
Volcanes, una singular barrera de roca fundida
Los sismos que se generan en distintas zonas y profundidades de la Cordillera están mayoritariamente asociados al hundimiento de la placa del fondo del Pacífico por debajo del continente sudamericano. Por ello, en la costa pacífica (Antofagasta, Iquique) son superficiales y poco profundos (5 a 20 kilómetros). “En consecuencia, su efecto en superficie es muy grande, como quedó evidenciado a lo largo del tiempo con destructivos terremotos que asolaron a la hermana república de Chile”, aclararon los geólogos José Viramonte y Carlos Peralta.
Indicaron que hacia el este el límite cordillerano argentino-chileno está marcado por una cadena de grandes volcanes resultantes de la fusión de rocas causada por el choque de las placas de Nazca y Sudamericana. Asociados a esos fenómenos de fusión y ascenso del magma, se producen sismos menores.
Los investigadores de la UNSa resaltaron que en esa zona, de roca parcialmente fundida, las ondas sísmicas que no se propagan en los líquidos desaparecen o son mitigadas. Por ello, los sismos producidos en Chile difícilmente pueden cruzar esa “barrera” y, si logran hacerlo, llegan con muy poca potencia a Salta.
Desde la región andina hacia el este los sismos se profundizan a la par de la zona de contacto de las placas.
“Cuanto más avanzamos hacia el este, más profundos son los sismos. A la altura de San Antonio de los Cobres los más frecuentes se producen a unos 100 kilómetros de profundidad y debajo de Salta, a unos 200 kilómetros”, acotaron.