En un conmovedor acto de fe y devoción, miles de católicos se congregaron en el Campo La Cruz para celebrar el día de la Virgen de Urkupiña. Originaria de Quillacollo, Bolivia, esta festividad trascendió fronteras y encontró un hogar en las tierras salteñas, donde la comunidad mantiene viva la tradición con pasión y amor.

El 15 de agosto se conmemora la aparición de la Virgen de Urkupiña a una pastorcita en Quillacollo. La veneración de esta imagen creció notablemente en Salta en los últimos años.

Los actos festivos comenzaron con una procesión que recorrió las calles de la ciudad, congregando a familias enteras que sostenían sus vírgenes en brazos con devoción. 

El recorrido inició en la parroquia Nuestra Señora del Pilar y continuó por Anzoátegui, 20 de Febrero, Arenales y Alvear, para llegar al Campo de la Cruz donde se realizó una celebración religiosa, presidida por el arzobispo Mario Cargnello, quien guió a los fieles en un acto de oración y reflexión.

La relación entre la provincia de Salta y la Virgen de Urkupiña es profunda y arraigada. Siendo una provincia limítrofe y contando con un gran comunidad boliviana, la tradición de la Virgen  encontró un hogar en estas tierras. La fiesta se celebra con entusiasmo, bailes y una cena compartida, pero también con gestos de devoción más íntimos, como la renovación del vestido de la virgen cada año.

Los testimonios de los asistentes destacan el profundo significado que la celebración tiene para ellos. Daniela, una fiel devota, compartió su historia: ‘Hace cinco años que venimos con mi familia, hay gente que le pide un montón de cosas, pero yo priorizo la salud y el trabajo. Empecé a venir porque me invitaron a una fiesta de la Virgen y adquirí la tradición‘.

Para algunos, la Virgen de Urkupiña llegó como un regalo significativo. Graciela, quien recibió su virgen como obsequio de su prima, mantiene una relación especial con ella a lo largo de los años. ‘Nunca le prometí ir a verla a Cochabamba, pero siempre le prometo algo. Este año le estoy haciendo una capilla en mi casa‘, compartió.

La celebración también unió generaciones, como lo demostró Elva, una mujer mayor que participó por primera vez en la procesión y la misa. Su deseo de visitar a la virgen en Cochabamba es un ejemplo del impacto profundo y duradero que esta devoción tiene en las vidas de las personas.