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En la línea de Rosario de la Frontera, Metán, Orán y Tartagal los sismos son más superficiales.
24 DE Enero 2021 - 19:08
En las sierras subandinas, sistema de cordones donde se localiza el frente de deformación de los Andes, los sismos son de dos tipos: unos están relacionados al proceso de hundimiento de la Placa de Nazca y son muy profundos (más de 600 kilómetros). Otros son mucho más superficiales (20 a 30 kilómetros y se vinculan, justamente, con las tensiones del frente de deformación cordillerano.
Los geólogos José Viramonte y Carlos Peralta recordaron que a estos últimos, que son los más destructivos en la provincia, se asocian a los terremotos que asolaron a Esteco y Salta en 1692, de magnitud 7 en la escala de Richter, y que dieron origen a las festividades del Señor y la Virgen del Milagro.
El que devastó a Orán en 1871, de magnitud 6,4, similar al que hace pocos días sacudió la provincia de San Juan en la zona de Media Agua, también se originó en el frente de deformación de los Andes, al igual que el de Trancas (1826) y tantos otros, como el que golpeó a la comunidad de El Galpón en 2015. En todos los casos se localizaron a no más de 30 kilómetros de profundidad.
Sobre este punto los investigadores de la UNSa y el Conicet resaltaron que las mencionadas localidades de Tucumán y Salta están alineadas en sentido Norte-Sur y se corresponden con la zona de deformación actual de los Andes. Por tanto, esa zona se presenta como la más crítica de la provincia desde el punto de vista del riesgo sísmico, ya que los movimientos se producen a escasa profundidad.
Viramonte y Peralta aclararon que, si bien toda la provincia pertenece a la zona de grado 3 de riesgo sísmico, en una escala de 4 que incluye a San Juan y Mendoza, en la línea de Trancas, Rosario de la Frontera, Metán, San Pedro de Jujuy, Calilegua, Orán y Tartagal debe ponerse particular atención respeto de las normas de construcción antisísmica.
A la par, recomendaron una prolija educación de la población por parte de los organismos de Protección Civil de la Nación, la Provincia y los municipios, como también en los establecimientos escolares, sobre la manera en que se debe actuar ante eventos de esta naturaleza.
Intensidad y magnitud
Sobre los dos aspectos que se tienen en cuenta para valorar los sismos, y que muchas veces suelen confundirse, los investigadores del campo geológico también dejaron en claro las diferencias.
La intensidad se utiliza para cuantificar los daños personales y materiales que produce un sismo, y la más utilizada es la escala de Mercalli, que tiene 12 grados. Viramonte y Peralta pusieron en claro que “esta intensidad varía según los daños producidos en distintos sitios” y que, además, “depende de la ubicación del lugar respecto al epicentro del sismo”. “Aquí es importante la profundidad del hipocentro y la distancia al mismo”, puntualizaron, para indicar que “va desde el grado I, en donde la sacudida casi no es percibida por las personas, hasta el grado XII, en donde se produce una destrucción total de las casas y obras de infraestructura, aparecen grietas, ondulaciones del terreno y emisiones de chorros de agua”, entre otros efectos visibles.
La medición de la magnitud, a su vez, se realiza mediante un cálculo numérico a partir de los registros de los sismómetros, instrumentos específicos que ayudan a determinar y cuantificar la cantidad de energía liberada durante un sismo. La escala más usada en este caso es la de Richter, que va de menos de 3,5 (rango en el que los sismos casi ni se perciben) a más de 8 (magnitud en la que la destrucción es total).