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Israel. A casi siete meses de la masacre, Aldo Liaks recorre la zona en la que logró sobrevivir pero donde muchos de sus amigos y familiares fueron asesinados.
2 DE Mayo 2024 - 07:49
Los conflictos armados más allá de sus razones y sinrazones afectan a toda la humanidad, atentan contra la vida de los inocentes y la integridad de quienes, lejos de los intereses de los gobiernos y de los sectores en puja, pagan las consecuencias con su propio cuerpo.
No hay ganadores, solo quedan sociedades heridas, vidas profundamente dañadas, en muchos casos, para siempre.
Aldo Liaks es un salteño que hace 24 años se radicó definitivamente en Israel. Vive en una zona llamada Emek Yizreel, ubicada al norte del país. Allí formó una familia y ejerce su profesión de ingeniero en electricidad. Contó que vive en una sociedad muy avanzada que, a su vez, conserva los valores de una cultura milenaria, todo esto en un contexto de tensión bélica constante.
El fatídico 7 de octubre de 2023, cuando Hamas irrumpió en Israel, Liaks se encontraba en un pueblo llamado Yahini, ubicado en la frontera con la Franja de Gaza, uno de los puntos álgidos del ataque terrorista. Aquel día, luego de participar junto a los suyos de la Fiesta de las Cabañas fueron a descansar, sin imaginar que pocas horas después despertarían en medio de una sangrienta guerra. En ese preciso momento y en comunicación directa con El Tribuno relató que, a las 6.30 comenzó a sentir explosiones y que por radio les avisaron que cientos de terroristas se encontraban dentro de la ciudad y que avanzaban destruyendo todo a su paso, disparando en todas direcciones.
“Como los atacantes ingresan a las casas, subimos a las terraza para refugiarnos con mi señora, mi sobrino y el abuelo. Mirábamos hacia la calle, cuando apareció un auto a toda velocidad disparando ráfagas con armas automáticas. Una de las balas impactó en el pecho de mi sobrino, Yehonatan. También nos tiraron una granada que no explotó”, recordó el salteño. Hicieron todo lo posible para tratar de salvar a su sobrino, que se encontraba malherido, pero pese a los esfuerzos no pudieron hacerlo y falleció en sus brazos. Era un joven de solo 18 años. Las ambulancias no podían ingresar al lugar, puesto que era la zona donde se producían los feroces ataques. Siguieron allí por horas, en medio de las explosiones, presos del dolor, del terror y la angustia…
Pasaron casi siete meses de aquella pesadilla. Aldo Liaks regresó al sur de Israel, en la frontera con Gaza, donde revivió aquella traumática jornada. Recordó a sus amigos y familiares abatidos. “Estoy recorriendo las inmediaciones del kibutz Be'eri, uno de los lugares donde ocurrió la masacre. En la vía pública hay pequeños refugios donde la gente puede ingresar cuando hay ataques desde Gaza. Aquel 7 de octubre acribillaron adentro de uno de ellos a más de 20 jóvenes. En su interior se pueden ver sus fotografías pegadas en las paredes”.
Liaks recorrió también el “Bosque de Be’eri", cerca del kibutz Reim, donde se desarrollaba festival de música Nova atacado por Hamás. Según informes de la policía, 364 personas fueron asesinadas allí, entre ellas muchos amigos y alumnos del joven salteño. A modo de recordatorio, el campo se encuentra sembrado de estacas con fotografías de cada una de las víctimas, de entre las que Liaks reconoció a siete de ellos.
“Vi la foto de Din, mi peluquero, vivía a pocas cuadras de mi casa. También las de Shoam, Shai, con quienes entrenaba en el campo. Eran de mi barrio. Reconocí, además, a mis amigos y alumnos Eitan, Shalev, Gidi y Noa”, contó Liaks, a punto de quebrarse.
Pese al dolor, la vida continúa. Consultado por El Tribuno acerca de cómo se sobrelleva esa traumática experiencia, señaló: “Es un día a día y tratamos de seguir con la rutina, que es la manera de sobrevivir. Sin embargo todos estamos conectados 24/7 a sistemas de alerta, listos para correr a los refugios en caso de necesidad. Cada barrio organizó grupos de respuesta civil ante emergencias, en caso de registrarse heridos por misiles o infiltración de terroristas y otras posibilidades”, detalló.
La guerra, lamentablemente, forma parte de la vida cotidiana. “Está siempre presente, cuando nos juntamos, cuando charlamos y cuando no, también. Simplemente es parte de nuestra realidad”, concluyó Aldo Liaks.