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Ocurrió el 2 de septiembre de 1974, mientras el país vivía tiempos difíciles.
13 DE Octubre 2024 - 02:06
Lo que aterrorizó hace medio siglo a los metanenses no fue el Ucumar, -hecho registrado por policía y hospital- sino la posibilidad de haber podido volar por los aires o morir quemados a causa de un atentado que por suerte se frustró.
Transcurría septiembre de 1974 y la ola de violencia en la Argentina crecía jornada tras jornada. Para tomar conciencia de lo que pasaba por entonces, un día antes de lo que aquí vamos a contar, en Buenos Aires se habían producido cinco atentados terroristas. Uno destrozó los baños de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional y el otro causó graves daños en la Facultad Regional Bahía Blanca de la Universidad Tecnológica Nacional.
Y por aquí en el norte, los pobladores de Calilegua habían denunciado la presencia de un grupo armado que días después fue capturado. Se trataba de tres ciudadanos argentinos y uno extranjero: dos nativos de Jujuy, un salteño, docente de arte de Rosario de Lerma y un italiano, según el parte oficial de la policía.
En el departamento de Metán, unos puesteros también habían denunciado la presencia de un grupo armado en la zona de Río Piedras. Y como los avistados lucían uniformes del Ejército, la policía sospechó que estaban usando ropa sustraída de las unidades militares copadas hacía poco tiempo. Esto hizo que la policía metanense, con refuerzos de Salta, rastrillaran la zona, pero pese al empeño de sabuesos y rastreadores todo fue en vano: ni un solo uniformado por esos montes pese a que los lugareños insistían con sus denuncias.
"Tren de carga petrolero con 59 vagones cargados de combustible, fue objeto de un atentado terrorista que no se concretó".
En Cafayate también se había notado la presencia de un grupo armado con uniforme militar. Según el parte policial, en Puesto de la Cruz, a unos 20 kilómetros del destacamento Tolombón, se había avistado a cinco personas uniformadas. La policía conjeturó entonces que todos estos grupos provenían de Catamarca o de Villa María (Córdoba) lugares donde recientemente se habían producido sucesos que habían puesto en fuga a los insurgentes.
En este clima de sospechas y con actos de violencia por todos lados, el 2 de septiembre de 1974 por la noche, arribó a la estación de trenes de Metán un carguero cuya formación fue objeto de un atentado. Un hecho que de no haber sido descubierto, bien podría haber causado una terrible catástrofe y con consecuencias inimaginables.
El informe oficial dijo: "Un tren de carga petrolero con 59 vagones totalmente cargados de combustible, fue objeto de un atentado terrorista que felizmente no se concretó. El lunes 2 de septiembre a las 20.55 arribó la formación a esta ciudad (Metán), procedente de la localidad de Pacará, provincia de Tucumán, conducido por el maquinista Miguel Maza, arrastrado por la máquina Diesel N° 771 y el foguista Juan Muñoz. Cuando el convoy quedó detenido en la playa de la estación local, se procedió a la revisación de todos los vagones por personal especializado, como es tarea rutinaria. En esas circunstancias el personal observó un paquete ubicado en la plataforma del vagón tanque N° 32.929. De inmediato el personal ferroviario dio parte a la policía la que al apersonarse en el lugar, procedió con urgencia a revisar el paquete adosado a la plataforma. Cuando comenzó a verificar su contenido se descubrió que contenía 89 cartuchos de dinamita. Luego de la revisación completa del convoy, el vagón con la carga explosiva fue inmediatamente raleado de la playa ferroviaria y alejado del radio urbano de la ciudad de Metán".
Y prosigue el informe: "Luego de trasladado el vagón y retirada la carga explosiva, el personal policial procedió a detonar uno de los cartuchos encontrados, lo que causó una gran explosión. Intervino en este hecho personal técnico ferroviario y se labraron las actuaciones pertinentes para la posterior investigación del caso".
Como es de imaginar, la noticia corrió como reguero de pólvora por toda la ciudad y por supuesto, causando una gran preocupación. Por esos días no hubo café, bar o negocio de Metán donde no se comentara o se discutiera sobre el fallido atentado que felizmente había sido descubierto por los ferroviarios locales. Todo el mundo tenía su opinión al respecto, aunque lo curioso del caso fue que con el paso de los días el temor de la población no amainaba sino que por el contrario, se incrementaba. Sin dudas, el clima de violencia que vivía el país impedía que el tiempo aplacara rápidamente los temores.
Según contaban los legisladores metanenses de entonces (Carlos Mugas Saldivia, Luis Cari, Hugo Poma, Luis Riso Patrón y José Luis Barroso) una de las cosas que más intrigaba a la gente era saber dónde se podría haber colocado la dinamita sobre el tren. Se sospechó de varias estaciones intermedias pero todos se conformaban pensando que el objetivo no había sido Metán, sino seguir aterrorizando a la sociedad y empujando al país hacia el caos, como finalmente ocurrió.
"El personal observó un paquete ubicado en la plataforma de un vagón tanque. Contenía 89 cartuchos de dinamita".
Y como sabemos, ese interrogante entre muchos otros, nunca encontró una respuesta y mucho menos cuando cuatro días después, más exactamente el 7 de septiembre, la prensa local publicó un parte de "Organismos de seguridad" que contradecía el primer informe, redactado y entregado a poco que se descubrieran los explosivos. En este nuevo boletín oficial, la dinamita pasó a ser un manojo de inofensivos petardos y los vagones tanques repletos de combustible ahora aparecían como vacíos. Lo que nunca se explicó era por qué aquella noche un vagón-tanque había sido alejado del radio urbano de la ciudad. Y tampoco se dio razones sobre la explosión de prueba de uno de los cartuchos por parte de la policía.
Demás está decir que la aclaración oficial del "Organismo de Seguridad" dado a conocer por El Tribuno bajo el título "Petardos y no dinamitas", no dejó satisfecho a nadie, por el contrario, creó más dudas e incertidumbres.
De todos modos, el paso del tiempo fue aminorando los temores de las primeras semanas hasta que diez meses más tarde, exactamente el 15 de julio de 1975, retornó el fantasma del frustrado atentado del tren petrolero de Metán. Fue cuando un corte de vagones-tanque con petróleo nunca explicado, se alzó cuesta abajo y se incrustó contra un tren de similar carga que estaba estacionado en la estación Esteco. Como es de imaginar, el violentísimo impacto causó un pavoroso incendio, espectáculo dantesco que se pudo observar desde varios kilómetros de distancia. La incontrolable quemazón de miles de toneladas de combustible esparcido causó la muerte de cuanto ser vivo se hallaba en los aledaños, entre ellos, empleados ferroviarios, miembros de sus familias y animales. En tanto de las casas y de los edificios ferroviarios solo quedaron ruinas y cenizas.
Fue entonces que volvieron a la memoria no solo las viejas historias rescatadas por el profesor Eduardo Poma, como los descarrilamientos de 1912, en la zona de Río Piedra y Horcones, sino también, el tren que meses antes podría haber hecho volar por los aires a la ciudad de Metán.