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Los hinchas albos se toman la cabeza ante un gol dilapidado casi en el final del partido. Foto Javier Corbalán
Los hinchas que no pudieron viajar coparon el polideportivo albo y sufrieron a 450 kilómetros de distancia.
5 DE Diciembre 2021 - 23:47
La ansiedad inicial, la impotencia en el durante y la desazón en el final no supieron de generaciones: niños que comienzan a dar sus primeros pasos en el laberíntico mundo del estigma de sufrimiento albo, eterno e histórico.
Jóvenes y adolescentes que ya curtieron sus cueros en temporadas anteriores, pero que nunca testificaron la sensación de ver al albo codearse con la élite del fútbol de ascenso.
Y veteranos que peinan canas y que pasaron por todos los estadíos emocionales a lo largo de décadas: del éxtasis incomparable por los ascensos a Primera de la dorada década del 90, a la frustración por haber perdido aquel sitial, hasta llegar al hastío permanente de ser testigos de una sucesión de fracasos encadenados.
Todos ellos gozaron al inicio del partido, sufrieron con el desarrollo y se llenaron de tristeza y desolación con el pitazo final del árbitro cordobés Gastón Monsón Brizuela.
Son aquellos apasionados hinchas de Gimnasia que no pudieron viajar a Santiago del Estero, pero que se concentraron en masa en su propio hogar, más precisamente en el complejo polideportivo techado de calle Vicente López, donde la dirigencia millonaria puso una pantalla gigante para que los fanáticos albos hagan fuerzas todos juntos en la sede social (en un primer momento la convocatoria estaba prevista para las mismas tribunas del Gigante del Norte, pero se trasladó al predio contiguo por cuestiones climáticas).
Y casi un millar de hinchas armaron allí su fiesta con camisetas, trapos y euforia. Y sufrieron tanto o más que los que acompañaron al albo en tierras santiagueñas, con los yerros iniciales del equipo, con el flojísimo primer tiempo, se vio a gente rezarle a “San Pipi Silva” antes que Emanuel Díaz convirtiera su gol de penal; se desplomaron con la expulsión de Matías Birge y descargaron su furia hacia el árbitro.
Sintieron, vivieron y sufrieron. Y pese al resultado, dieron una muestra cabal de la pasión que caracteriza al hincha albo.