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8 DE Abril 2025 - 02:12
Si en el artículo anterior, "Universidad, Gobierno y Empresas, unidos por el Desarrollo Regional", hablábamos de la importancia del Triángulo de Sábato que propone la sinergia entre Estado, Universidad y Sector Productivo, hoy podemos afirmar con certeza que este principio no es una utopía teórica, sino una realidad que comienza a tomar forma en nuestra región.
El pasado 26 y 27 de marzo, en el marco de un encuentro organizado por la CEPAL (Comisión Económica para América Latina y el Caribe) y la Universidad Nacional de Salta, se consolidó un espacio donde gobiernos, empresas e instituciones académicas debatieron sobre el presente y el futuro de la minería, enfocados en el desarrollo sostenible, la equidad territorial y el acceso real al progreso para las comunidades locales.
Desarrollo y beneficios locales
Entre los temas abordados se destacaron la armonización fiscal para la minería del litio, el ambicioso proyecto de electrificación de la Puna, y especialmente, la necesidad de una transferencia tecnológica efectiva hacia el interior profundo, capaz de garantizar que la riqueza generada por la minería no quede referida en las estadísticas macroeconómicas, sino que se traduzca en progreso concreto para las comunidades que la alojan.
Un aspecto importante es que se debe tener en cuenta que la transferencia tecnológica no puede limitarse a un traspaso de técnicas o conocimientos, sino que debe ser un proceso creativo, adaptado al territorio y que respete las realidades sociales, culturales y productivas de la comunidad receptora.
La transferencia tecnológica debe llevarse adelante con sensibilidad sociocultural.
Para que el beneficio del desarrollo minero llegue también al interior profundo de nuestra región, es importante considerar a la economía informal como un ámbito legítimo para aplicar transferencia tecnológica y lograr que se transformen en entornos formales, porque de esa manera se tiene en cuenta la realidad del lugar.
Este tipo de transferencia es vital porque no exige esperar a que la infraestructura o las condiciones ideales estén dadas, sino que se parte de los recursos que se tienen y se hace la transformación tecnológica adaptada a la realidad local.
Es una forma de reducir la brecha entre la técnica moderna y la tecnología tradicional para un desarrollo sostenible, inclusivo y con identidad.
Lo que emerge de esta articulación es una certeza: la Universidad no puede ser una espectadora pasiva de estos procesos. El modelo del siglo XXI no puede prescindir de las universidades, y menos aún de las facultades de ingeniería, que poseen talento humano, capacidades y el anclaje territorial necesario para transformar la minería en un motor de desarrollo real.
Frente al anuncio de inversiones millonarias, como el proyecto eléctrico que llevará energía de alta tensión a toda la Puna salteña, la pregunta no es si vamos a participar, sino cómo. Y la respuesta debe ser clara: con formación académica pertinente, con investigación aplicada y con compromiso social.
Esto implica repensar la oferta académica, integrando conceptos de gestión, economía y desarrollo sustentable en las carreras tradicionales. Implica también actualizar metodologías, sumar el idioma inglés como herramienta de inserción laboral y vincular las prácticas que realizan los alumnos con el mundo real. Implica que las universidades de la región se asuman como el puente que une el conocimiento con la transformación, y que, como tal, tiene la obligación de estar presente donde se definen las obras, los marcos normativos, los modelos de desarrollo y las estrategias territoriales.
Electrificación y tributación
Es la oportunidad de analizar la electrificación y la tributación justa. El trabajo conjunto de la CEPAL con los gobiernos provinciales busca asegurar que las rentas del litio no queden solo en manos de las empresas, sino que regresen al territorio bajo la forma de infraestructura, salud, educación y oportunidades reales. Aquí, la universidad tiene un rol irrenunciable como garante del conocimiento y de la ética del desarrollo, como generadora de información, como espacio de formación de cuadros técnicos y como interlocutor válido entre el Estado y el sector productivo. No es casualidad que se haya convocado a las universidades a participar activamente de este proceso. Se requieren universidades que construyan puentes para conectar.
Una de las grandes lecciones del evento fue que el desarrollo no puede seguir siendo pensado desde los centros hacia la periferia, sino desde las regiones hacia el país. Para ello, hace falta una ingeniería que conozca el territorio, que hable el idioma de su gente, que entienda la realidad de los caminos rurales y de las escuelas técnicas de frontera, pero también tenga la capacidad de comunicarse con el mundo exterior, y ahí es donde tenemos que formarnos con visión global, fortalecer el manejo de idiomas como el inglés e incorporar la IA.
Y eso lo deben hacer nuestras universidades públicas. Por eso, deben ocupar ese lugar, porque si la universidad pública no está ahí, el desarrollo nos va a pasar por al lado, y una vez más, la riqueza salteña quedará en manos ajenas. En definitiva, los tiempos actuales nos exigen una universidad que no se encierre en sus aulas, sino que salga al territorio, se vincule con las empresas, dialogue con el Estado y ponga el conocimiento al servicio del bien común.
Porque no hay desarrollo sin conocimiento, y no hay conocimiento transformador sin transferencia tecnológica adaptada al territorio. Esa es la agenda que debemos como sociedad exigir a nuestras universidades. Y en ese camino, la Universidad tiene todo por aportar.
La nueva ingeniería
La Ingeniería del siglo XXI ya no se limita a lo técnico. Hoy, el mundo demanda ingenieros capaces de comprender contextos complejos, liderar equipos multidisciplinarios, interactuar con la economía del conocimiento y resolver problemas reales con innovación y pensamiento estratégico.
* Hoy, los nuevos pilares de la Ingeniería son:
* La gestión y la economía como herramientas centrales de análisis y decisión.
* Las tecnologías emergentes como la Inteligencia Artificial, Big Data, Blockchain y Cloud.
El dominio del Know How, ese saber que marca la diferencia entre saber y poder hacer.
En este nuevo escenario, formar ingenieros desconectados del mundo productivo, científico y tecnológico es dejarlos atrás antes de empezar. Hay que preparar personas capaces de transformar la realidad.
Por eso, hoy impera el trabajo conjunto, formar equipo, ser partícipes del triángulo de Sábato, construir alianzas con instituciones que hoy lideran la innovación en la Argentina y el mundo.
Salta cuenta con Facultades de Ingeniería que potencialmente podrían construir alianzas con instituciones líderes en tecnología como por ejemplo el ITBA y el INVAP, con quienes podrían celebrar acuerdos concretos que transformen la formación académica y profesional. Este tipo de alianzas permitirían desarrollar programas conjuntos en gestión, tecnología e innovación; impulsar proyectos de investigación aplicada con impacto territorial; generar pasantías reales para nuestros estudiantes del norte argentino; participar en redes de transferencia tecnológica y fortalecer la formación práctica a través del "saber cómo" además del "saber qué". El ITBA, con su enfoque en negocios, tecnología y alta inserción laboral, y el INVAP, referente mundial en desarrollos tecnológicos complejos, son ejemplos de cómo nuestra región podría tener aliados estratégicos para tender un puente al futuro.