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Lisandro De los Ríos es economista y responsable de Finca El Paraíso.
15 DE Junio 2025 - 00:00 | Publicado en Edición Impresa
Hay momentos en los que una decisión institucional adquiere una dimensión inesperada, y un terreno olvidado se transforma en el epicentro de una revolución silenciosa. Eso ocurrió con Finca El Paraíso, un campo de más de 4.300 hectáreas ubicado en el norte del departamento Rivadavia, que durante más de tres décadas estuvo sin uso, hasta que la Universidad Católica de Salta (UCASAL) decidió darle un nuevo sentido.
La historia fue compartida por Lisandro De los Ríos, economista y responsable del proyecto, durante el ciclo "Hablemos de lo que viene", organizado por El Tribuno, bajo el lema La hora de la inteligencia colectiva. Allí, De los Ríos ofreció un relato en primera persona que fue mucho más que una exposición técnica: fue una invitación a repensar la manera en que la ciencia, la universidad y el territorio pueden encontrarse para regenerar no solo el ambiente, sino los vínculos, las prácticas y los futuros posibles.
Finca El Paraíso fue una donación de la Fundación Michel Torino a UCASAL. Durante años, la universidad no supo cómo utilizar esas tierras. No había un plan, ni un objetivo claro. Pero en los últimos años, con la nueva gestión rectoral, surgió una pregunta urgente: ¿cómo poner en valor este patrimonio en una de las regiones más desafiantes del país?
"Cuando decidimos iniciar este proyecto, lo primero que hicimos fue viajar al lugar y reunirnos. No con una idea cerrada, sino con la pregunta abierta: '¿Qué hacemos acá?'", relató De los Ríos. Ese "acá" no era menor: la finca está en el corazón del Gran Chaco Americano, el segundo bioma boscoso más extenso de América y, al mismo tiempo, una de las zonas más vulnerables en términos sociales, económicos y ambientales.
La respuesta no vino desde un escritorio. Se construyó en ronda, en diálogo con biólogos, agrónomos, trabajadores sociales, veterinarios, economistas y, sobre todo, con las personas que habitan el lugar. "Nos sentamos en grupo durante dos días, hasta que llegamos a una visión común: ser un actor de referencia que genera conocimiento científico y acciones participativas para resolver desafíos socioambientales complejos".
Finca El Paraíso funciona hoy como un campo experimental de UCASAL, donde se articulan investigación, formación profesional, extensión universitaria y trabajo comunitario. Pero su verdadero valor reside en cómo se construye ese conocimiento: desde la base, en diálogo con las realidades locales.
"Desde el comienzo quisimos que el proyecto fuera interfacultades. Hoy participan casi todas las unidades académicas: agrarias, veterinarias, sociales, económicas, ambientales, y queremos seguir sumando. Hay tesis de grado, proyectos de maestría, pasantías, programas de investigación aplicada. La finca es un aula viva", señaló De los Ríos.
El enfoque del proyecto es regenerativo. No se trata solo de restaurar lo degradado, sino de potenciar las capacidades naturales, culturales y sociales de la región. En lo ambiental, se utilizan técnicas de nucleación vegetal para recuperar el bosque nativo; se cultivan especies autóctonas en un vivero propio; y se generan núcleos de biodiversidad que funcionan como paraguas ecológicos para atraer aves, dispersar semillas y dar lugar a nuevos ecosistemas.
En lo productivo, se acompaña a las comunidades en la mejora de la ganadería, la sanidad animal, la creación de huertas familiares y la implementación de sistemas de riego por goteo, fundamentales en una región con severo estrés hídrico.
Pero el proyecto no se limita a lo ecológico. También aborda lo productivo y lo social. Se trabaja con las familias en el desarrollo de huertas familiares, instalación de sistemas de riego por goteo (que ahorran hasta un 80% de agua), y mejoras en la producción ganadera, todo bajo un enfoque de sostenibilidad y eficiencia.
"Nosotros no tenemos producción propia. No criamos animales ni plantamos para vender. Acompañamos a las familias en su propio trabajo. Somos aliados, no propietarios. Y eso marca la diferencia", explicó De los Ríos.
En una zona con déficit hídrico estructural, el agua es el bien más preciado. El proyecto logró una solución concreta: la recuperación de madrejones y la construcción de represas que hoy almacenan más de 50 millones de litros. "Antes, en época seca, el ganado tenía que caminar hasta el río Bermejo, a 15 kilómetros. Hoy, gracias al agua acumulada, pueden quedarse cerca. Eso cambia todo", aseguró.
El agua también fue la vía para construir confianza. Porque donde el Estado llega tarde o mal, las promesas incumplidas abundan. "La gente está cansada de programas que vienen, dejan cosas y desaparecen. Nosotros aprendimos que la confianza se construye con presencia. Y con verdad. Si algo no se puede hacer, lo decimos. Si algo se puede, nos comprometemos y cumplimos".
Ese vínculo humano generó algo inesperado: el proyecto dejó de ser "de la universidad" para convertirse en una iniciativa que los propios habitantes defienden, cuidan, amplían. "Ya nos ven como parte. Nos invitan, proponen, se entusiasman. Eso no se compra ni se diseña en un PowerPoint. Eso se construye en el barro", dijo De los Ríos.
Uno de los logros más trascendentes fue la apertura, este año, de un centro universitario virtual en Morillo, la localidad más cercana a la finca. A través de un convenio con la municipalidad, los jóvenes pueden iniciar carreras de UCASAL desde su propio pueblo.
"Antes, los que querían estudiar tenían que migrar a Salta capital. Y muchos no podían sostenerlo. Hoy ya están cursando desde Morillo. Eso no solo frena la migración: construye arraigo, identidad y futuro", afirmó.
El objetivo es que Finca El Paraíso sea una plataforma académica viva. Participan estudiantes de grado, maestría, investigadores, docentes. Cada tesis, cada proyecto se ancla en el territorio. Y se busca sumar más facultades, más carreras, más voluntades.
Actualmente, en la finca se ejecutan más de 20 proyectos en simultáneo, con apoyo de organismos nacionales e internacionales. Entre ellos se destacan:
El equipo también realiza monitoreos anuales de vegetación y fauna, implementa programas de sanidad animal con la Facultad de Ciencias Agrarias y Veterinarias, y sistematiza cada experiencia para poder replicarla en otras zonas del Chaco.
Sobre el final de su presentación, De los Ríos dejó una frase que resumió el espíritu del proyecto: "Esto dejó de ser un trabajo. Es un compromiso de vida. Porque cuando entendés que estás ayudando a que alguien se quede en su tierra, que un chico pueda estudiar, que un monte se recupere, que un animal no muera de sed... eso ya no es solo ciencia. Es dignidad".
En tiempos de fractura, de polarización y de repliegue institucional, el proyecto de Finca El Paraíso demuestra que otra universidad es posible: una que no se limite a formar profesionales, sino que se anime a producir sentido, reparar territorios y construir comunidad.
Allí, en el monte, donde el tiempo es distinto y la tierra lo dice todo, hay un paraíso que crece. No es ideal ni perfecto. Pero es real. Se llama compromiso. Y se llama universidad.