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Luego de 47 años de un obstinado altruismo Carlos González, a sus 72 años, ya no goza de la salud necesaria para ayudar al Chaco Salteño. Se trata del Mono Relojero, como le gusta que lo llamen.
17 DE Septiembre 2024 - 17:48
Carlos González, conocido también como "El Mono Relojero" es un altruista de los que quedan pocos en Argentina. Nacido en Buenos Aires, desde hace 47 años que, en pos de ayudar a los más necesitados del olvidado Chaco Salteño, lleva a distintos parajes de Santa Victoria Este donaciones de todo tipo.
Como tocado por una vara mágica, este hombre empezó su tarea solidaria en la peluquería para niños que tenía en Belgrano (ciudad de Buenos Aires), llamada "El Mono Relojero". Con 72 años, de los cuales la mayoría los vivió al servicio del prójimo, Carlos considera que su carrera humanitaria está llegando al final debido a su estado salud.
"Los médicos me piden que lo deje, tengo un desgaste mental muy grande", afirmó.
De forma autónoma cada año llega a distintos pueblitos con camiones cargados de juguetes, ropa, comida y libros, entre otras tantas cosas. Reniega de las injusticias, con más de 20 viajes a Salta conoce de primera mano todas las carencias de la gente que visita. "A nadie le interesa cómo vive esa gente, si todavía existe gente que ayuda es porque hay personas que necesita", reflexiona Carlos.
"Soy un huésped de honor en este distrito, me siento en casa. Al principio me miraban con recelo, pero ahora me saludan y siento el cariño de todos", comentó El Mono Relojero al reflexionar sobre su trayectoria en el norte.
Su ser solidario y espíritu intrépido sigue intacto, pero según comentó el sistema no colabora y afirma que "los políticos de hoy no tienen ganas de ayudar". La crisis económica golpea a todo el país. Pero en lugares como Santa Victoria Este, donde muchos no tiene acceso ni a agua potable o luz, los problemas rencrudecen.
La desnutrición no discrimina, desde adultos mayores hasta bebés que nacen bajo esas condiciones y sus madres también mal alimentadas precisan de altruistas como Carlos. "Estos últimos años fueron duros, mi obra no soluciona los problemas", se lamenta el hombre.
Al mirar atrás ve lo logrado y se siente "marcado" por toda la gente que conoció. Muchos de aquellos primeros chicos a los que les entregó tal vez su primer juguete, hoy son adultos y todavía conservan aquellos objetos que él les entregó en mano. Semejante obra necesitó, cuenta Carlos, no hubiera sido posible sin el apoyo de su esposa e hijos. Quienes desde Buenos Aires año a año esperaban ansiosos su regreso.