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Con su hijo Gael y su esposa Débora se hicieron carne de una misión intransferible.
Hace una década viaja sistemáticamente al Chaco salteño para asistir a las comunidades.
27 DE Diciembre 2023 - 23:46
Los años pasan y el futuro no llega a las comunidades indígenas y criollas del chaco salteño, acostumbradas a la indigencia y a la caridad, a vivir sin luz y sin otra agua que la del río, el mismo cauce poderoso que los alimenta y los inunda cada tanto sin piedad.
Impulsados por un arrollador espíritu solidario, sin ningún interés político ni económico, Daniel Pereira y su esposa Débora Olivera dejan todo hace una década para llegar al Chaco salteño, tres o cuatro veces al año, cargados de simples respuestas a necesidades muy básicas. Llegan hasta ahí como Melquíades, el gitano que asombraba a Macondo con la lupa, el hielo y la alquimia en los relatos de García Márquez, en "100 años de soledad". Viajan para asombrar con su filantropía, con sillas de ruedas, con bolsas de ropa, de comida y herramientas para las comunidades olvidadas en el reparto de la buena suerte.
También se acuerdan de llevar alimento y remedios para los perros de los wichis, todos caschis y muchos, que los acompañan como una sombra. Son esqueléticas figuras hociqueando el suelo, comiendo tierra, heces, lamiendo cualquier cosa. Donde hay un wichi, hay media docena de perros, y la puja por el bocado es dolorosa en el monte chaqueño, que al menos cuenta con la bendición de la solidaridad.
Hace un par de semanas regresaron de la última cruzada solidaria del 2023. "Estamos muy felices de poder dar una mano a nuestros hermanos originarios. Cumplimos con llevarles las donaciones de 4 sillas de ruedas, pañales, leche, calzados, ropa, panes de navidad, y sobre todo la alegría de abrazarlos y que sepan que no los olvidamos", señaló Daniel.
Optimista, agregó: "Estamos convencidos de que poniendo un poco cada uno, algunas realidades tristes se pueden cambiar".
A Daniel nunca le parece que ha hecho suficiente. Nunca suele recostarse a descansar sobre la caridad ejercida cabalmente. Este año incursionó en la vida de otros olvidados, de los que parecen vivir en otro mundo, y son pacientes del Hospital Ragone. "Organizamos un pequeño festival, un refrigerio, un momento de amor y felicidad con los pacientes del hospital, personas olvidadas en la mayoría de los casos por sus familiares, y estigmatizados por la sociedad. Fueron momentos inolvidables, con bailes, canto, juegos y cosas ricas. En éstos tiempos tan difíciles que vivimos los argentinos, agradezco a quienes nos ayudaron a hacerlo posible".