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25 DE Junio 2022 - 20:05
“La transición energética llegó para quedarse, no es una moda”. La afirmación del director de la Cámara Argentina de Energías Renovables, Juan Manuel Alfonsín, sintetiza las exposiciones y el espíritu del nuevo capítulo del ciclo multiplataforma de El Tribuno, “Hablemos de lo que viene”, dedicado al potencial de las energías renovables en un mundo amenazado por las emisiones de carbono, el crecimiento exponencial de su población y el aumento vegetativo de la actividad industrial. “La Transición Energética en Salta: El Camino hacia un Futuro Limpio”, fue el título de este capítulo.
La dinámica vertiginosa de nuestros tiempos pone al descubierto la insuficiencia de las fuentes tradicionales de energía. Los combustibles fósiles (petróleo, gas y carbón), los que más contribuyen al cambio climático, serán reemplazados, progresivamente, y lo mismo parece ocurrir con el uranio; en ambos casos, las reservas parecen haber llegado al cénit. También la energía hidráulica, que es renovable, cuenta por ahora con el límite material en cuanto a posibilidades de construcción de diques. En este punto, el aprovechamiento de las corrientes, los oleajes y las mareas también se suma a la renovación energética.
Las energías alternativas, en cambio, representan una vuelta a la misma naturaleza: sus fuentes principales son el sol y el viento, que no se agotan, que no contaminan. También vale mencionar el potencial de la biomasa, que es la materia orgánica presente en los residuos agrícolas, forestales, agroalimentarios y urbanos. En Salta, la abundancia de superficies bañadas con una constancia excepcional por el sol, generan enormes y justificadas expectativas. Desde hace más de cuatro décadas, la Universidad Nacional de Salta ha sido pionera en el desarrollo de técnicas para el aprovechamiento de la energía solar. Hoy garantiza el suministro eléctrico a numerosos pueblos de la provincia. Cuenta además con el formidable potencial de los biocombustibles, de origen agropecuario y agroindustrial, que son subaprovechados debido al peso de los intereses de las empresas petroleras en las decisiones sobre políticas energéticas.
Pero aferrarse al petróleo y al gas es congelarse en el pasado. Está claro que la transición no será inmediata, pero parece inexorable. La tendencia tecnológica, el perfil de la economía del conocimiento y los acuerdos internacionales que comprometen a los países a reducir la huella del carbono son indicadores que ninguna nación debería ignorar. Las muy malas políticas energéticas desarrolladas en la Argentina generaron históricamente una desmesurada demanda de combustibles fósiles tanto para la generación eléctrica como con el reemplazo de los trenes por los camiones. En las dos últimas décadas la decisión de suplirla producción de gas por la importación de gas licuado Medio Oriente fue factor decisivo en el actual descalabro fiscal, que se sumó a la mezquindad para aprobar la mezcla de biocombustibles con la nafta y el gasoil.
Los resultados están a la vista.
El aprovechamiento de las fuentes limpias y renovables de energía es una clave estratégica. Y es una exigencia absolutamente actual.
La invasión de Rusia a Ucrania produjo conmoción en la economía europea, con enorme dependencia del petróleo ruso. Puso al desnudo vulnerabilidades del mundo desarrollado.
Si nuestro país hubiera sido gobernado con perspectiva histórica, hoy tendría varias centrales nucleares en funcionamiento, un sistema de trenes y transportes urbanos alimentados con energía eléctrica y hubiera contado con energías alternativas para autoabastecerse parcialmente; de ese modo, dispondría de reservas de combustibles fósiles para exportar ante el crecimiento de la demanda.
De todos modos, es necesario destacar que el trabajo pionero del Instituto de Investigaciones en Energía no Convencional (INENCO) de la UNSa. al que luego se sumaron la UCASAL y los gobiernos fue señero.
Hoy, la energía originada en fuentes renovables aporta el 13% de la matriz energética argentina y el gran desafío es llegar al 20 % para 2025.
Pero no basta con el entusiasmo de quienes apuestan con firmeza a un giro copernicano en nuestra historia energética, industrial y de transporte. Es necesario un proyecto de largo plazo, como el que han desarrollado varios países europeos, donde el consumo eléctrico de los hogares se alimenta, principalmente, de energía eólica.
Al mismo tiempo, es indispensable observar el desarrollo de las naciones en los últimos setenta años, compararlo con el de la Argentina (y de Latinoamérica en general) y ponderar la diferencia. Un artículo publicado por el Instituto Argentino de la Energía General Mosconi, señala que nuestro país “necesita crecimiento y este demanda un salto cuántico de productividad”. Y destaca, también, los países que lograron pasar de una posición parecida a la nuestra y duplicar su ingreso per cápita en ese período son Israel, Corea, Singapur y Hong Kong. “Todos lo hicieron apoyándose en la economía del conocimiento y la innovación”.
Eso fue el resultado de un esfuerzo combinado del Estado, las empresas y las universidades. Y se fundamentó en la construcción de un sistema educativo orientado a la formación científica y tecnológica.
Las energías renovables no harán milagros: son fruto del esfuerzo y la continuidad de políticas, como lo es el desarrollo humano. Cambiarán en mundo, pero no de un día para otro.
El miedo a una catástrofe climática prevista para dentro de un siglo y causada por el abuso de los hidrocarburos es un dato importante, porque las fuentes renovables lo irán neutralizando: Pero lo esencial es que son ya una realidad que se impone por sus ventajas económicas, laborales y ambientales.
Las energías alternativas representan una gran posibilidad para Salta: como ocurre con los recursos naturales, la minería, la agricultura y la ganadería, multiplican las posibilidades de desarrollo sustentable, de nuevas urbanísticas y nuevos sistemas de transporte. Son inversiones destinadas a generar empleo de calidad, a multiplicar la inversión y la actividad económica, y sobre todo, a mejorar la calidad de vida.