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8 DE Noviembre 2023 - 02:04
Siempre inagotable en sus aspiraciones políticas, pero con el estigma de lo que significaron sus doce años al frente del Gobierno de la Provincia de Salta, Juan Manuel Urtubey busca ahora retornar al escenario de la mano del candidato presidencial y actual ministro de Economía Sergio Massa.
En las últimas horas Urtubey apareció en un acto en la provincia de Córdoba, donde el candidato a presidente busca recuperar terreno y diferenciarse del kirchnerismo para atraer a los votantes anti-K en un distrito electoral de suma importancia y con una fuerte carga contra el modelo kirchnerista.
Mas allá de los acuerdos en la recta final rumbo al balotaje del 19 de noviembre, donde la presidencia del país puede definirse por un voto de diferencia, la política vuelve a mostrar esa cara que resulta de la misma moneda: el fin siempre justifica los medios. Y Juan Manuel Urtubey sabe que eso lo deja siempre cerca de cualquier acuerdo, con cualquier sector y en cualquier momento.
Sin entrar en detalles de los actos de Gobierno durante sus años de mandato (2007 a 2019) en los cuales la provincia llegó a los niveles más altos de desnutrición, pobreza y desempleo, resulta interesante observar sus movimientos en la arena de la política.
Julio Mera Figueroa, menemista de la primera hora, fue el padrino y mentor de Juan Manuel, quien siempre se percibió como "un preparado" para ejercer la conducción. "El que gana gobierna y el que pierde acompaña" era una de las frases a las que el exgobernador recurría para justificar sus medidas partidarias.
Ya como gobernador desde 2007 y al frente del PJ en Salta se encargó de una sistemática destrucción del modelo partidario en la provincia, no solo para la oposición, sino también para el propio justicialismo.
Así fue que con el correr de los años acumuló poder, destruyendo a los partidos políticos, debilitando a la oposición y utilizando para ello las designaciones en el Estado y los nombramientos de dirigentes opositores que fueron dinamitando las estructuras de sus propios espacios. En el nombre de la "transversalidad política" -término acuñado en el génesis del kirchnerismo- la primera víctima fue el PRS, uno de los grandes partidos provinciales en el país, con representación propia en el Congreso y que luego, coalición mediante, terminó siendo apenas un instrumento de poder, siempre a favor de los intereses personalísimos de Urtubey. En el camino y con la misma suerte que el PRS, el Partido de la Victoria y la UCR también sufrieron desmembramientos y fracturas que nunca sanaron. El efecto se evidenció incluso dentro del propio justicialismo, donde los viejos dirigentes fueron desplazados en el nombre de la renovación. Esa fue su estrategia más exitosa: la acumulación de poder en base a la destrucción de todos los partidos políticos, usando al Estado como cebo.
Hace unos días el estadista y expresidente de Uruguay Julio María Sanguinetti advirtió sobre este fenómeno. "La declinación de los partidos es la base de la inestabilidad democrática", dijo el uruguayo, para poner una dramática comparación: "En Venezuela, Chávez no destruyó a los partidos; los partidos ya se habían debilitado y ese fue el escenario donde apareció el mesianismo chavista como ejecutor de supuestas soluciones que llevaron a todo un país a una tragedia interminable como la que se está viviendo ahora".
Pero volviendo al enfoque de las estrategias de campaña rumbo al balotaje, si Sergio Massa quiere mostrarse alejado del kirchnerismo junto a Urtubey, hay que decir que tal vez esa no sea la mejor opción. Siempre fiel a su espíritu pendular y a conveniencia, Urtubey tiene otro estigma y es su pertenencia al kirchnerismo en términos ideológicos. Casi dogmáticos se diría. Pocos son los que se olvidan de ese eufórico discurso de Juan Manuel en Coronel Moldes, elogiando a la entonces presidenta Cristina Fernández Kirchner durante la inauguración del gasoducto hasta La Viña (ver video en la página web de El Tribuno). En realidad, en agosto de 2013 ese gasoducto no estaba ni siquiera en condiciones de ser habilitado, pero, en plena campaña política, se apuró una inauguración para la tribuna y fue Urtubey el que habló. Se dijo entonces que el discurso del gobernador salteño fue uno de los más encendidos de la retórica proselitista que la historia política recuerde. Urtubey casi llora en el escenario y muchos aseguran que a Cristina se le escapó una lágrima al escucharlo.
Pasaron unos años y con la llegada de Mauricio Macri al poder, a Urtubey se lo escuchó decir, sin ponerse colorado, que él era "un peronista de Macri". Fue en 2016.
Unos años más tarde, en 2019, Urtubey se encolumnó con Roberto Lavagna e intentaron conformar el Consenso Federal 2030, cuando Miguel Pichetto se fue con Macri y tras desaparecer Juan Schiaretti, eso fue lo que quedó de "la tercera vía", que se postulaba como la opción "ni Macri, ni Cristina".
Sin nada que prospere, a Urtubey se lo volvió a ver cerca de Schiaretti antes de las elecciones de este año, pero fue el propio cordobés quien lo descartó para encarar su postulación presidencial y convertirse en la tercera fuerza política del país.
Ahora Urtubey reaparece y argumenta la "unidad nacional" para "comenzar a dar la vuelta la página". A juzgar por sus apariciones en la política nacional, Urtubey está de remate, pero su gestión y los archivos lo condenan.