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Rafaela Gaspar prepara la masa para las ofrendas que pondrá en las próximas horas. Pablo Yapura
El 1 y 2 de noviembre son fechas especiales para los que mantienen las viejas tradiciones de recibir a los familiares difuntos con todas las ceremonias.
1 DE Noviembre 2023 - 01:45
Comenzaron los preparativos para la apertura de ese umbral por donde los muertos vuelven a esta tierra, a este valle y a estas familias que mantienen sus creencias ancestrales.
En la casa de los Báez, en Villa Primavera, toda la comunidad comenzó a amasar las harinas para hacer el pan que luego se transformarán en animales, escaleras, cruces, hasta mamaderas.
Los panes son para recibir a los familiares difuntos. Entonces se hace todo lo humano posible para recibir a los que ya no están. Panes con formas de vacas, ovejas, llamas, de "santa guagua", con escaleras que los ayudan a ir al cielo, con cruces.
La familia Báez prepara más de 100 kilos de harina. Encontraron en las tradiciones la forma de convocar a niños y familias de la ciudad para continuar con los rituales de los pueblos puneños.
En otra mesa están las bebidas. Botellas descartables con chicha, aloja, cervezas, vinos y gaseosas. De todo lo que disfrutaban los muertos cuando estaban en vida. También hay leche, biberones y rastros de niños fallecidos como caramelos y otros dulces como arrope de chicha.
En otra mesa, los niños y las niñas arman las cruces y coronas de flores de papel crepé, con goma eva y con variedad de cintas de vivos colores. "Son para alegrar a los muertos", dice Rafaela Gaspar.
"Acá pedimos un permiso a la Pachamama y se comienza a amasar, a las 14 (del 31 de octubre). Niños y grandes arman las formas de los panes. Los hombres son los encargados del horno de barro. Hay panes dulces y salados. Todo es parte de las raíces de nuestras costumbres más antiguas. Todos los preparativos de las chichas, los amases, las flores son parte de una devoción que mantenemos y continuamos con las nuevas generaciones", dijo Rafaela.
A las 20, del 31 de octubre, con todas las comidas, las bebidas y los adornos listos comienzan los rezos protagonizado por todos los participantes. En el caso de los Báez es abierta la convocatoria. Hay niños, viejos, jóvenes, escolares, hasta turistas que se llegan para la ocasión.
A la medianoche los rezos cesan y la concurrencia guarda silencio; hasta los perros son encerrados o atados. Es cuando empieza a sentirse la magia en el aire cargado de almas que comienzan a deambular por la noche de Salta. En los campos es igual y a través de los silbidos los muertos se hacen sentir. Murmullos y silbidos cortan la noche como un cuchillo. No hay que entrar en pánico; son los difuntos familiares.
Cuando la noche cargada de almas llega a su fin con la salida del sol, se sueltan a los perros y se comienza a conversar con muertos amigos. "Acá recibimos la bendición de los curas y recibimos a los amigos como el Ariel Petrocelli, José Ríos, al Cuchi Leguizamón y a tantos otros que disfrutaron en vida con nosotros; ahora lo hacen en muerte", dijo Severo Báez.
Con el transcurrir de la mañana se va organizando para la disposición de las mesas para la llegada de los fieles difuntos. Hay picante de panza, sopa de gallina, asado, acompañado con chicha, vino y cerveza. De postre hay anchi y frutas. Para los niños hay masas, caramelos, panes dulces y gaseosas.
En la mesa se ponen los alimentos, pero no se tocan. Se van colocando según la comida de cada parte del día. Comienza con un desayuno, luego un almuerzo, la merienda y la cena. Todo eso, el día 1 de noviembre.
A la noche vuelve la concurrencia a las 20 y siguen rezando hasta la medianoche. Vuelve el silencio de los murmullos y los silbidos durante la noche hasta las 9, del día 2 de noviembre, con los preparativos para finalizar de llenar la mesa de los muertos.
"Antes de las 13 tiene que estar armada la mesa repleta de comidas regionales, dulces y bebidas. A esa hora se hace el despacho de las almas y vamos todos al cementerio", explicó Viviana Báez.
Es el tiempo de las flores de vivos colores en los cementerios. Los integrantes del Centro de Residentes Vallistos y Puneños parten al cementerio San Antonio de Padua a alegrar a sus muertos en sus tumbas.
Llevan las coronas y las cruces con flores de colores para sus difuntos y además limpian y ornamentan las tumbas olvidadas. Llevan comidas, bebidas, y la vida y la muerte adquiere una línea difusa para el pensamiento occidental. "A las cruces tristes les ponemos una flor y le charlamos a su almita", dijo Severo.
Ya por la tarde, cuando baja el sol, todos volverán a la casa de Villa Primavera en donde se hará la entrega de las ofrendas. Es decir que todos los alimentos se entregan y comparten con los que trabajaron durante dos días para el reencuentro de los vivos con sus muertos.
El Centro de Residentes Vallistos y Puneños tiene otras funciones que son a veces menos conocidas. La familia Báez mantiene el servicio de merendero y comedor comunitario en esa casa de brazos abiertos.
Actualmente asiste a 92 personas que se conforman por niños y adultos mayores. Los lunes, miércoles y viernes funciona como merendero y solo los miércoles se transforma en comedor. Asisten personas que son de los barrios de toda la zona oeste. Alta Tensión, San José, Villa Primavera, entre otros.
"Mi hijos se criaron en el comedor del Padre Lali (San José) porque no teníamos muchos recursos y ahora que ellos son grandes, con sus familias, decidimos devolver esa solidaridad. Y es por eso que ahora yo hago lo mismo que el curita; es lo que tratamos. Entonces todos ponemos un poquito, más lo que traen los amigos, y se ayuda a que los viejitos y los niños puedan comer", explico Rafaela.
Ellos necesitan de todo: desde mesas, alimentos, carnes, harinas, frutas, verduras y elementos para cocinar.
"Tenemos que agradecer al Centro de Salud que nos acompaña con enfermera y asistente social que controlan a los niños", dijo Severo.
Para cualquier donación o ayuda se pueden comunicar con Carolina Báez al 0387 155168496.