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14 DE Septiembre 2024 - 09:57
La tradición de caminar desde los puntos más alejados de la provincia hacia el encuentro con el Señor y la Virgen del Milagro, aún perdura en el corazón de los salteños.
Pero, ¿por qué hacerlo cada año? Muchos sostienen que el sacrificio representa el amor hacia los patronos tutelares de la provincia. Otros, que el Milagro es un tiempo para dar y servir, de parte de los voluntarios; y de ofrecer, de los caminantes. Todos unidos en comunidad.
El largo transitar por los caminos que atraviesan la geografía salteña, ya no es solo una actividad exclusiva de los pobladores de localidades alejadas, sino que a ella también se suman miles de vecinos de la ciudad de Salta que, en los días previos a la festividad del Milagro, viajan hasta esos puntos para peregrinar. “Cuanto mayor es el sacrificio, más grande es la devoción”, contó María, quien se dirige hacia la Catedral desde San Antonio de los Cobres.
Por su parte, Carolina, de zona sur, explicó: “Yo no peregrino, pero fui hasta Campo Quijano a celebrar el Milagro recibiendo a los peregrinos de la Puna. La verdad es que uno se contagia de tanto amor, de tanta felicidad. Hay que vivirlo para entender lo que sucede en Salta”.
Carlos, de Cerrillos, contó: “Yo lo hago por agradecimiento al Señor y la Virgen. Cuando camino siento paz y tranquilidad interior. Es un momento de compartir, pero también de introspección y de encontrarse con uno mismo”.
“Peregrinamos porque renovamos y fortalecemos nuestra fe, conectándonos con la comunidad y con nuestra espiritualidad. Siento una inmensa alegría, siento que nos unimos”, relató Silvia.
Fidel, en tanto, señaló: “En mi caso ofrendo mi sacrificio físico junto a los devotos. Es una expresión de fe y de agradecimiento. Se siente algo especial al pasar por cada pueblo y ver el amor que expresa la gente. Y, al llegar a la Catedral, la emoción es indescriptible”.
La palabra “pasión” procede del latín passio-passionis, lo que la liga íntimamente a un estado afectivo de padecimiento y de sufrimiento. Se trata de un sentimiento esencialmente cristiano, cuyo máximo símbolo es la cruz, donde Cristo padeció, precisamente, por amor. Es decir, amor y sufrimiento son dos caras de una misma moneda. Solo así se entiende la íntima entrega.
Si a esto lo trasladamos a nuestras latitudes y a estos tiempos, sin que nadie se los pida muchísimos salteños deciden peregrinar cientos de kilómetros, durante varios días, sufriendo inclemencias climáticas, el cansancio y las secuelas corporales del enorme esfuerzo, con un único objetivo: llegar a los pies del Señor y la Virgen del Milagro, a expresarles su amor.