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Pablo Sebastián Palacios, de Villa Mónica, se recibió y pronto emigró a Buenos Aires. Trabajó en el penal de Marcos Paz, vivió motines y otras situaciones violentas. En la actualidad disfruta de Frankfurt y su objetivo es "un mejor pasar para mi hija".
19 DE Febrero 2024 - 17:26
Pablo Sebastián Palacios tiene 38 años, es salteño y desde hace 4 años vive en uno de los países más importantes del mundo: Alemania. En Frankfurt ejerce su profesión como enfermero en el Servicio Penitenciario, así como lo hacía en el penal de Marcos Paz aunque aclaró que "a comparación de las cárceles de Argentina es un hotel". La historia de superación en El Tribuno.
"Soy enfermero recibido en la Ramón Carrillo en el instituto Madre Teresa de Calcuta. Me recibí en 2008 y me fui a Buenos Aires recién recibido en busca de nuevas oportunidades", dijo el joven profesional que se crió en las calles de Villa Mónica, en la zona este de la capital salteña.
Si bien contó que tenía un techo "porque tengo familia en Morón y fui a vivir con ellos", no tenía trabajo. "Comencé a trabajar en diferentes hospitales hasta que entré al Servicio Penitenciario gracias a un enfermero que me preguntó si me gustaría trabajar en la cárcel porque tenía beneficios: te jubilas pronto, cobrás bien y tenés menos carga semanal". Con esas posibilidades no solo consiguió trabajo en el penal de Marcos Paz, sino que además pudo conseguir otros trabajos de medio tiempo.
"Trabajé en el complejo 2 con reclusos franja edad de 18 a 23 años. Y así como había presos tranquilos también algunos más complicados".
Como en cualquier cárcel de Argentina, lamentablemente, el salteño tuvo que soportar diferentes situaciones violentas que se vivieron en el penal, entre ellas motines, rehenes y muertes de presos.
"Estuve de 2012 a 2020 y me tocó varios motines donde los presos salieron afuera. Hubo toma de rehenes y muertes también que sufrieron los presos en diferentes situaciones".
Palacios siguió con su trabajo pese a esos obstáculos y comenzó a ejercer como profesor "en un instituto de enfermería de La Matanza. Además fui enfermero del servicio de urgencia del hospital Posadas".
Pablo decidió que así como se fue de Salta en busca de nuevos horizontes, su vida en Argentina estaba por concluir y quería dar un salto de calidad. "La la situación económica no daba para más. Todos los días subía algo como ahora y en Facebook vi que reclutaban enfermeros latinoamericanos para viajar a Alemania. Adjunté mi curriculum vitae y lo envié. Al día siguiente me llamaron.Esta empresa era una especie de intermediario entre vos y quienes buscaban enfermeros. En la entrevista me preguntaron la posibilidad de ir y me ofrecieron un trabajo en la ciudad de Colonia (casi al límite con Bélgica)".
La oferta laboral incluía el pasaje a Alemania, cursos en alemán y 60 euros semanales de viáticos para el salteño. "Tuve que hacer un curso acelerado, bastante duro e intensivo de cuatro meses y cuando llegué al nivel intermedio me hicieron el examen. Luego de verlo me dijeron: 'Señor Palacios, ya puede venir'". Con una visa de estudio para lograr el nivel B2 llegó al país europeo. "Estudié en una escuela presencial y al cerrar el círculo me llamaron para trabajar en un hospital".
El joven profesional hacía un viaje de 30 minutos "un trayecto similar al de Salta a General Güemes", pero otra vez sintió que era hora de cambiar de aire. "Me aburrí de la ciudad chica y cuando conocí Frankfurt pensé en que sería lindo vivir ahí. Luego de un tiempo, cuando finalizó el contrato de dos años que tuve con quienes me llevaron a Alemania, me salió la posibilidad de trabajar en un Servicio Penitenciario de allá y hoy estoy ahí".
Las comparaciones a veces son odiosas, pero Palacios está seguro al afirmar que hay una vida de distancias entre las cárceles argentinas y alemanas. "Comparado con las cárceles de acá, es como es un hotel. Es un verdadero centro de readaptación social. Las celdas son completas con camas, televisor y hasta heladeras. Los presos tienen timbre para llamar al agente o enfermero".
Él tiene un objetivo claro en Alemania y es lograr que su hija, Sofía, pueda tener herramientas para una vida de calidad. "Una experiencia que me quedó marcada es que en Alemania me junté con chicos de la comunidad argentina a comer un asado y con un par de chicos nos pusimos a charlar sobre qué hacía cada uno. Ellos eran estudiantes y no trabajaban. ¿Cómo solventaban sus gastos? el padre de uno era juez y el otro tenía un casino. Ellos solo debían ocuparse por estudiar y primero pensé: 'qué suerte tienen', pero después dije que es lo que quiero para mi hija. Eso me impulsa a seguir. Yo puedo ser ese puente para ella, es mi objetivo".
El diálogo con El Tribuno terminó minutos antes de que Palacios viaje para el aeropuerto Martín Miguel de Güemes, pase unos días en Buenos Aires y luego regrese a Frankfurt. "Hoy me despedí con un gran asado y me llevo camisetas de fútbol del barrio. Los 'changos' me dicen que es muy bueno que no cambie esto por nada. Son mis raíces, jamás las cambiaré. Prefiero llevarme esos recuerdos a comprarme una camiseta original de la Selección", cerró.