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Andrés Américo Gauna, artista plástico.
9 DE Abril 2023 - 01:20
La noticia dice que Andrés Américo Gauna cumple 50 años con la pintura y que el próximo jueves 13 inaugura una muestra por su trayectoria.
Sin embargo, El Tribuno ingresó al "Planeta de la Soledad", en la villa homónima, allí donde está ubicada su casa con una gran esfera con pinochos en el ingreso al verdadero "Teatro mágico solo para los locos", donde la entrada "solo cuesta la razón", donde Andrés tiene toda una vida resumida en cuadros que van contando sus viajes, murales que describen sus comienzos y otras imágenes pegadas a las paredes que hablan de su revolución.
Porque ya casi no quedan hombres revolucionarios como Gauna, de esos que se despiertan pensando qué hacer para mejorar el mundo, para describirlo crudamente y develar cualquier injusticia. Así es que pinta la muerte de los niños indígenas, muestra la pobreza del interior de Salta, recuerda el terrorismo de Estado, los problemas de su tierra. Alguna vez fue preso político, sus cuadros también; pero volvieron a mostrar una sonrisa.
A los 72 años, Andrés se sienta en su mesa que es donde come, trabaja y recibe a los amigos para repasar algunas cuestiones significativas de su vida. No se pretende una autobiografía, sólo un indicio de su arte que va y viene como su trazo.
Andrés es hijo de Andrés y de Antolina López, que tuvieron 7 hijos. Él es el segundo y su infancia fue siempre en esa casa.
"A los 7 años ya sabía que pintar o dibujar era mi destino. Tenía un tío, que se llamaba Antonio, que trabajaba en Aerolíneas y que me traía de sus viajes acuarelas, lápices, pinceles y yo aprovechaba. Una vez, cuando ya tenía 11 años, me trajo óleos, los mezclé con querosén y pinté mi primer mural en adentro de mi casa. Por supuesto que mi papá se enojó mucho y tuve que salir corriendo", dijo a las carcajadas.
Sergio Ricardo Pérez fue fundamental en la vida de Andrés Américo Gauna: lo reconoce a un decalustro de distancia. Ese hombre brindaba clases de dibujo en la escuela 25 de Mayo, de villa Soledad, a contraturno, sin cobrar un peso. Y Andrés, siendo niño, asistía embebecido.
El vínculo con el padre siempre estuvo en contradicción. Uno quería el arte y el otro la utilidad de un título. Ese hecho de pintar un mural en casa fue definitorio. Como le prohibieron la pintura, a los 14 años se escapó a Buenos Aires. Su padre lo fue a buscar y lo anotó en la Escuela Militar Sargento Cabral, de donde egresó como cabo.
"Mi papá quería un título y ahí se lo dejé. A los 21 años volví a Salta y me anoté en la Escuela de Arte Tomás Cabrera que, como tenía un nuevo plan de estudio, había más de 500 ingresantes; era una locura total ver a tantos chicos y chicas estudiando arte", recordó.
Corría el año 1973 y la primavera camporista y "ragonista" hizo que un grupo de estudiantes organicen el primer Centro de Estudiantes de Artes Plásticas. Por supuesto que ahí estaba metido Andrés, quien además era dirigente vecinal. Estaba en su salsa de la militancia.
"Yo debo decir que la instrucción militar me sirvió mucho para la parte organizativa", advirtió. Para el 74 organizaron el primer festival de estudiantes de arte justo para el 1 julio de ese año. Ese día falleció él presidente Juan Domingo Perón y el país se paralizó; la muestra se suspendió casi de manera automática. Pero no, los dirigentes estudiantiles querían seguir con la exposición y los directivos del colegio fueron inflexibles; el país estaba de duelo. ¿Qué hicieron? organizaron la primera huelga de estudiantes de arte. No hubo mayor repercusión y tampoco represalias. Sin embargo el país se iba enrareciendo y los trabajos de inteligencia, los infiltrados comenzaban a asomar de la mano del peronismo ortodoxo.
Tras el golpe de Estado del 76 Andrés fue uno de los primeros en caer como "preso político". Estuvo 6 meses detenido, pero un amigo de su padre se encargó de que hayan registrado su privación de la libertad. Cuando salió, ya no podía hacer nada de lo que hacía antes. Y ya tenía un hijo. Tuvo en su vida a tres niños: Mercedes, Pablo y Gabriel.
"Fuimos a verlo a Batuke (Carlos Melián padre) y ví que también yo podía hacer ese show. Él era muy bueno, pero yo también me sentía con capacidad para hacer. Y lo hice, se llamaba Teatro de Títeres El Andariego. Sólo que comencé a llevar mi espectáculo al interior de la provincia. Ahí empecé a ver las realidades de los campesinos, de las comunidades indígenas, la pobreza estructural del interior. Volvía y pintaba lo que veía. Entonces las pinturas se volvieron políticas por su alto nivel de crudeza social. Pinté creo que más de mil cuadros en estos 50 años. Muchos de ellos molestan a los funcionarios, pero yo digo que mis cuadros muestran la realidad de Salta", declaró.
Cuadros detenidos
Corría el año 92 cuando la lideresa Octorina Zamora trajo su malón a Salta reclamando por tierras, dignidad y comida para las comunidades indígenas del norte provincial.
Cuando se enteró Andrés, llevó sus cuadros que pintan el verdadero crudo paisaje y armó una improvisada muestra con los cuadros apoyados en la Catedral Basílica. Por supuesto que tal actitud de herejía no duró mucho en exposición y los cuadros, Octorina y los indígenas, fueron llevados al destacamento policial. Se ríe hoy Andrés y recuerda con mucho cariño a la mujer wichi de Embarcación, que falleció en junio del año pasado.
Cuando eso sucedió se fue la ciudad bonaerense de Avellaneda donde fue docente y también titiritero. Luego pintó en el escenario de Cosquín gracias a la convocatoria de Bruno Arias y tiene mil recuerdo para pasar días enteros charlando. "Pinto la muerte, la pobreza, el hambre de mi tierra. Mi serie de angelitos negros y los chicos de la villa espantan a la gente decente", ríe en ironía.
Hoy el hombre está definitivamente en Salta y sufre con su EPOC. "Voy a seguir pintando hasta donde ya no me de más el aire", dice y se queda mirando ese universo de cuadros y arte.