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8 DE Marzo 2024 - 01:27
Cada 8 de marzo, las mujeres trabajadoras del mundo celebran el Día Internacional de la Mujer, fecha en la que se conmemora sucesos históricos y trágicos, que serían una marca a favor de la igualdad de derechos sin distinción de géneros.
El 8 de marzo de 1857, en plena Revolución Industrial, se llevó a cabo una marcha de Alrededor de 20 mil trabajadoras del rubro textil, conocidas como "garment workers", reclamando en las calles de Nueva York, Estados Unidos, con el lema "Pan y rosas".
Exigían igualdad de derechos.
Desde entonces hemos recorrido un largo camino. Y en esta lucha por los derechos, por la familia, por el ambiente, por la dignidad humana, las mujeres americanas estuvieron siempre.
En la Cuarta Conferencia Mundial sobre la Mujer, celebrada en Beijing en 1995, se determinó la importancia de la participación activa de la mujer en la adopción de decisiones relativas al medio ambiente, atento a la necesidad de incorporar la perspectiva de género en todas las estrategias de desarrollo sostenible.
Lo mismo ocurrió en la Tercera Conferencia Mundial de las Naciones Unidas sobre la Mujer y el Foro Asociado de ONG en Nairobi.
En este mismo sentido se pronunciaron la Declaración de Río de Janeiro, en 1992, y el programa 21, así como el Convenio sobre la Diversidad Biológica.
El Principio 20 de Río dice: "Las mujeres desempeñan un papel fundamental en el ordenamiento del medio ambiente y el desarrollo. Es por tanto imprescindible contar con su plena participación para lograr el desarrollo sostenible".
Esta relevancia de la mujer se ha incorporado a la cultura y a la vida cotidiana.
Y me parece muy importante, y por supuesto, enternecedor, recordar a mi abuela, doña Mercedes Páez de Martínez, catamarqueña, que vino a Salta porque su padre, minero, trajo a su familia a la entonces Gobernación de los Andes, ahora San Antonio de los Cobres. La abuela Mercedes fue maestra rural, jefe de correos, testigo del desarrollo del ferrocarril Huaytiquina y, con el tiempo, bibliotecaria de la única biblioteca pública que la Nación mantenía en la localidad de Campo Quijano. Mujer de carácter fuerte y muy independiente, raro en aquellos tiempos. Con un trabajo que era considerado entonces, de hombre, decidida, trabajando por el progreso y la cultura.
Es mi referencia primera, por evocar recuerdos de la infancia. Pero creo que es un paradigma de las mujeres maestras rurales de la provincia y del país. De las mujeres campesinas criollas que también trabajaron y trabajan de sol a sol en las huertas familiares.
Historias de luchas, muchas veces olvidadas o eclipsadas por las hazañas de los hombres.
Por ejemplo, Bartolina Sisa nacida el 25 de agosto de 1750 en la Paz Bolivia. Luchó por la libertad de su raza, por su cultura, por el derecho a disponer de su trabajo, por sus tierras usurpadas. Fue condenada a muerte y ejecutada el 5 de septiembre de 1782, a los 32 años. La sacaron a la plaza mayor atada a la cola de un caballo y arrastrada hasta matarla.
En 1983. el Segundo Encuentro de Organizaciones y Movimientos de América, en Tiahuanaco, dispuso conmemorar en su homenaje, cada 5 de septiembre, el Día de la Mujer Originaria.
Micaela Bastida, la mujer de Tupac Amaru II, nació en 1745 en Perú, de padre africano y madre indígena. Fue una líder, seguida y respetada por los indígenas, sabia en los consejos, tanto de administración como de guerra.
Fue condenada a muerte junto a su esposo el 18 de mayo de 1781 descuartizada, siendo sus restos esparcidos por todo Perú.
Las heroínas anónimas de la Coronilla en Cochabamba que, en la batalla del 27 de mayo de 1812, debido a que quedaban pocos hombres para la lucha, tomaron armas, en cumplimiento del juramento que hicieron en el Cabildo abierto del día anterior, junto a unos pocos hombres juraron defender la Patria y la excelentísima Junta de Buenos Aires. En el informe del soldado Francisco Turpín al general Manuel Belgrano consta que allí murieron treinta mujeres y nueve hombres.
Juana Azurduy de Padilla nacida en Bolivia el 12 de julio de 1780 y educada en el convento de Santa Teresa, hablaba español y quechua. Con su esposo Manuel Ascencio Padilla, se sumó a la revolución de Chuquisaca de 1809. Reclutó 10.000 milicianos para este ejército a las órdenes del general Manuel Belgrano, el que impresionado por su valor en el combate le entregó su propia espada.
Luego el Gobierno de Buenos Aires le otorgó el rango de teniente coronel de las milicias. Fue la primera mujer a la que se reconoció este rango. Luego de la muerte de Manuel Padilla, ahorcado por los realistas, Juana quedó en una situación desesperante y embarazada. Se unió a la guerra de recursos de Martín Miguel de Güemes. Murió indigente en Jujuy, a los 80 años, siendo sepultada en la fosa común.
Luego de su muerte vinieron los homenajes y canciones. Tarde nos acordamos de nuestros próceres, sobre todo de las mujeres.
Juana Manuela Gorriti, salteña, nació el 15 de julio de 1818, bajo el gobierno de Rosas. Se exiliaron en Bolivia donde luego se casó con Manuel Isidoro Belzú. Fue notable escritora de numerosos cuentos y novelas, y con una memorable carta, despidió a su esposo el día que éste fue asesinado, que finaliza así: "La misión de la esposa parecía ya acabada, mas he aquí el pueblo que me rodea me pide más, me pide que lo vengue. Si, lo vengaré con una noble y bella venganza, haciendo triunfar la causa del pueblo, que era suya"
Otras distinguidas salteñas que se involucraron decididamente en la lucha por la independencia fueron Martina Silva de Gurruchaga y Magdalena Güemes de Tejada, hermana y colaboradora estratégica del héroe gaucho.
La lista de mujeres comprometidas es muy extensa. Mucho más de lo que mostró la historia hasta ahora.
En el siglo XX, Alicia Moreau de Justo. Médica y fundadora del Centro Socialista Feminista, defensora inclaudicable de los derechos de las mujeres, de los trabajadores, de la salud y de la educación públicas.
No se puede ignorar el impulso fuertemente creativo de escritoras como Gabriela Mistral, Alfonsina Storni y Juana de Ibarbourou. Ni a Mercedes Sosa, Violeta Parra, Soledad Bravo, Joan Báez, y muchas otras que hicieron de su canto una forma de manifestar por la libertad,
Lola Mora, salteña nacida el 17 de noviembre de 1868 en El Tala, desplegó una carrera extraordinaria. Escultora, urbanista, incursiona en la minería. Mujer emprendedora e incomprendida por la sociedad de su época. Autora de Las Nereidas, censurada por una sociedad pacata y culturalmente estrecha.
Olga Cossentinni, maestra a rural y gran pedagoga argentina, concibió la Escuela Serena o Escuela Activa, que consistía básicamente en el respeto por la personalidad infantil, rechazo de toda forma de discriminación y con el rol del maestro como protagonista comunitario.
Rigoberta Menchú, contemporánea nacida en 1959 en Guatemala destacada por su liderazgo en las luchas sociales, fue la primera indígena en ganar el Premio Nobel; fue en 1992, reconocimiento etno -cultural basado en el respeto a los derechos de los indígenas.
Con este pequeño resumen hago un homenaje a todas ellas y también a las que en la actualidad enseñan, viven, y trabajan por el cuidado de la Casa Común, como forma de proteger la vida, que esta sea digna y que las generaciones futuras, reciban una tierra mejor que les permita vivir dignamente.