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Por Alejandro Alonso, docente de la Maestría en Gestión Estratégica de la Comunicación de la Universidad Católica de Salta.
12 DE Mayo 2024 - 07:25
Los Antiguos, en el mundo clásico occidental, comenzaron estudiando el origen de las cosas hasta luego abordar el principio o fundamento de la sociedad humana y de la polis en particular. La preocupación era la comunidad política, sus formas de organización y de gobierno. La historia detrás del pensamiento filosófico político se podría resumir en la pregunta por el orden socio-político de la polis. El problema del orden social (y su reverso, el conflicto) asociado con la razón de la libertad y legitimidad de los actores sociales, constituye uno de los ejes rectores del pensamiento político moderno. ¿El advenimiento de las redes sociales, y en especial X/Twitter, amenaza el orden social?
Las protestas árabes, a principio de la década de 2010, concentraron una serie de manifestaciones multitudinarias, levantamientos de actores sociales y convulsiones armadas que se extendieron por gran parte del mundo árabe hasta 2012. La demanda popular de los manifestantes era sobre el acceso a derechos sociales, a justicia social, libertad y dignidad, entre otros reclamos democráticos. La Primavera Árabe comenzó con la inmolación de un joven vendedor de frutas llamado Mohamed Bouazizi, en la ciudad de Sidi Bouzid, en el centro de Túnez, luego de que oficiales municipales lo despojara de todas sus pertenencias. Este suicidio provocó una militancia digital nunca antes vista que derivó, entre otras consecuencias, en decenas de miles de personas que salieron a las calles, protestando contra dictadores y gobiernos autocráticos, no sólo en Túnez y Egipto, sino en el mundo árabe en su totalidad.
El proceso representó un punto de inflexión histórico. No sólo por el derrocamiento de Zine el-Abidine Ben Ali y Hosni Mubarak, de Túnez y Egipto respectivamente, sino por el rol fundamental de la conversación digital en redes sociales y la modificación de la esfera pública tradicional como resultado de la participación ciudadana.
Los avances en la digitalización de la esfera pública y en la utilización generalizada de redes sociales plantean una serie de interrogantes y desafíos a la democracia participativa y deliberativa. La realidad se modifica tan rápidamente por el volumen de información disponible que la ciudadanía tiene otro nivel de aproximación a los asuntos públicos. Permítasenos trazar un arco desde la acción política del “que se vayan todos” de 2001 a la convocatoria digital de los libertarios de “vamos por la casta”. En este proceso se evidencia un nivel de compromiso para ganar por asalto el derecho a debatir sobre lo que Vilfredo Pareto y Gaetano Mosca estudiaron en profundidad: la teoría de las élites y el proceso de renovación.
La teoría de las elites sostiene que en todas las sociedades la conducción política, militar, económica y moral es ejercida por una minoría organizada, una élite que decide sobre los asuntos públicos de esa sociedad. Sobre qué discutir y sobre qué no. Pero pareciera ser que el devenir de los tiempos creó en la ciudadanía una vocación inquebrantable para participar en los asuntos públicos. ¿Acaso no requiere la democracia que esa abstracción llamada pueblo sea la suma de los públicos interactuando en la conversación pública?
Es cierto que la complejidad del proceso de toma de decisión de políticas públicas se debe a las interacciones y a su relación conversacional entre múltiples actores sociales, intereses contrapuestos, conflictos, demandas ciudadanas y posiciones de poder. Las redes sociales podrían lograr lo que Jacques Rancière, en “El odio a la democracia (2012)”, llama el trabajo de amplificación del ámbito de lo político. Es esta amplificación la que posibilita introducir en el debate público asuntos que estaban al margen justamente por no preocupar a las élites gobernantes.
Se abre entonces un proceso de búsqueda de nuevos espacios para la expresión y discusión de temas o preocupaciones comunes de la ciudadanía. Las redes sociales, en especial X/Twitter, son el resultado de la emergencia de nuevas formas de conversación multidireccional en los entornos virtuales que estimula un ejercicio deliberativo y democrático.
Si entendemos a las confrontaciones de la esfera pública digital como un proceso de actividad política, individual o colectiva, que une a ciudadanos digitales en nuevas formas de cultura, entonces es posible sostener que las redes sociales llegaron para darle voz a los sin voz y mejorar las posibilidades de participación democrática, aun si luego de la protesta no hay ninguna propuesta nueva.