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Para tener un ingreso o empezar a generar experiencia los jóvenes aceptan salarios poco competitivos, horarios difíciles y condiciones cambiantes. Profesionales piden más contención.
17 DE Septiembre 2023 - 17:47
Sueldos magros, horarios rotativos que complican los estudios, inestabilidad y hasta tratos poco justos son algunas de las condiciones que enfrentan hoy en su primer empleo jóvenes que, sin embargo, las aceptan porque necesitan un ingreso o una experiencia para el mundo laboral que el sistema educativo no les ofrece.
Jazmín, a días de cumplir los 19 años, empezó en 2023 la licenciatura en Higiene y Seguridad en el Trabajo. Este es el primer año en que tiene un empleo. En el verano comenzó a cubrir licencias en una panadería. Su desempeño fue bueno, y la dueña resolvió que siga en el negocio. No estaba registrada, así que el cobro era por día o por semana.
"En un principio iba todo bien. Estudio en un terciario, y entre la beca y Progresar cubro el estudio, así que lo del trabajo me quedaba para mis gastos"‘, contó Jazmín, quien confesó que cobraba 2.500 pesos por día y trabajaba de 8 a 14.
La experiencia comenzó a complicarse con el paso de los meses y la solución fue "buscar otra cosa". "Todo estaba bien hasta que quisieron cambiarme de horario y así no puedo porque tengo clases por la tarde", explicó.
Ella llegó a la panadería por recomendación de una prima que trabajaba ahí desde hacía dos años. "Cuando comenzaron a movernos los horarios, hablamos con la dueña y le dijimos que ninguna de las dos tenía problemas en cubrir una la tarde y otra la mañana pero no quiso, así que me fui", dijo. Su prima sigue ahí.
"Ahora trabajo los domingos a la mañana como moza en un restaurante. Entro a las 10 y salgo a las 16. Cobro más que antes y voy un solo día a la semana", expresó, llena de satisfacción porque puede seguir su sueño: estudiar.
Paula estudia kinesiología. Está cursando el último año y nunca había trabajado. El ingreso económico en su casa es suficiente para cubrir la facultad, sus gastos personales y el club donde practica deportes. Pero este año, la inquietud por saber cómo es en realidad el ejercicio profesional la llevó a buscar un empleo.
La primera experiencia fue hace tres meses, en una estética. "Estaba todo bien, tenía dos pacientes por tarde pero eso no es lo mío. Yo quiero especializarme en patologías relacionadas con el deporte y ahí nada que ver", expresó Paula, de 22 años.
Cursó toda la carrera en tiempo y forma. Es buena estudiante y nunca tuvo problemas para llevar las materias, pero ya analiza que no termina de encontrar cómo vincularse con el mundo laboral.
Hace una semana habló con una de las preparadoras de su equipo hockey y ella la recomendó a una amiga, que es kinesióloga y tiene su propio consultorio. "Me jugué, fui a verla y le dije que quería ir aprendiendo, que todo bien en la facultad pero que ya está por terminar y no tuve experiencias reales", contó Paula, emocionada porque la aceptaron.
"Esta mujer tiene como 20 pacientes por tarde. Ahí volás, ves a tres personas al mismo tiempo es bárbaro", relató con una sonrisa que le ilumina la cara y los ojos. Su sueño parece cerca de cumplirse, porque además está aprendiendo con una profesional que se especializa en deportistas.
Sobre el sueldo y los demás beneficios laborales, todavía no se habló. "Hace una semana que estoy. Para mí es una práctica bárbara, es lo que me gusta", mencionó.
Mariel es estudiante del primer año de arquitectura. Su inicio en el mundo del trabajo está siendo sacrificado y en una empresa que no tiene que ver con su carrera, pero encontró empleo en mejores condiciones que la mayoría de los que tienen su edad. Atiende un local de revistas en el que comenzó cubriendo horas en épocas de vacaciones y del que se hace cargo desde que estaba en quinto año. El puesto fue heredado por su hermana mayor, que empezó ahí cuando hacía el último año de escuela y dejó el lugar apenas terminó su carrera docente y comenzó a enseñar.
"La dueña la conoce a mi hermana y fue ella la que me llevó. Le gustó cómo me desenvuelvo. En mi caso, trabajo por la mañana y a la tarde voy a la facultad. El sueldo no es mucho, pero me sirve para mis gastos y ayudo a mis papás con la universidad", contó Mariel. La joven asegura que mantiene el empleo porque no interfiere con sus horas de estudio.
"Cuando estaba en el secundario, iba a la escuela a la mañana y atendía el negocio por la tarde. La dueña entiende re bien el tema de los horarios para que podamos estudiar, además nosotras no le fallamos nunca", agregó Mariel, que aprovecha para leer y hacer apuntes entre cliente y cliente.
En su caso, es trabajadora registrada, así que tiene obra social y cobra el sueldo pactado por el gremio de comercio. Para ella los fines de semana no existen: pasa las horas completando presentaciones para la facultad. Aunque es difícil, para la joven el tiempo invertido en la universidad hoy es una apuesta a futuro.
"Es complicado porque los amigos no entienden que ya no tengo tanto tiempo como antes para el deporte o para salir, pero yo sabía que iba a ser así", dijo con los hombros levantados y los ojos fijos en el piso.
En su caso y el de Jazmín, la experiencia laboral llegó de la mano de la necesidad de cubrir los gastos para estudiar. Asumieron esa responsabilidad para cumplir con sus sueños profesionales y pueden hacerlo porque siguen viviendo en las casas de sus padres, con lo cual no tienen que pagar alquiler, servicios y supermercado, aunque el sueldo alcanza para comprar algo rico para compartir en familia, como una picada, cuando aprobaron una materia.
"Hoy las universidades están muy preocupadas por las competencias educativas que requieren los alumnos para entrar al mundo laboral. Las competencias son una combinación. Están por un lado, los saberes que tienen que ver con la carrera y las habilidades que fueron adquiriendo entre la secundaria y la universidad, para poder desarrollarse en el empleo", advierte Carina Salas, licenciada en Psicología y directora del Centro de Psicoterapia de Salta (Cepsi), (MP 331-MEC 111).
La especialista señala que es necesario que los chicos adquieran competencias laborales, técnicas, profesionales y emocionales para desempeñarse en diferentes contextos y afrontar situaciones que se viven en el mundo del trabajo.
"Esto permite que, cuando llega el momento, tengan desarrollada la experiencia a través de prácticas y pasantías. Esto les va a permitir subsanar la brecha que existe entre el mundo laboral y el estudio", analizó Carina Salas, quien agregó que "lamentablemente los jóvenes tienen una visión poco realista del mundo del trabajo, el crecimiento y las oportunidades".
"A veces están alentados por un mercado que ofrece ’salidas mágicas’ de negocios que no son realistas y ajustables a la vida actual", agregó. La profesional consideró que muchos jóvenes tienen una idea sobre la cantidad de dinero que desean ganar en un tiempo determinado que no se cumple y genera frustración.
Es por eso, que desde la psicología llaman la atención sobre la necesidad de que los jóvenes desarrollen ciertas capacidades emocionales que los ayuden a controlar el estrés y la responsabilidad que implica el trabajo.
"Es necesario que sean capaces de aprender sobre lo que pasa en el mundo y puedan resolver situaciones de la vida cotidiana", alertó Salas. Para concluir, recuerda que años atrás el objetivo del trabajador era lograr la estabilidad e intentar jubilarse en una empresa. Hoy se busca más un equilibrio entre la vida personal y laboral.
"Cualquier joven que hoy quiere empezar a trabajar, se encuentra, casi seguro, en los dos primeros años de su experiencia con el moobing o acoso psicológico", describe Iñaki Piñuel, doctor en Psicología, escritor, investigador y profesor de psicología y Recursos Humanos en la Universidad de Alcalá.
El "moobing" es el continuado y deliberado maltrato que se recibe de parte de un compañero o jefe que se comporta cruelmente para someter, vejar o humillar. "Muchas veces el objetivo del acoso es quitar del medio a alguien que hace sombra. Sacar de circulación a alguien de quien un compañero o jefe mediocre siente envidia".
Autor de "Amor Zero", "Como prevenir el acoso escolar", y "Familia Zero", el profesional advierte que, a nivel mundial, los jóvenes son una población muy vulnerable porque están en situaciones precarias, con contratos de baja duración y salarios muy bajos, por lo tanto no se pueden permitir perder un trabajo y se someten a esos abusos que, de a poco, van degradando la salud física y psíquica.
Al igual que Salas, Piñuel advierte sobre la diferencia entre lo que los chicos creen que es la profesión y la realidad laboral. "Eso es así en todas las áreas y genera frustración. Algunos jóvenes cambian de carrera por completo porque no es lo que esperaban. Algunos terminan en lo que pueden y, si no, en lo que llegó de primera mano", detalló Piñuel. El especialista observa que ingenieros trabajan de personal informático, matemáticos hacen de ingenieros, abogados de vendedores, psicólogos de profesores y músicos, de repartidores de pizza, cocineros u hoteleros.
Piñuel recordó que en las décadas del 50 al 70, los trabajadores tenían mejores condiciones económicas. "Su empleo les permitía pagar una segunda vivienda, tener un auto y hasta ahorrar. Hoy la verdad es otra. Hay una uberización de la economía: los contratos son pequeños, la remuneración es poca, las empresas ya no apuestan por los recursos humanos, por las personas, para desarrollarlas a largo plazo. Se las usa hasta que dejan de ser utilizables y después se las tira a la basura como objeto usado. No es de extrañar que esas personas no tengan ningún afecto ni apego por a la empresa", describió el profesional.
En el camino del primer empleo, según explica Piñuel, los jóvenes se encuentran a veces en situaciones de agresiones encubiertas, que además tienen que ver con el costo económico que representan para las empresas.
"Es tentador ahorrarse una indemnización por despido y hacerle la vida imposible a una persona para que se vaya, pero eso no deja de ser un abuso. No se puede permitir que el empresario, el jefe, jefecillo o manager utilice técnicas de avasallamiento para sacar a alguien porque se equivocó al seleccionarlo o porque ya no le es útil", indicó el profesional, que puso sobre la mesa la problemática de la salud mental de los jóvenes que no logran sus objetivos laborales.
"Los seres humanos tenemos una dignidad. Al entrar a la oficina, no la colgamos con el saco. Es importante que esas tácticas de hacer la vida imposible, dejar de hablar con el empleado, darle órdenes contradictorias, maltratarlo verbalmente o dejarlo sin tarea se frenen porque se está terminando con la vida de nuevos trabajadores", lamentó el profesional.