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Se trata de un salteño del barrio Limache, quién fue barrecoches y luego chofer de Tanoa, Alto Molino, entre otras. Hoy tiene un colectivo antiguo que restaura en su casa, en donde guarda reliquias, fotos y postales de las distintas lineas de transporte que existieron en Salta. “Desde chico me llamaron la atención los colectivos, los dibujaba y soñaba con ser chofer”, contó Díaz. Video.
19 DE Mayo 2024 - 14:55
Daniel Díaz, fue chofer de colectivos de corta, media y larga distancia. Sus inicios fueron como “barrecoches” desde muy chico, cuando todavía asistía a la secundaria. Pero su anhelo de manejar un colectivo lo consiguió años después, tras aprender a conducir gracias a su padre quién fue camionero y a un padrino. Luego de conseguir su licencia de conducir pasó por varias empresas que trabajaron en Salta como Alto Molino, Tanoa, entre otras. Vio la transformación del transporte y su evolución, pasó por las unidades con boletera y monedero, en donde el mismo chofer debía cobrar el pasaje, anotar sus horarios, hacer el calculo cuando subían varios pasajeros y otorgarles el vuelto en monedas.
Cuando recuerda su historia, Daniel Díaz se emociona mucho, ya que es prácticamente su vida y se convirtió prácticamente en un “fanático” de los colectivos. Tal es así que en la vereda de su casa de barrio Limache, tiene estacionado un colectivo antiguo, al que le realiza una restauración y en su interior guarda replicas de distintas empresas de colectivos, fue que fue construyendo con madera y cartón en tiempos de pandemia. También tiene el boletero y monedero que se usaba hace años atrás.
En diálogo con El Tribuno, contó: “Yo me inicié en el año 99 como chófer. Llegué a trabajar en esto medio peleando con mi mamá, ya que vengo de una familia de transportistas, mi papá era camionero y yo soy el polo opuesto, ya que decidí ser colectivero. Antes vivía en el barrio Tres Cerritos, sobre la calle los tarcos, y ahí inició mi historia con los colectivos, ya que en la plaza Juana Manuela Gorriti, era el control de la línea 2, 12 que hoy son el 5 A y 5 B y yo siempre iba a verlos porque me llamaban la atención su funcionamiento”.
Y siguió: “Siempre pensé que iba a ser chofer de colectivo y también anhelaba tener mi propio colectivo para viajar a distintos puntos. Luego con mi familia nos trasladamos al barrio Limache y yo estaba en la secundaria. Entonces en el año 93 cuando la línea 25 y 18 que eran una sola empresa y se separan siendo el año 94, empecé a seguir el final de su recorrido y ahí conocí al barredor que era el hijo de uno de los socios. Quién me invitó a ir cuando tenga libres los fines de semana, para conocer a los muchachos y de ahí el padre de este joven me hizo quedarme. Fue así que barriendo los colectivos aprendí muchas cosas de su mecánica”.
Daniel comentó que uno de los socios de la empresa, se acercó hablar con su madre para que le permita trabajar como “barrecoches”. “Entonces mi mamá no quería dejarme, ya que mi papá era camionero y se cansaba de esperarlo, pero yo le dije que quería aprender a manejar un colectivo”. Y expresó: “Ese fue siempre mi sueño, desde chico dibujaba colectivos, jugaba con colectivos de juguete y es lo que llevó en la sangre”.
Luego, opinó de la actualidad de los chóferes de colectivo: “Los choferes de hoy en día no tienen la pasión de manejar un colectivo. Muchos van por el sueldo y en la empresa son un numero de legajo. En mis tiempos era muy distinto, eramos como una familia”.
Díaz, recordó que el trabajo como “barrecoches”, fue un impulso para llegar a ser chófer. “Tenía el deber de limpiar el colectivo en el descanso de 7 minutos que tenían los choferes. Entonces llegaba el colectivo, tenía que barrerlo y lavarlo. Era un tiempo corto, siempre eramos dos, uno barría el otro limpiaba los asientos. A veces los colectivos se empantanaban, porque todas las calles eran de tierra y cuando llovía era más difícil”.
Y comentó: “Logré manejar un colectivo por primera vez después de sacar el carnet y un compañero de la línea 25 me regaló mi primer monedero. El primer día de trabajo arriba de un colectivo sentí que cumplí mi sueño. Todavía guardó las planillas de horarios de las empresas en las que trabajé”.
Y rememoró: “Estuve en Alto Molino, en la línea 7 y en los comienzos de Saeta. Antes habían 25 líneas en Salta Capital y estaban las líneas interurbanas. También estuve contratado en los últimos años de Tanoa, que primero anduvo bien prestando un buen servicio y después quedó en decadencia y dejó de funcionar”.
Luego, añadió: “Yo tenía el problema de ser zurdo y para cortar los boletos en mis tiempos se debía usar la derecha, así que me tuve que adaptar. Teníamos que ser rápidos para la matemáticas, ya que antes te pedían dos o tres boletos, había que dar vuelto y habían monedas. A veces si calculábamos mal teníamos que devolver de nuestro bolsillo. Luego teníamos que hacer los cierres, hoy dirán que eso era estresante”.
Finalmente Daniel, contó que luego de años se retiró y para trabajar de forma independiente con su padrino, quién realiza viajes de larga distancia. “Gracias a eso pudimos recorrer toda Salta y luego viajamos a Buenos Aires, Córdoba, Mendoza, Bariloche, ya que lo contratan sobre todo para hacer esos servicios especiales”.
Por otro lado, sobre la actualidad resaltó: “Hoy veo que los choferes no esperan a los pasajeros que llegan tarde a la parada, o directamente pasan de largo. En nuestro tiempo eramos más considerados y si veíamos que las personas venían corriendo los esperábamos. Sabíamos que gracias a los pasajeros nos pagaban el sueldo. Antes no habían tantos reclamos de la gente como si hay ahora”.
“Al que le guste el trabajo de chofer les digo que lo haga con pasión y que sea responsable, es lo principal. Yo creo que el servicio y las unidades mejoraron, pero siempre anhelo que contemos con más empresas para que el pasajero pueda elegir al que mejor servicio les brinda”, finalizó Daniel Díaz.